La odisea del perro que
recorrió Transmilenio en busca de su dueña
Guiado por su corazón, Rocky, un criollo
de 14 años, se montó en varios buses en busca de su ama.
Ajeno a la inmensidad de una ciudad como Bogotá, ajeno a su
propia pequeñez, Rocky recorrió por primera vez sin collar el kilómetro que lo
separaba de la estación de TransMilenio de Santa Isabel.
A las 5:30 de la mañana, aquella masa minúscula de huesos a
punto de quebrarse, que ya ronda los 14 años, se enfrentó a los pitos de los
carros, atravesó la carrera 30 y se coló en un vagón de TransMilenio a riesgo
de ser triturado por algún pasajero.
Halló su espacio entre la gente, justo donde se abren las
puertas, y se sentó a esperar. Y siguió esperando. Hasta que en un momento, tal
vez cansado de no ver resultados, se atrevió montarse en un TransMilenio que lo
llevó hasta la estación de Paloquemao.
Y allá, con la misma obstinación con la que había decidido
aprovechar un descuido para perseguir a su dueña, Sandra Patricia Hernández,
tuvo que soportar el frío y el hambre y los rostros compasivos que de vez en
cuando lanzaban una risotada involuntaria, motivada siempre por la observación
de uno de sus rasgos físicos: Rocky, que no tiene dientes por la edad, siempre
tiene la lengua afuera.
“Yo lo vi montado en un bus que venía de San Mateo. Se bajó en
Corferias y ahí se quedó”, cuenta Bibiana Alarcón, que lo vio la semana pasada
en un articulado. En esas, entre buses y estaciones, estuvo casi tres días.
A las 6 de la tarde del primer día, la familia Hernández publicó
la foto del perrito criollo en las páginas Salva a un Amigo y Animalitos
Perdidos, en Facebook.
A las nueve de la noche de ese mismo día empezaron a tocar todas
las puertas del barrio preguntando si lo habían visto.
“Me ataqué a llorar. Me lo imaginaba muy indefenso; nunca había
pasado una noche en la calle, nunca había cruzado una avenida”, cuenta su
dueña.
Una señora que lo encontró publicó las fotos en su perfil y, en
ese juego particular de multiplicación de la información en las redes sociales,
la foto llegó hasta Sandra.
"Ese perro está perdido, me provoca llevármelo. Ese no es
un perro abandonado, es de alguien", pensó Beatriz, la mujer que lo
recogió, lo llevó a su casa y lo alimentó hasta que pudo contactarse con
Sandra.
“Me parecía increíble. Ella se había conmovido con la mirada de
niño de Rocky, que me buscaba entre la gente. Es mi hijo perruno. Amo mucho ese
perro”, concluye Sandra.
La dueña luego se contactó con la mujer que lo había recogido,
que vivía en Bochica Compartir y que había recibido un reclamo de un sobrino de
Sandra a través de otro mensaje interno. La mujer, dividida entre los dos posibles
dueños, sometió entonces a Sandra a un interrogatorio riguroso hasta comprobar
que se trataba de la verdadera dueña.
"Él es mueco. Tiene un granito debajo de la barriga y se
rasca mucho. Y como le rasca, se empieza a lamer", respondió Sandra, para confirmarle
definitivamente a Beatriz que se trataba de su perro.
Como Rocky, la historia de los perros que viajan solos en
TransMilenio se reconstruye a través de los usuarios que los ven a diario. En
la estación Santafé, por ejemplo, un perro criollo de color negro espera a
alguien todos los días, hasta altas horas de la noche. Los pasajeros y las
taquilleras de TransMilenio, que lo alimentan a diario, siguen preguntándose.
¿Será que el dueño se murió?, ¿a quién espera ese perro?