¿Por qué la lluvia nos conmueve tanto,
si ella baja con ritmo paralelo,
hoy también como ayer, de un mismo cielo,
con un mismo dolor y un mismo canto?
¿Será tal vez el sugestivo encanto
de que, por un fenómeno gemelo,
nosotros nos hallamos en su duelo
y ella se reconoce en nuestro llanto?
La lluvia trae algún recuerdo ausente
con la bruma del tiempo y la distancia.
Y es tal la evocación que, de repente,
se nos figura, desde aquella estancia,
que hemos visto cruzar en la corriente
el barco de papel de nuestra infancia.
Horacio Rega Molina, La víspera del buen amor, 1925