Los descubrimientos revelan lo que siempre ha existido. Ya sea un arqueólogo desenterrando artefactos de culturas antiguas o un bebé que se descubre los dedos de los pies, lo revelado siempre existió esperando ser encontrado. En tiempos difíciles, quizás encuentre en mí grandes reservas de fortaleza espiritual, amor y sabiduría que no creí tener. Estas cualidades han estado en mí siempre esperando ser utilizadas.
Cuando la vida está en calma, quizás no note el poder morador del Espíritu. Los desafíos o acontecimientos inesperados me motivan a descubrir mis regalos divinos. En momentos difíciles descubro quien soy y lo que puedo ser. ¡Soy más de lo que pensé ser! Doy gracias por los poderes dados por Dios que todavía estoy por descubrir.
Una sola gota de agua puede que no fluya muy lejos, pero como parte del mar, puede viajar por todo el mundo. Soy una gota de agua en el océano de Dios. Conozco esta verdad cuando entro en el Silencio. En ese encuentro callado, las paredes de mi ego se disuelven. Ya no siento separación. Dios respira en mí y yo respiro en Dios.
Paso tiempo en el Silencio todos los días, invitando a una mayor conciencia del único Poder y la única Presencia. Supero patrones que quizás hayan obstaculizado que experimente la Presencia en mí, a mi alrededor y como yo mismo.
Me entrego al amor tierno y luminoso del Uno. No tengo límites —la Unidad está en mí, soy Unidad. Siento el Infinito y soy libre.
Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.—Juan 8:32