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General: LA CUBANIDAD ES AMOR ..
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Réponse  Message 1 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919  (message original) Envoyé: 28/09/2014 02:03

La cubanidad es amor

Publicado en: Memorias de mi pueblo
21 septiembre 2014 | 5
5


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Réponse  Message 3 de 15 de ce thème 
De: Mayo Delgado Envoyé: 28/09/2014 02:35



                     MUY BELLO DON RUBEN

                            Mayo

Réponse  Message 4 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919 Envoyé: 28/09/2014 08:51

Réponse  Message 5 de 15 de ce thème 
De: SOY DEL SUR 479 Envoyé: 28/09/2014 10:01
MUY  BUÉN  POST...
GRACIAS¡¡¡
CARMEN

Réponse  Message 6 de 15 de ce thème 
De: LuchoG Envoyé: 28/09/2014 11:03
Cuando vaya, iré a Varadero.

Réponse  Message 7 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 16:42

Cubanos… ¡cubanísimos!

La identidad cultural en la nación caribeña resulta un proceso complejo y multidimensional...

20/10/2014

EXCLUSIVO

2 comentarios

Vota 12 votos

Dicen que resulta difícil no distinguir a un cubano en cualquier parte de mundo. La generalidad, trasciende por características propias de una idiosincrasia peculiar que rebasa fronteras geográficas. Alegres, solidarios, hospitalarios, amistosos, sociables, extrovertidos, impulsivos, confianzudos…conforman una variada lista de adjetivos que nutren la denominada identidad cultural cubana, según muestran los estudios psicosociológicos realizados sobre el tema.

Un elemento consensuado en el complejo “ajiaco”, cómo diría Don Fernando Ortiz, resulta el fuerte sentimiento de identidad que posee el cubano, junto a un orgullo de su cultura y una autopercepción indudablemente positiva.

Identidad cultural cubana: ingredientes de un ajiaco

Según establece la doctora María Isabel Domínguez en su artículo Identidad nacional y sucesión generacional en Cuba, la identidad deviene en un mecanismo de autoidentificación de cualquier individuo o agrupación humana ante sí mismo y frente a otros. “De ahí su carácter polivalente para aludir a rasgos y niveles: abarca al individuo, la familia, los grupos de género, los generacionales, étnicos, raciales, ocupacionales, clasistas, territoriales y otros”. 

En este sentido, teóricos sobre el tema recalcan en la manifestación del proceso a través de una serie de valores construidos socialmente dentro del devenir histórico como formas de guiar creencias, actitudes y comportamientos. Constituye, en esencia, un proceso psicosociológico de comunicación.

Por su parte, la titular de la Academia de Ciencias de Cuba insiste en percibir a la identidad cubana como un sistema dinámico fruto de una transculturación material y espiritual de las etnias que fueron conformando la población del pais.

Los topónimos de pueblos y regiones, incluido el propio nombre del país, constituyeron el legado aborigen; mientras, tradiciones culinarias, expresiones y una fuerte religiosidad popular quedaron insufladas en el ADN del cubano a través de sus ancestros hispanos y africanos. En ese largo proceso-en el cual intervinieron otras huellas como la china, la francesa, entre otras- se conformó la nacionalidad cubana para quedar nítidamente configurada en la segunda mitad del siglo XIX en las luchas por la independencia colonial. Con ello quedó establecida una parte de sus rasgos idiosincrásicos que se han nutrido, como acción dinámica, en todos estos años.

CUBANOS: “LOS MÁS MEJORES”

Desde hace décadas en el país existe un creciente interés por investigar sobre los temas relacionados a la identidad del cubano. Bajo tales miras, María Isabel Domínguez,directora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de Cuba, en sus variados acercamientos al tópico insiste en que los hijos de esta Isla poseen una clara autoimagen, estable en el tiempo y apoyada fundamentalmente en elementos positivos del carácter, así como en valores humanos y sociales que les identifican.

En esas ansias de “creernos” y proyectarnos como “los más mejores”, existen características enumeradas, incluso en antiguas pesquisas, como la “guapería”, una marcada exaltación rebelde y un sentimiento de orgullo nacional, que lleva a rechazar cualquier pretensión hegemónica o subvalorativa.

Pero uno de los elementos más mencionados en los trabajos investigativos es el carácter extrovertido del cubano y su “capacidad de choteo”, acción común de restar importancia a los problemas, burlarse de todo, hasta de sí mismos en cualquier circunstancia, lo cual sin dudas, según criterios de Domínguez y otros especialistas, debió haberse reforzado como estrategia de enfrentamiento en las difíciles condiciones en que surgió y se desarrolló la nación.

Diferentes estudios de Carolina de la Torre, Consuelo Martin y Maricela Perera, coinciden en establecer elementos positivos de la identidad cultural cubana como el “ser” alegres, solidarios, hospitalarios, generosos, amistosos, sociables, afectuosos, extrovertidos, valientes, dignos, honestos y revolucionarios.

Entre las nociones negativas sobresalieron la indisciplina, desorganización, impulsividad, excesiva confianza, inconstancia, informalidad, impuntualidad, y en ocasiones, la descortesía y vulgaridad.  

Cómo núcleo consensuado emerge entonces el buen carácter y un sentido optimista de la vida como componentes estables de la cubanidad.

De igual forma se aclara que la identidad no conlleva necesariamente una situación geográfica: se puede “ser cubano”, fuera de Cuba. Roland Julio Rensoli, investigador del Centro de Estudios sobre la Juventud y profesor auxiliar de la Universidad de La Habana explicó en una entrevista a la prensa nacional que con la lejanía el sentimiento no se pierde. “Por el contrario, se exacerba el deseo de preservar las raíces y tradiciones: se cocinan los platos típicos, se pone la música salsera, se estampan pinturas en las paredes con lugares de nuestro país o se cuelga alguna bandera”.

CUBANO: ¿SER O NO SER?

Si se hiciera un análisis a priori del consumo cultural y las modas asumidas por las nuevas generaciones hoy, se asistiría a una duda razonable sobre la preservación de la identidad cultural en los más jóvenes representantes de la nación.

Más allá de la sobrevaloración de lo foráneo, principalmente por menores de 35 años, la IV Encuesta Nacional de Juventud, referenció en el 2012 que el 96 por ciento de la población entre 15 y 29 años de edad se sentía orgullosa de su cubanidad. 

Aunque a lo largo de estas décadas continuó la consolidación de los sentimientos de autoestima nacional, incuestionable resulta que la identidad cultural puede ser erosionada paulatinamente y, a la larga, llevar a un cuestionamiento de la propia creación o supervivencia. También no es menos cierto, que diversas pesquisas han arrojado un debilitamiento del conocimiento, en los más jóvenes, de los vínculos entre el presente y el pasado de la nación, por insuficiencias en la enseñanza de la Historia y en la transmisión de tradiciones culturales.

Especialistas insisten en que el fenómeno no es exclusivo de Cuba, sino de todo el Tercer Mundo, que sufre múltiples influencias internas y externas que actúan sobre la identidad. La crisis contemporánea de idiosincrasia autóctona alcanza nivel mundial, y la complejidad de las interacciones internacionales en una época de desenfrenada globalización económica y cultural impone múltiples retos para las naciones que como Cuba, quieren y necesitan mantener sus esencias.

La solución es imposible hallarla en arcaicas fórmulas. En ello influye comprender a cabalidad la identidad cultural, siempre desde el entendimiento multidimensional de lo que Juan Pérez Rivas llamó “el verdadero pueblo cubano”.

En sentido general, urgen dinámicas, creativas e ingeniosas vías para potenciar una mayor preservación de la identidad en las nuevas generaciones, en un sentir que resume el propio el estudioso Enrique Ubieta cuando concluye: “Somos y no somos hispanos, somos y no somos africanos, somos americanos, pero sobre todo cubanos”.

Sobre el autor

Mayra García Cardentey

Graduada de Periodismo. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Periodista del semanario Guerrillero. Amante de las nuevas tecnologías y del periodismo digital.


Réponse  Message 8 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:37

Experiencias en el Chateau Madrid que he recordado toda mi vida

14 septiembre 2014 | 5

Una tarde estando yo ocasionalmente en la entrada de la fábrica de perfume, llegó una  “Limousine” -esos autos de siete pasajeros. Aunque ese no era mi trabajo, abrí la puerta del carro y quedé atontado. Allí de cuerpo presente estaba Elizabeth Taylor, aquella mujer que todos admirábamos por sus bellos ojos, no eran ni verdes, ni azules, parecían color lila. 

Vestía un traje negro, su pelo era como azabache, esto destacaba más sus ojos.  El chofer le preguntó si quería bajarse y ella después de mirar a ambos lados, contestó que no deseaba.  No hay dudas de que me perdí la oportunidad de detallarla más detenidamente. Todavía hoy, lo lamento.

Elizabeth Taylor.

Elizabeth Taylor.

Otra gran experiencia fue cuando atendí en la tienda, allí dentro de la perfumería, donde yo trabajaba, al ex-campeón mundial de boxeo, de los pesos completos, Joe Louis, quien venía con su esposa, una mulata alta y de bonita apariencia. Él, que había ganado millones de pesos con sus puños, venía ya vencido y según decía la prensa, con más deudas que riqueza.  Al final, ambos accedieron a tomarse una foto con los que allí los atendimos.  Hablé con el distinguido boxeador  de su pelea, la cual  yo había escuchado por radio en el 1938, con el alemán Max Schmeling y a quien derrotó contundentemente.

Aquí de pie aparece Joe Louis y su esposa, yo estoy agachado a la izquierda.

Aquí de pie aparece Joe Louis y su esposa, yo estoy agachado a la izquierda. 

Hubo otras experiencias, pero no se me quita de la mente aquella vez que le serví de guía, en la finquita de exhibición de plantas y tope de gallos a Christine Jorgensen,  ella o él, era el primer hombre en el mundo a quien mediante una intervención quirúrgica, habían convertido en mujer.  Era alta, delgada, con voz ronca, y fumaba  constantemente. Al final de su visita, me dio dos dólares de propina. Entonces  el dólar tenía el mismo valor del peso cubano.

Christine Jorgensen.

Christine Jorgensen.


Réponse  Message 9 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:40

La estancia en New York

12 octubre 2014 | 7

La primera noche en la casa del pariente, después de conocer a su esposa, que era una mulata puertorriqueña, muy buena gente, pero de baja cultura, joven, no muy bonita, y a su niño pequeño, salimos a dar el primer recorrido por los alrededores; yo estaba ávido por conocer, por ver aquello de lo que tanto había oído hablar. Ya hablaba inglés desde hacía algunos años y esto me permitía desenvolverme mejor.

Como todos conocen, la ciudad de New York, está situada sobre la Isla de Manhattan. Es una larga y estrecha franja que está comprimida entre los ríos Hudson y Harlem, ambos desembocan en el Atlántico. Nunca había visitado una ciudad como aquella… miles y decenas de miles de personas en la calle. Si uno se descuida lo meten cargado para el Metro. Todo está que lo envuelva a usted aquella ola humana. Aquel tren subterráneo -que también veía por primera vez-
me impresionó. Corría a altas velocidades y cuando uno venía a ver, ya había llegado. Las primeras peripecias las hice casi todo el tiempo prendido a la camisa del pariente, temía perderme. A los dos o tres días solté los ariques y después de ir hasta New Jersey en el Ford -para lo cual tuvimos que montar en una especie de patana que trasladaba los automóviles hasta el otro lado de Hudson- era la segunda vez que pasaba sobre aquel ancho rio; la primera fue el día de la llegada, pero por el puente.

Patana cruzando el rio Hudson hacia New Jersey. Frente a mi estaba la. Estatua de la Libertad.

Patana cruzando el rio Hudson hacia New Jersey. Frente a mi estaba la Estatua de la Libertad.

Sobre aquella embarcación corría alguna brisa. En aquellos días la temperatura allí había roto los records históricos. El aire que entraba por la ventanilla del auto parecía fuego. Al sentirme algo mejor, aproveché para mirar hacia todas direcciones; habían barcos enormes con todo tipo de banderas. Allí a la izquierda, ahora cerquita, tenía delante la Estatua de la “Libertad”, que inicialmente se le llamó “La Libertad iluminando al mundo.” ¡Que ironía!…

Alguien de los que iba en la patana me indicó hacia la corona de aquella enorme mujer y dijo: “Desde allí uno puede ver toda la ciudad, y si quiere puede subir”. No contesté nada, pero al mirar bien comprendí que aquella elevación me iba a provocar la cosquilla en el estómago que me daba cada vez que subía una altura… incluso no tanto como aquella, y dije para mi interior: “pa´ su escopeta, allí no se me perdió nada…”

Estando en New Jersey descubrí cual era el oficio del pariente. Este, con su pisicorre se dedicaba a trasladar algunos paquetes de mercancías pequeñas que sacaba de los muelles y por lo que le pagaban muy poca cosa; él no tenía trabajo fijo, ni oficio, sólo aquellas pequeñas entradas y lo que podía rapiñar la mujer en la factoría donde pegaba broches y botones a la ropa.

De New Jersey regresé sólo hacia la casa; primero pasé de nuevo el río en un ómnibus que atravesó un túnel muy largo por debajo de aquella masa de agua. Me detuve en el centro de la ciudad, pasé la 5ta avenida y por esas casualidades de la vida, cosa que no podía imaginar, cuando llegué al primer paseo en el centro de aquella ancha mole de asfalto, desde la orilla de la esquina que había dejado, escuché la voz de una mujer que me llamaba por mi nombre. Resultó ser una amiga común de mi primo y mía. Por esta experiencia y otras muchas vividas antes y después, llegué a la conclusión de que debajo del sol no podía haber nada oculto.

En una de aquellas calles me encontré con aquel edificio que habíamos visto desde el puente cuando entramos aquella mañana. Tenía 102 pisos, era el más alto del mundo. Me paré exactamente frente a su entrada principal, alcé la vista y pasé tremendo susto. Veía que aquel gigante se caía sobre mí, no tenía la menor duda que se estaba moviendo, allá en el cielo, en el pedacito que podía ver, las nubes corrían a gran velocidad. A mi lado una dama le pedía al esposo que la llevara a la azotea del Empire State. Se lo rogaba, pero el hombre le daba excusas e inventaba pretextos. No tengo dudas que padecía igual que yo, de aquellos vértigos que sentía cuando me subía a una mata de mangos y miraba hacia abajo. Se volvió a perder una oportunidad para ver la gran ciudad, pero no me arrepiento.

Con la dirección que llevaba de un turista que había conocido en la Habana, me decidí a visitarlo, él me lo había pedido. Lo encontré allá arriba en el edificio donde trabajaba; era el piso 18. Desde su oficina me llené de valor y miré hacia afuera y hacia abajo y se me enfrió todo el cuerpo, pues allá abajo los automóviles parecían pequeños juguetes. No se veía mucho más, pues aquel edificio era dentro de aquella urbe como un árbol recién sembrado en un alto bosque. El hombre era negro, de unos 40 años, atlético, de cerca de 6 pies de estatura.

Cuando se quitó el saco vi una funda que llevaba debajo del sobaco donde portaba una pistola. Era detective privado. Me invitó para que aquella noche fuera a su casa para ver a su esposa, a quien ya conocía. Me prometió una sorpresa de arte culinario de su mujer, y me dijo que invitaría a otro cubano que vivía en New York desde hacía años, que se desempeñaba como boxeador y era bastante conocido: Zulueta. Llegó a pelear por el campeonato mundial. Este iría también con su esposa.

Al otro día, mi nuevo amigo cubano me invitó para cuando terminara su horario laboral, llegar hasta el barrio de Harlem, donde tenía una tienda de ventas de licor por botellas. Caminamos varias cuadras y parece que todos notaban la presencia del forastero, pues nos miraban con cara de pocos amigos; allí todos eran negros, pues se trataba de un barrio exclusivo para negros.

Por la noche, con lo mejor que traje de vestuario conmigo de La Habana, monté en el carro del boxeador que me recogió en casa de mi pariente. El detective vivía en un barrio exclusivo. El césped todo recortado y los árboles no muy altos extendían sus frondosas ramas, para dar más esplendor al paisaje. Era un barrio donde el único negro era mi amigo; así me dijo. Ya en la casa saludé a la esposa y hablamos de la vez que nos vimos en Cuba. Ella llevaba un delantal de flores azules muy bonito, y me dijo que había preparado algo especial. Se trataba de una comida italiana, muy de moda entonces; pero por más que he tratado, no he vuelto a acordarme qué plato era.

Cuando todo estaba listo, nos sentamos a la mesa los dos anfitriones y los tres invitados. El hombre me preguntó qué deseaba tomar, al igual que hizo con Zulueta, quien pidió whisky “White Label”. Pensé para mí: mejor pido algo conocido para no tener que arrepentirme después y dije decidido: “cognac”. Me pusieron delante una botella de Napoleón y una copa barrigona, con el borde dorado algo más estrecho, que el anfitrión golpeó con su dedo índice y aquello sonó como una campanilla. Serví el primer trago y la cara casi completa entraba en la copa. Me sugirieron que sostuviera el fondo de la copa con la palma de la mano y moviera el cognac lentamente, decían que así se calentaba.

Después de la cena vimos películas que ellos habían tomado en su viaje al África y además bailamos música cubana con los discos que trajo la esposa del boxeador. Cuando todo terminó regresé con el cubano al centro de la ciudad, con la poca capacidad que me quedaba para pensar, medité acerca de lo que había visto y llegué a la conclusión de que nuestro anfitrión era una excepción dentro de aquella sociedad.

Cuando pasaron 6 ó 7 días ya yo salía a todas partes. Notre Dame, enorme iglesia que me recordó la de mi pueblo, aunque dentro de esta podían meterse 4 o 5 como aquella que era mi orgullo. El Yanqui Stadium, donde casualmente jugaron ese día las antiguas estrellas del béisbol. Allí sobre el terreno vi a mi ídolo Joe Dimagio y su hermano Dominique, a Phil Rizzutto, Yogy Berra, Tommy Henry y otros. Ese día los yanquis jugaban con el Filadelfia. En este último equipo estaba un cubano, que todos los viejos recuerdan, Bob Estalella, le decían Tarzán Estalella, por lo ancho de sus espaldas y el grueso de sus brazos. Era más bien pequeño, de piernas zambas. Cuando chocaba la bola, la botaba. Ese día se ponchó 3 veces contra Ally Reynolds.

Después de 15 días en aquella ciudad, donde comprendí por qu´w a los edificios muy altos le llamaban rascacielos, comencé a añorar mi terruño… Todo era majestuoso en el norte, pero le faltaba algo. Creo que era aquello que yo encontraba en mi pueblo, aquel calor que brotaba de la gente humilde. Allí todos andaban en lo suyo. Uno de los últimos días de la estancia en New York, hice una visita al barrio latino a visitar a una coterránea a la que un amigo mío le enviaba saludos. El Barrio, como es conocido, era mucho más humilde que la zona comercial, la industrial y la residencial donde vivían el detective y otros que podían hacerlo.

Cuando la cubana abrió la puerta al toque del timbre, ésta quedó semi-abierta, pues entre el marco y esta había una cadenita que le llamaban de seguridad. Al preguntarle para qué era aquello, dijo de inmediato: “Para los ladrones y asaltantes”. Después de la identificación necesaria y saber ella que le traía noticias de Cuba, abrió. La casa, es decir, el apartamento era muy humilde, aunque lo mantenía limpio. Llevaba allí unos diez años y al igual que el americano que vino de Cuba junto conmigo, ellos andaban con una mano atrás y otra delante. En ese barrio estaban por lo general puertorriqueños y cubanos. En la gran New York parece que todos vivían segregados, los negros en un barrio, los latinos en otro, los judíos y los italianos por acá, los poderosos por allá…

Al hablarle de los suyos allá en Cubita la bella y llenársele los ojos de lágrimas, me ofreció una tacita de café y ahí entre sorbo y sorbo me contó muchas cosas. Me dijo que su marido trabajaba de ayudante de un camión de carga, y ella en una factoría cociendo pantalones, que lo que ganaban daba sólo para subsistir, aunque el sueldo parecía bastante. Por aquel apartamento pagaban 100 dólares. Todo era caro, y si acaso se le enfermaba uno de los dos hijos pequeños que tenían, había que empeñarlo cualquier cosa, pues allí cobraban hasta por reírse. Me dijo también que vivía muy asustada, siempre encerrados, que en los parques no se podía ir de noche porque corría el riesgo de que la asaltaran o que la violaran… eso era ya a finales del 1951.

Casi al abandonar New York alguien me preguntó: ¿Ya fuiste al Radio City Hall? ¿Qué es eso?, pregunté: “Un teatro fenomenal, no te lo pierdas”. Pregunté cómo se llegaba allá y salí a tomar el Metro. Llegue rápidamente, no recuerdo mas nada que el momento en que me conducía la acomodadora hacia la fila donde debía sentarme, en ese trayecto escuché una música que me era conocida. Miré hacia el escenario allí vi un hombre que tocaba una guitarra. Estaba sentado en el centro del escenario en una silla, me concentre y descubrí que era el concierto de Aranjuez. Yo estaba en la parte alta del teatro, veía la escena muy distante. Alguien me dijo: era el concertista era Andrés Segovia. Uno de los guitarristas más virtuosos del mundo, todas las piezas que interpretó me eran conocidas.

Posteriormente aparecieron Las Rockets, extraordinario conjunto de baile coordinado. Unas 30 ó 40 mujeres. Todas me lucían iguales por su vestimenta y color del pelo; bello espectáculo. En el intermedio, una bella y exquisita música sonó interpretada por un órgano. La función fue algo de lo bueno que me dejó mi corto viaje a Estados Unidos.

El día que iba a regresar de New York, antes de irme fui a ver al americano que había regresado de Cuba, después de dejar allá más de 30 años de su vida. Me dijo que los trabajos estaban “de madre”, que le habían ofrecido una plaza de auxiliar en una lavandería que había en un hospital que estaba cerca de la casa.

El viaje de regreso lo hice solo en un ómnibus, de la Grey Hound. Esta empresa tenía rutas para todos los Estados Unidos, sus estaciones y las carreteras principales. Allí además del servi-auto de gasolina, tenían sus restaurantes y otros servicios. Realmente, el paisaje que se veía por aquella ventanilla panorámica era hermoso; las carreteras limpias y bellos pinares a los lados de las carreteras. En la primera madrugada, siendo alrededor de las tres de la madrugada, pasé por Washington, y vi a mano derecha, a unos cien metros el majestuoso Capitolio. Todo era quietud, silencio.

En la ciudad de Jacksonville hice un cambio de ómnibus; era también por la madrugada. La estación estaba casi desierta, y de pronto apareció una mulata con la cintura muy apretada, con bermudas puestas y unas sandalias. Se movía como una batidora. Cualquiera hubiese dicho que era una de las Criollitas de Wilson. Iba de espaldas. Al llegar a un estante de periódicos se detuvo y giró a la izquierda, ¡qué chasco!… ¡Qué decepción, qué risa… era un travesti!

En esa estación, por coincidencias de la vida, se unió en el viaje una cubana que regresaba a la Isla a ver a su familia. Iba de vacaciones o a ver a un pariente enfermo, no recuerdo bien. Llevaba con ella a su hija de unos 8 o 9 años, ambas eran mulatas. Parece que de vivir varios años alejada del sol de Cuba, su piel era completamente blanca, sólo se notaba su descendencia africana en los rizos de su pelo. Era joven y bonita, de gestos finos y dulces, mas bien delgada; la niña tenía trenzas. De Jacksonville a la Florida viajamos en asientos cercanos, y conversábamos de vez en cuando.

En una de las estaciones, donde el ómnibus llenaba su barriga de gasolina y descendía alguien o montaban otros, bajamos para comer algo. El restaurante principal estaba en la parte del frente de la Estación, pero allí se prohibía la entrada a aquella mujer y a su niña. Yo que pasaba por blanco, creo que por mi pelo lacio, porque mi piel era mucho más oscura que la de ellas, decidí acompañarlas.

El portero le indicó hacia un cartelito que estaba al fondo del edificio por el lado derecho, que decía “solo para negros”.

Un cartelito que decía “solo para negros”.

Un cartelito que decía “solo para negros”.

En Miami nos despedimos; ella tomaría por una vía y yo por otra hacia Cuba. En la espera del ómnibus que me conduciría a Cayo Hueso para tomar el Ferry de regreso a la Habana, aproveché para dar una pequeña vuelta y parece que tendría que encontrarme con algo que me diera una despedida imborrable de aquel país.

El ómnibus iba lleno al fondo con varias personas de pie y la mayoría de los asientos en la parte delantera se encontraban vacíos…

El ómnibus iba lleno al fondo con varias personas de pie y la mayoría de los asientos en la parte delantera se encontraban vacíos…

Tomé el ómnibus local para ir al Parque de las Palomas y cual no sería mi asombro al ver que el ómnibus iba lleno al fondo con varias personas de pie y la mayoría de los asientos en la parte delantera se encontraban vacíos… Por fin pude enterarme de lo que pasaba. En uno de los asientos después de la puerta del medio había un cartelito que decía con una flecha indicando hacia atrás: “For color people” (Para negros). Al otro día por la mañana monté en el Ferry en Key West, después de recorrer de regreso los 175 kilómetros que unen a Miami con Cayo Hueso, y volver a pasar por todos aquellos puentes que unen los cayuelos, incluido aquel de 12 millas.

El viaje en el barco fue mas tranquilo, regresé con diez libras de más y con la decisión de no tomar una vez más en mi vida una pastilla para los nervios. Desde entonces no lo he hecho, a pesar de los años…


Réponse  Message 10 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:43

Parece que la semilla había comenzado a germinar

28 septiembre 2014 | +
Autor en local del Liceo Ortodoxo de Arroyo Arenas.

Autor en local del Liceo Ortodoxo de Arroyo Arenas.

En el año 1947, cuando ya había cumplido los 17 años, fui atrapado por aquellas ideas y comportamiento de un inquieto líder, Eduardo Chibás. Recuerdo que llegó a mi pueblo una caravana de autos y cada vehículo traía, delante de cada guarda-fango delantero, atada, una escoba. Supe que estas escobas significaban el barrer con todo lo malo, con todo el robo y engaño que había primado en el país. Chibás había roto con el Partido Auténtico (PA), al cual estuvo ligado desde los años 30. Grau San Martin y Carlos Prío habían gobernado desde el 1944 y traicionado los objetivos que se habían propuesto los auténticos. El lema de Chibás era: ¡Vergüenza contra dinero!

Desde aquel momento me abracé a aquellos ideales, y se convirtió en algo que penetró en lo más profundo de mis sentimientos. Casi de inmediato comencé a militar en el sector juvenil de aquel partido, ocupando varias responsabilidades a nivel de barrio y hasta nivel municipal.

Foto tomada en 1948 al constituirse un Comité del Partido Ortodoxo, presidido por Eduardo Chibás. Todos son compañeros que trabajaban en la perfumería “FIBAH”. Aparecen junto a nosotros: Juan Manuel Márquez, el primero sentado de izquierda a derecha; el cuarto, también sentado, Manuel Bisbé, Senador de la República. El 4to de izquierda a derecha, de pie, el autor. Foto Liceo Ortodoxo. El autor al frente.

Foto tomada en 1948 al constituirse un Comité del Partido Ortodoxo, presidido por Eduardo Chibás. Todos son compañeros que trabajaban en la perfumería “FIBAH”. Aparecen junto a nosotros: Juan Manuel Márquez, el primero sentado de izquierda a derecha; el cuarto, también sentado, Manuel Bisbé, Senador de la República. El cuarto de izquierda a derecha, de pie, es el autor. Foto Liceo Ortodoxo.

No hay dudas que aquellos años, que aquellas experiencias, necesidades y calamidades vividas, habían abonado el terreno donde ahora fecundaba la semilla. Ahora todo lo veía con otra óptica, con otro prisma.


Réponse  Message 11 de 15 de ce thème 
De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:46

Un recuerdo inolvidable

24 agosto 2014 | 4

Vuelvo a la playa de Jaimanitas, pues yo la considero  mi segundo terruño, allí, se desarrolló mi adolescencia.  Con sólo 13 años comencé a visitar diariamente este pueblo, iba en el carretón para vender  viandas y frutas. Íbamos de casa en casa y de cuadra en cuadra. Eso me permitió establecer muy estrechas relaciones con la mayoría  de los que allí vivían, alli vi, sentí y viví muchos  momentos decisivos de mi vida.

¿Cómo olvidar a Blas y Eustronia su mujer, que tantas veces me acogieron en su modesto hogar? Ella fue como una madre para mí, cariñosa y servicial. Otra vecina  extraordinaria  lo fue Carmelina y su familia. ¿Acaso sería posible no recordar al viejo López, aquel que me compraba los mangos? Él no dejaba de aconsejarme que me superara.  Juan Chiquito también era otro que me estimulaba.

Allá arriba, casi al final de la calle principal, vivían el viejo Leo y su familión, estos siempre tenían para mí su mejor trato, alimentaban mis deseos de vivir eran todo: dulzura y cariño.   En la siguiente esquina estaba el bungaló de Angelita, este era una casa de madera, siempre pintada de blanco y filetes rojos, tenia  dos plantas y sin portal, su fondo era acariciado por las olas del mar. En la temporada de playa, ellos alquilaban habitaciones. Allí vivían; Angelita,  su esposo y su hijo quien  fue afectado cuando muy niño por la  poliomielitis, Angelita con su elevada cultura, puso un estimado por ciento en mi superación.

Mi última parada en esa calle,  era en  la casa de Alejandrina, otro manantial de amor, era viejita, de unos 70 años, aunque actuaba con espíritu juvenil, siempre tenía algo que ofrecerme para mitigar el hambre  que ya me golpeaba a esa hora. Al lado de la residencia de Alejandrina estaba la mansión de Lucilo  de la Peña,  viejo camaján, que había estado muy compenetrado con los gobiernos de Machado y después con el primer gobierno de Batista, del 33 al 44. Este había construido dos muros que se adentraban, más de 50 metros dentro del agua de la playa que estaba en la parte trasera de su mansión. Eran muros, altos y sólidos, así evitaba que el pueblo entrara en lo que el consideraba, su predio. Esto motivaba, el odio y rechazo de todo el pueblo.

El 1ro de junio de 1944, Ramón Grau San Martin ganó, con el Partido Auténtico, la presidencia de la República.  Eduardo Chibás, quien había sido un eterno crítico de los gobiernos anteriores y muy especialmente del viejo Lucilo de la Peña, y quien era en esos momentos, parte del Partido que tomó el poder,  se las arregló y consiguió un barco guardacostas y vino a Jaimanitas. A golpe de mandarria, con la ayuda de los marinos y el pueblo, echó abajo aquellos odiados muros.  Fue un verdadero acontecimiento, el pueblo se votó para la calle.  Toda la prensa nacional divulgó el hecho.

Son muchos los recuerdos que tengo aún, incrustados en mi mente, son recuerdos que sembraron la semilla, en aquel surco abierto, que era mi adolescencia. En este trabajo, que hoy expongo, he relatado muchos momentos vividos en esta playa, estos son solo algunas de las muchas experiencias que viví.

Gilda Hernández con su esposo y el hijo (Sergio Corrieri) en Jaimanitas.

Gilda Hernández con su esposo y el hijo (Sergio Corrieri) en Jaimanitas.

He dejado para el final, el intercambio, que día a día, yo sostenía con aquella extraordinaria patriota intelectual, Gilda Hernández. Ella marcó mi vida para siempre, fue la que más me alentó, para superar la categoría de “viandero” y convertirme en otra  persona.  Ya, al final, yo contaba con 17 años de edad y creo que es cuando doy el salto.  ¿Como olvidar aquel tesón y sacrificio diario, estudiando en el camino de ida y vuelta a la playa?, ¿cómo olvidar  los consejos constantes de Gilda?

Esa foto que aparece en este trabajo, donde estoy detrás del carretón con una piña en la mano, me la tomó ella, allí a su lado estaban su esposo y su hijo, este último, de unos 10 u 11 años, espigado y flaco.  Años después supe, que aquel hijo de Gilda, se nombraba Sergio Corrieri, convertido en un extraordinario actor y  el principal protagonista de las películas cubanas “Memorias del Subdesarrollo”, “El hombre de Maisinicu” y el David del serial “En Silencio ha tenido que ser”.

Aquí tenía 17 años, época en la que hacia los viajes a Jaimanitas vendiendo viandas.

La foto de la piña tomada por Gilda. Aquí tenía 17 años, época en la que hacia los viajes a Jaimanitas vendiendo viandas.

Él partió a las montañas del centro del país para llevar la cultura a los campesinos que vivían  en esa zona, y allí creó el teatro Escambray, uniéndosele su madre en esta tarea. Su obra política estribó a la par de la lograda en el campo artístico.

Me he detenido en Corrieri, pues éste, con su actuar en la vida, ratifica los valores que le inculcó a su hijo aquella mujer, Gilda Hernández.

Sergio Corrieri amó su terruño con pasión, y tanto que cumpliendo sus deseos, al morir, sus cenizas fueron esparcidas en el territorio de aquel pedazo de su patria: Jaimanitas.


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De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:48

Mi hermana y la difteria

3 agosto 2014 | 2

Mi hermana mayor, no había cumplido los cinco años. Eran tiempos difíciles, cuando se comía no se almorzaba y algunas veces se “volaban” ambos turnos. No había con qué prender el fogón.

Yeya comenzó a presentar una situación rara, le apestaba la boca y había algunas cosas que no eran usuales. Vino un médico y la vio, dijo que no era nada grave, que con un pequeño reposo bastaba. Mamá cargó con ella para casa de mi abuela; allá en la finquita se podía pasar mejor, había más posibilidades. Esto ocurría en 1932, un año antes de la caída de Machado.

Después de unos días, aparentemente había mejorado, pero de pronto empezó a enredársele la lengua y a dar tumbos. Cuando caminaba se iba de lado. Se llegó a la conclusión que había que llevarla al médico nuevamente. Mi mamá, haciendo un gran esfuerzo la llevó al Hospital Reina Mercedes. Este hospital estaba entonces en el lugar que ocupa hoy el Coppelia.

Hospital Reina Mercedes, en la esquina de L y 23, en el Vedado.

Hospital Reina Mercedes, en la esquina de L y 23, en el Vedado.

El médico determinó que Yeya tenía difteria y que se precisaba tomar medidas urgentes. Con su receta, mi mamá retornó al pueblo, pues era necesario encontrar la forma de salvarla y se había perdido mucho tiempo ya. Por el camino, mamá venía pensando en el puerquito que estaba criando para ocasiones como estas. Al llegar al pueblo supo que mi papá pudo vender el marrano en unos pocos pesos, para que los demás pudieran comer en esos días de hambruna. Toda su ilusión se fue a pique, y era imperativo buscar la forma de resolver aquella difícil situación. La niña se moría.

Mi abuelo, que tenía amistad con el alcalde del Municipio -un tal Pepín Fariñas- fue a verlo y este, teniendo en cuenta la calidad de trabajador que era mi abuelo, además por los servicios prestados a la administración municipal, le dio un vale para que fuera a la botica de la Calle Real y pudiera obtener las medicinas. Fue así como se salvó mi hermana Yeya.

Pero nunca hubo ni cumpleaños ni fotos

A todos los niños les gusta que le piquen un cake cuando llega el día de su cumpleaños, por lo menos cuando ya comienzan a tener razón. El soplido de las velitas, la piñata, los caramelos, los refrescos y las fotos tampoco deben faltar. En mi pueblo esto no era así… a mi nunca me celebraron un cumpleaños, ni me compraron un cake, ni me colgaron una piñata con caramelos, ni soplé una vela, ni me retrataron. La única imagen que tengo de mi niñez es la que me da mi madre y los más viejos que me conocían.

La primera foto mía fue en un colectivo de mi aula al fin de un curso, sería a los 9 o 10 años. Esa foto no llegó a mis manos. Todavía estoy tratando de conseguirla. La vi una vez en la casa de los galleguitos carboneros de mi pueblo. Otras fotos fueron a los 13 o 14 años, de esas de cajón.

Fue sólo cuando cumplí los 20 años, cuando ya ganaba 64 pesos al mes, que me auto celebré el primer cumpleaños. Desde luego que no hubo cake ni caramelos, ni refrescos, el plato fue el típico: arroz con pollo y cerveza. Me lo gasté todo, invité a todos mis compañeros de trabajo y mi familia. Se tiraron unas fotos… por ahí andan…

Imagen de la primera celebración de mi cumpleaños. (El autor marcado con la flecha).

Imagen de la primera celebración de mi cumpleaños. Soy el primero, a la derecha.

Nunca he podido olvidar el día que cumplí 15 años. Había acabado de pasar el famoso ciclón del 44 y ni luz eléctrica había en mi pueblo. Postes y árboles andaban por el suelo; desde luego que de todas formas no me lo iban a celebrar, no había con qué.

Daños ocasionados en construcciones por el huracán de 1944 en Ciudad de La Habana (Tomado de la revista Bohemia. Año 36. Nro. 39. Octubre de 1944)

Daños ocasionados en construcciones por el huracán de 1944. Tomado de la revista Bohemia. Año 36. Nro. 39. Octubre de 1944.

En aquellos tiempos yo no podía entender algunas cosas. Se repetía lo del Día de los Reyes, y los hijos de los Gómez y los Mendoza, al igual que recibían muchos juguetes en aquellos esperados días de Melchor, Gaspar y Baltazar, o los días que cumplían años, no sólo había fiestas para ellos, sino regalos muy bonitos.

Recuerdo que los hijos de estas familias, esos días se vestían muy elegantes y por la tarde mucho confeti y serpentina, gorritos de pico, piñatas grandes y mucho Happy Birthday, que cantaban otros niños que venían de los repartos de alcurnia de La Habana en máquinas lustrosas. Creo que por estas cosas que me pasaron y que era lo que sucedía a todos mis compinches del barrio, es lo que me hizo hacer después, cuando vinieron mis hijos, que a ellos no les sucediera lo mismo.


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De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:50

El viandero

17 agosto 2014 | 1

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De: Ruben1919 Envoyé: 21/10/2014 19:52

Los refranes en mi terruño

13 julio 2014 | 17

Bohemia

En este trabajo que le exponemos, ya había varios dichos incorporados, no obstante, en mi barrio se escuchaban muchos otros. Con seguridad, muchos de los que manejábamos nosotros, también tenían carácter general o nacional, otros eran locales, como los que utilizaban en tu pueblo.

Por ejemplo, yo pudiera decir: “Donde dije Diego, dije Diago” o “donde yo ca…., no como y donde como no cag…”.

También, recordando al senador que quiso pertenecer al Havana Yacth Country Club y los directivos dijeron: “No se nos puede meter gato por liebre”.

Y qué decir de Silvia, aquella que era hija de Santiago, el empleado de la Empresa Eléctrica, que cuando pasaba por la acera, iba con el cuello parado, sin mirar para los lados, una vez, Musungo, el dependiente de la bodega de la esquina dijo: —“Esa, se tira los vientos más alto que el “cu…”, otro dijo: —“Yo conozco al pájaro por la cagada”.

Hay dos dichos muy conocidos, que aparentemente se contradicen, ellos son: “El que madruga, Dios lo ayuda” y el otro: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Otro dicho muy objetivo es: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

Recuerdo que cuando hablábamos del negro Cayetano, aquel que murió allá detrás de la iglesia, siempre decíamos: — “Es más viejo que María Carcaño”, o “es más viejo que el Morro”.

Mi papá, cuando quería que yo aprendiera algo, me decía: —“Cortando huevos se aprende a capar” y agregaba, no olvides que: — “Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”.

Y recordando a Napoleón, siempre decíamos: —“Vísteme despacio que estoy de prisa” o cuando vienen a nuestra mente los efectos de las bombas que tiró Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki, decimos: —“Allí no quedó títere con cabeza”. Cuando el Machadato, recuerdo que mi tío Cuco dijo: —“Siempre que llueve, escampa” o agregaba: —“No hay mal que por bien no venga”.

Cuando venía la limosnera Paraguayo a pedir limosnas en la Iglesia de mi pueblo, todos los fiñes decíamos: “Esta más loca que una Chiva”.

Ahora sólo espero, que cuando concluya la escritura de estas crónicas y encuentre quien la imprima y pueda realizar su tirada, su adquisición “dure lo mismo que un merengue en la puerta de un colegio”.

Tengo muchos dichos, pero no quiero cansarte, otros serán también los que tú incorpores. ¡Esa es una de tus contribuciones a este libro! ¡Gracias!.


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De: Ruben1919 Envoyé: 31/10/2014 09:43

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De: Ruben1919 Envoyé: 06/11/2014 05:40
Tratados en Cuba 6 195 pacientes con células madre

Orfilio Peláez :: Al cierre del primer semestre de este año el número total de pacientes tratados con células madre en nuestro país alcanzó la cifra de 6 195, mientras ya son 14 las provincias que aplican el promisorio proceder empleado por primera vez en Cuba en febrero del 2004, afirma hoy el diario Granma.

El doctor en Ciencias Porfirio Hernández, vicedirector de In­ves­tigaciones del Instituto de Hema­tología e Inmunología, y pionero en la introducción de ese método que constituye la base fundamental de la llamada medicina regenerativa, precisó a Granma que las especialidades de angiología y ortopedia y traumatología acaparan la mayor cantidad de casos atendidos al sumar 3 126 y 2 747, respectivamente.

Calificó de prometedor el uso de la terapia celular en pacientes aquejados de insuficiencia arterial grave de los miembros inferiores, al evitarse la amputación mayor en un rango de 58 al 80 % de los enfermos que tenían esa indicación, mientras en aquellos con insuficiencia arterial crónica de miembros inferiores, que a consecuencia del dolor intenso estaban obligados a detener la marcha antes de los 150 metros, se reporta una mejoría notable en alrededor del 85 %. Incluso, algunos logran caminar un kilómetro y más sin manifestar molestias.

También hay resultados alentadores en quistes óseos, fracturas óseas complejas, pseudoartritis, necrosis aséptica de la cadera, lesiones articulares degenerativas, en particular de la rodilla, periodontitis, paraplejía por traumatismos de la columna vertebral y lesión de la médula espinal, infarto del miocardio, lesiones neurológicas crónicas asociadas a secuelas de infartos cerebrales, así como en pacientes con distrofia muscular de Duchenne y osteogénesis imperfecta.

Según indicó el doctor Porfirio Hernández, por el momento la aplicación de células madre en Cuba se hace mediante proyectos de investigaciones en que se incluyen los pacientes de acuerdo con los objetivos del estudio, y no con un criterio asistencial, pues esta última opción no puede introducirse hasta que existan suficientes evidencias capaces de fundamentar su empleo masivo como proceder terapéutico, seguro y eficaz.

Tomando en cuenta las perspectivas favorables que puede ofrecer a las personas con enfermedades crónicas que no responden a los tratamientos convencionales, la terapia celular es considerada uno de los avances médicos importantes de los últimos años.

Por provincias La Habana tiene la más grande muestra de casos con 2 257, seguida de Pinar del Río, 1 239, y Artemisa, 1 035.

Granma/Cubadebate



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