¿Sabes qué es la Monterapia?
Suelo decir que un día en el monte equivale a dos en la ciudad (por lo menos). Incluso una naranja o un bocadillo encuentran un sabor diferente allí. Cada vez que vuelvo a la montaña no deja de aportarme algo. Siempre es diferente, incluso cuando es la misma, y por ello quisiera contagiarte desde aquí ese entusiasmo, esa pasión, para que te calces unas botas o unas deportivas y salgas a la naturaleza. Iniciarte en la montaña solo te ofrecerá ventajas. No me refiero únicamente al aspecto puramente físico -obviamente, como ejercicio que es te beneficiará-, sino más bien al equilibrio mental que te puede aportar en tu vida diaria.
Si nunca has subido un monte, lo primero que lógicamente te preguntarás es si eres capaz. A lo largo de muchos años he visto a personas de todo tipo ascendiendo por montañas muy diversas. Desde atletas con una forma física envidiable hasta personas entradas en carnes, pasando por niños de cinco años y mayores de ochenta. Y lógicamente hubo un día en que se iniciaron, en que decidieron subir eso que tenían delante, tal vez movidos por la curiosidad o tan sólo por las ganas de respirar aire más puro.
Nunca es demasiado tarde, porque entre otras cosas no hay que medir las montañas por su altura, sino por las satisfacciones que nos proporcionan. En este sentido, un monte que no llegue ni a los doscientos metros de altitud puede ser una gran fuente de placer. Y de la misma manera que nunca es demasiado tarde para iniciarte en este maravilloso mundo, si no lo has hecho ya, nunca es demasiado pronto. La montaña es una fantástica escuela para que tanto el niño como el adolescente entiendan de primera mano que lograr ciertas cosas u objetivos requiere de un esfuerzo. Por no hablar de los beneficios intrínsecos que supone el estar en contacto con la naturaleza. Hay niños, sobre todo en las grandes ciudades, que solo han visto un caballo o una oveja en la pequeña pantalla.
¿No te parece algo terrible? Atrapados en un mundo digital de videojuegos, infinidad de canales televisivos, móviles y redes sociales temen al silencio más que a su sombra. Pierden desde muy pequeños la capacidad de la contemplación pura, la voluntad de admirar un paisaje que no sea virtual y en el que no se sucedan un sinfín de acciones por minuto.
A veces tengo la sensación de que la sociedad actual está minando la capacidad de asombro intrínseca y natural que todo niño posee. Cada vez es más difícil y costoso, en todos los sentidos del término, impresionarles. Han crecido en un sofisticado mundo de tecnología digital, por lo que una película de efectos especiales analógicos como La Historia Interminable les puede llegar a parecer pueril. En contraposición están las maravillas de la naturaleza, mucho más espectaculares y sorprendentes que cualquier pantalla Imax con Dolby Surround.
Así, una excursión por el Valle de Ordesa en el Pirineo aragonés constituye una experiencia difícil de olvidar para cualquier niño. Y probablemente mucho más enriquecedora que cualquier videojuego. Saquémosles pues de delante de la pantalla y llevémosles a dar un paseo por algún monte cercano. Poco a poco, sin agobiarles ni asfixiarles en el esfuerzo, aclimatándolos de forma gradual. Con esta práctica conseguiremos que aprendan a valorar los paisajes reales frente a los maravillosos mundos, tan digitales como falsos, de una película como Avatar. Porque no te equivoques, el mejor 3D está en la montaña y sin necesidad de gafas polarizadas.
Tomate por tanto un respiro, desconecta por unas horas, una mañana, un día o, si puedes permitírtelo, un fin de semana. Escápate a la montaña, aunque sea a una cercana. Túmbate en la hierba y contempla el cielo. Sin las presiones cotidianas del entorno, podrás enfocar los problemas que te agobian desde otras perspectivas más positivas y resolutivas. Y es que caminar por un paisaje natural te ayuda a recuperar algo que estamos perdiendo: la capacidad de contemplar, de admirar lo que nos rodea.
¿Quién no ha soñado desde pequeño con realizar un viaje en una máquina del tiempo? Pues nada más fácil en la montaña, ya que está llena de lugares que permanecen casi intactos desde hace miles de años. Espacios naturales que, a poco que dejemos aflorar nuestra sensibilidad, no dejarán de asombrarnos.
Ejercita también la paciencia en la montaña, para que luego puedas ponerla en práctica en tu trabajo o en casa. Si le vas tomando gusto al monte, tus excursiones serán cada vez más largas y probablemente más exigentes, lo que aplacará ese estrés que muchas veces nos mina en el día a día.
Para iniciarte en ese monte cercano y sencillo, cerca de donde vives, no te vuelvas loco con el equipo, ya que te bastan las zapatillas de deporte que tienes, tu vaquero, un jersey y una prenda impermeable cualquiera. Y para llevar algo de agua y un bocadillo te basta con la mochila de colegio de tus hijos. Porque para poder alcanzar esa modesta cima que te está esperando, es mucho más importante la ilusión y las ganas de subir que el material más innovador.
A cambio el monte te enseñará cierta sobriedad en la vida, a saber diferenciar lo importante de lo accesorio y a no dar tanta trascendencia a muchas de las opciones banales que nos asaltan cada día. La montaña te ayudará, en definitiva, a mejorar tu calidad de vida de una forma rápida y asequible.
¿Te animas a probarlo?