Cuando cae el velo y el amor desaparece
Quisiera contarte como me siento - me dijo un paciente.
- Estoy confundido, durante años estuve conviviendo con un ser excepcional, era el soplo de brisa en situaciones afixiantes y era el suave calor ante la fria realidad, teníamos muchas cosas en común: la risa ante lo evidente, las ganas de discusión constructiva, el ansia de aprender el uno del otro, la curiosidad creativa ,.... y sobre todo el deseo de compartir la mayor parte de nuestro tiempo.
Extrañada por tanto elogio ante la supuesta pareja, le comenté lo orgulloso que debería sentirse por albergar este tipo de sentimientos. Sin embargo, prosiguió:
- Hace unas semanas me di cuenta de que algo había cambiado. La risa no era tan divertida y la distancias se hacian cada vez más notorias e incluso las torpes invitaciones, a esto o aquello, se me antojaban por lo menos desagradables. Mi vida se derrumbará pensé ¿Qué haré? ¿Me estaré destruyendo a mi mismo? Pero no ha sido así, siento un gran vacio pero sigo vivo.¿Qué es lo que ha ocurrido?
Intenté reflexionar para poder conseguir trasladar un mensaje lo más coherente posible que diera algo de luz a este estado de ambigüedad que me había consultado.
La dicotomía apego-desapego de nuevo hacía acto de presencia: lo que era cercano se tornaba lejano.
En muchas ocasiones buscamos en los demás sin darnos cuenta de que profundizando en nostros mismos encontraremos la fuerza suficiente para afrontar aquellos retos que elijamos o que se nos presenten. Llenamos nuestras vidas de distintos agentes a los que les atribuimos todo aquello que nos falta: imaginación, sagacidad, operatividad... los situamos en un pedestal... Hasta que un día cualquiera nos damos cuenta que esa persona no es tan divertida, ni tan creativa, ni tan siquiera tan agradable; nuestro ideal se derrumba, la admiración se torna en ignorancia, y la necesidad de la presencia deseada se hace sustituible e incluso molesta.
Esto en muchas ocasiones nos produce un enorme sentimiento de culpabilidad. Nos apena la decepción y tememos los resultados de decisiones tomadas, nos sumergimos en la duda y alargamos los períodos de decisión, sin tener en cuenta que esto sólo genera más inquietud y zozobra.
Pero el ser humano es superviviente y tiene la capacidad de renacer como el ave fenix. Reinventarse con otras circunstancias, con otros deseos. Lo importante es cerrar capitulos, lo dificil es saber cuándo y cómo. Lo deseable es aprender de lo vivido, lo difícil hacerlo desde el cuidado de la autoestima y la superación del miedo.
lamenteesmaravillosa.com