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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 26/11/2014 22:03 |
"...Mi ardido corazón a la deriva... No te me vas, apenas en llegando..."
"Sin título"
Guillermo Wiedeman
Reseña biográfica
Poeta colombiano nacido en Medellín en 1895. En su ascendencia se mezclaron las sangres española, alemana y escandinava. Se desempeñó en diversas actividades comerciales e intelectuales, dirigiendo reconocidas revistas literarias en Medellín y Santafé de Bogotá. Su literatura se inició dentro del modernismo, adoptando luego posiciones estéticas acordes con el surrealismo francés y con el creacionismo de Vicente Huidobro. Su poesía conjuga la ciencia, el erotismo, la ironía, la ternura, la espiritualidad y la materia. Publicó «Tergiversaciones», «Libro de signos», «Variaciones alrededor de nada» , «Prosa de Gaspar», «Fárrago y Nova el vetera». Falleció en Bogotá en 1976. ©
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Arieta II
A Pepe Mexia
Perfumes, aromas ya idos. .. Aromas, perfumes... Aromas de áloes, sándalos y gomas, suaves perfumes abolidos: ¿en cuáles Edenes perdidos, en cuáles Pompeyas, Sodomas, Lutecias, Corintos y Romas, estáis?
De etéreas, gráciles redomas, de pebeteros encendidos en noches de goces ardidos, cuando los senos eran pomas de áloes, sándalos y gomas...; perfumes, aromas huidos, suaves perfumes... ¿abolidos estáis?
De una guedeja desprendidos; de candideces de palomas...; olor de los besos que tomas de los labios estremecidos de Eva o Lilith...; olor de nidos; de etéreas, gráciles redomas... ¿en dónde -perfumes, aromas- estáis?
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Balada del disparatorio báquico, impregnada de múltiples romanticismos
Dícela "El Ebrio"
Aquesto dixo “El Ebrio”, una vegada. Aquesto dixo con su voz cansada. Aquesto dixo por la madrugada.
Yo dello non sé nada.
Bebamos en las cráteras de oro que laboró el cincel benvenutino, champagne, bulbente y bullicioso vino .
Bebamos en las ánforas de barro doria hidromiel; en el panzudo jarro blonda cerveza, y en las cristalinas frágiles copas el anís sonoro así como las finas mixturas sibilinas.
"Porque es dulce olvidar".
Bebamos en las cráteras de oro el líquido tesoro que enloquece las mentes y elide los deseos, y que sume los sueños impotentes en helados Leteos!.
Porque es dulce olvidar. ¿Algo esculpido quedar merece en el cerebro? Nada! Porque es dulce olvidar...
El viento azota la cima de los árboles, tedioso; vacila el corazón ante la rota! El espíritu vago! ¡La voluntad errátil es un tortuoso Yago! y el soñar aterido...: ¡el soñar aterido y no vibrátil ni altanero!... y nostálgico, anheloso de una distinta vida...
Los jardines románticos horros están de idilios. Y son hueros los cánticos jocundos de Himeneo!
Dormita ya el Deseo! Ya dormita el Amor! Y yerra -enloquecida- por sus ludies exilios de Dolor, l’alma pura de Ofelia, mientras Hamlet, moroso y taciturno sepultóse en sí mismo!”
Ya no existe la verdad, si ha existido... Ya no es nada la belleza, y lo es todo! y la tristeza ¡cómo es asaz vulgar y adocenada!
Yo buceo un abismo y el tal abismo es hueco! Todo es superficial, mentido y triste. Todo: el Amor y la Naturaleza, el Mar, las Nubes, la ideal Belleza: sólo restan cinismo, rutina, y el enteco sentido de lo práctico y la cómica metafísica vómica!
Es preciso beber la sangre cálida de los magos elixires! Complicados brebajes, quinta-esencia, sudor de las retortas y alambiques; todos los filtros químicos y alquímicos el díctamo, el nepentes, súmanme en la demencia!
En el absintio quiero que se esconda -tras de sus de sirena glaucos ojos- mi espíritu arbitrario, mi corazón, y toda la amargura de abolidos despojos!
Es preciso beber la sangre cálida, sangre morena o sangre blonda! En el absintio quiero que se esconda -tras de sus glaucos ojos de sirena– mi corazón, y toda la amargura!
"La azul locura pálida, soberana locura, se asile en mi cerebro solitario!"
Bebamos en las cráteras de oro todo el licor que corre por la vena de la pródiga uva; y hagamos la serena -la serena o la loca- vida del que en sí propio no se toca y que en nada se halla...
-Búdico ser en éxtasis, Jaiyám bajo los astros, Edgar en la taberna, Diógenes en su cuba... Desdeñosos e impávidos, sonrientes, mirando la batalla sempiterna, mirando la batalla de apetitos, la gresca y el estridir de dientes y el vulgar forcejeo para ascender, para medrar, para vivir...
"Nosotros -sí, nosotros- olímpicos yazgamos sobre el trípode sacro: claudicantes e irónicos, sonrientes espectadores del simulacro, sin recordar, sin añorar, sin anhelar, ¡sin un solo deseo!"
Brúña el trágico véspero con sus hórridas lumbres incendiarias; dóre el amanecer con vagas lumbres y medias-tintas de atediada suavidad; o aljofáre la luna del bebedor la cabellera bruna o la blonda o endrina cabellera nimbada de doliente claridad, y bebamos el vino, y bebamos el vino, y bebamos el vino!
Aquesto dixo el Ebrio una vegada. Aquesto dixo con su voz cansada. Aquesto dixo por la madrugada.
Yo dello non me curo. Yo dello non sé nada
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Balada del mar no visto, ritmada en versos diversos
No he visto el mar.
Mis ojos –vigías horadantes, fantásticas luciérnagas; mis ojos avizores entre la noche; dueños de la estrellada comba; de los astrales mundos; mis ojos errabundos familiares del hórrido vértigo del abismo; mis ojos acerados de viking, oteantes; mis ojos vagabundos no han visto el mar...
La cántiga ondulosa de su trémula curva no ha mecido mis sueños; ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre; ni aturdió mi retina con el rútilo azogue que rueda por su dorso... Sus resonantes trombas, sus silencios, yo nunca pude oír...: sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos; ni su mutismo impávido cuando argentos y oros de los soles y lunas , como perennes lloros diluyen sus riquezas por el glauco zafir...!
No aspiré su perfume!
Yo sé de los aromas de amadas cabelleras... Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos y frágiles y tibios; de senos donde esconden sus hálitos las pomas preferidas de Venus! Yo aspiré las redomas donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos; las zábilas y mirras del mago Zoroastro... Mas no aspiré las sales ni los iodos del mar.
Mis labios sitibundos no en sus odres la sed apagaron: no en sus odres acerbos mitigaron la sed... Mis labios, locos, ebrios, ávidos, vagabundos, labios cogitabundos que amargaron los ayes y gestos iracundos y que unos labios –vírgenes- captaron en su red!
Hermano de las nubes yo soy. Hermano de las nubes, de las errantes nubes, de las ilusas del espacio: vagarosos navíos que empujan acres soplos anónimos y fríos, que impelen recios ímpetus voltarios y sombríos! Viajero de las noches yo soy.
Viajero de las noches embriagadas; nauta de sus golfos ilímites, de sus golfos ilímites, delirantes, vacíos, - vacíos de infinito..., vacíos...-Dócil nauta yo soy, y mis soñares derrotados navíos... Derrotados navíos, rumbos ignotos, antros de piratas...!el mar! Mis ojos vagabundos –viajeros insaciados- conocen cielos, mundos, conocen noches hondas, ingraves y serenas, conocen noches trágicas, ensueños deliciosos, sueños inverecundos... Saben de penas únicas, de goces y de llantos, de mitos y de ciencia, del odio y la clemencia, del dolor y el amar...!
Mis ojos vagabundos, mis ojos infecundos...: no han visto el mar mis ojos, no he visto el mar!
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Balada del tiempo perdido
I El tiempo he perdido y he perdido el viaje...
Ni sé adónde he ido... Mas sí vi un paisaje sólo en ocres: desteñido...
Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas de turbio pelaje, de negras plumas. Y luces mediocres. Y luces mediocres. Vi también erectos pinos: señalaban un dombo confuso, ominoso, abstruso, y un horizonte gris de lindes circunspectos. Vi aves graves, aves graves de lóbregas plumas -antipáticas al hombre-, silencios escuché, mudos, sin nombre, que ambulaban ebrios por entre las brumas... Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas.
No sé adónde he ido, y he perdido el viaje y el tiempo he perdido...
II El tiempo he perdido y he perdido el viaje...
Ni sé adónde he ido... Mas supe de un crepúsculo de fuego crepitador: voluminosos gualdas y calcinados lilas! (otrora muelles como las tranquilas disueltas esmeraldas). Sentí, lascivo, aromas capitosos! Bullentes crisopacios brillaban lujuriosos por sobre las bucólicas praderas! Rojos vi y rubios, trémulos trigales al beso de los vientos cariciosos! Sangrantes de amapolas vi verde-azules eras! Vi arbolados faunales: versallescos palacios fabulosos para lances y juegos estivales! Todo acorde con pitos y flautas, comamusas, fagotes pastoriles, y el lánguido piano chopiniano, y voces incautas y mezzo-viriles de mezzo-soprano. Ni sé adónde he ido... y he perdido el viaje y el tiempo he perdido...
III Y el tiempo he perdido y he perdido el viaje...
Ni sé adónde he ido... por ver el paisaje en ocres, desteñido, y por ver el crepúsculo de fuego!
Pudiendo haber mirado el escondido jardín que hay en mis ámbitos mediocres! o mirado sin ver: taimado juego, buido ardid, sutil estratagema, del Sordo, el Frío, el Ciego.
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Canción de Dinarzada
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada: todo tu ser se le entregó a mi ruego! todo tu ser se le rindió a mi Nada! todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
Ya qué me importa el torvo rumbo ciego! Es lumbre para mí la desolada llanura yerma! Alígero navego bajo la tempestad desmelenada!
Todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Tu grande corazón, tu alma extasiada, tu espíritu finísimo, a mi ruego se rindieron: donáronse a mi Nada! Noche: en tus brazos únicos me entrego, Dinarzada sutil, noche soñada...
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada! Todo tu fuego se fundió en mi fuego!
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Canción ligera
Me quedas tú, y me donas tu alegría con el dolor, y tu miel deleitable con el acerbo aloe. Me quedas tú, y la luz que tu alma cría dentro la tenebrura inenarrable de mi yo solitario:
Siempre loe tu don ilusionario.
Me quedas tú, y el claro sortilegio de tus ojos rïentes: con su hechizo mi soledad se puebla.
Me quedas tú, y tu risa, cuyo arpegio me embriaga, y tu tesoro de oro cobrizo solaz del alma sola:
La gris niebla tu regalo aureola.
Me quedas tú, y el filtro que tu ardida boca frutal, sombreada, en mis febriles resecos labios vierte.
Me quedas tú, la ingenua enardecida, me quedas tú, la experta, de sutiles tácticas retrecheras:
Vida. Muerte. Lo que quieras.
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Canción nocturna
En tu pelo está el perfume de la noche y en tus ojos su tormentosa luz. El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante. Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.
La noche está en tu frente morena, erguida y frágil y en tus brazos que un vello sutil aterciopela. La noche está en recónditos parajes de tu cuerpo: -la noche perfumada de nardo y de vainilla y de canela...
La noche está en tus ojos brunos, iridiscente: constelaciones bullen en su vivaz burbuja. La noche está en tus ojos brunos, cuando los cierras: noche definitiva, noche agorera, noche bruja.
En tus oídos, toda la música de la noche se refugia, y te arrulla con su vago susurro. En tus oídos, toda la música de la noche, y en tu voz, y en tu risa, y en tu tácito llanto...
En tu frente, su angustia latente insomne yerra, y en tu pecho amoroso su tormentosa luz. En la noche sortílega, sortílego discurro... El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante. Tus manos son dos pálidas lunas sobre mi frente.
Clavos en ti me clavan , oh Noche deleitosa! noche...! tibio madero de mi cruz!
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Canción nocturna 2
Mañana sí veré con ojos jubilosos la luz, la luz del día;
en pleno día miraré la noche fúlgida, en pleno día oiré sus cánticos, absorto, los cantos de la noche única! en pleno día respiraré el aroma de la noche estremecida!
Yo besaré los labios de la noche: y mis manos febriles pondrán presas sus manos tibias y oprimirán los flancos de la noche y los muslos -vía láctea-, los muslos siderales de la noche; y mis manos febriles retozarán en cálidos oteros y odorantes colinas y jardines ocultos de la noche...
Yo escrutaré los ojos de la noche: me beberé el fulgor de sus pupilas por saber si es amor ese fulgor...: -por saber si es amor el hondo efluvio, el tormentoso exálito que efunde la melena de la noche, me embriagaré en su bruna cabellera...: por saber si es amor todo el perfume que envuelve el cuerpo en ascuas de la noche, yo estrecharé en mis brazos el cuerpo de la noche...
Mañana sí veré con ojos jubilosos la luz, la luz del día:
en pleno día miraré la noche fúlgida, en pleno día oiré sus cánticos, absorto, los cantos de la noche única! en pleno día aspiraré el aroma de la noche estremecida!
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Cancioncilla
Quise una vez y para siempre -yo la quería desde antaño- a ésa mujer, en cuyos ojos bebí mi júbilo y mi daño...
Quise una vez -nunca así quise ni así querré, como así quiero- a ésa mujer, en cuyo espíritu fundí mi espíritu altanero.
Quise una vez y desde nunca -ya la querré y hasta que muera- a ésa mujer, en cuya boca gusté -otoñal- la Primavera.
Quise una vez -nadie así quiso ni así querrá, que es arduo empeño- a ésa mujer, en cuyo cálido regazo en flor ancló mi ensueño.
Quise una vez -jamás la olvide vivo ni muerto- a ésa mujer, en cuyo ser de maravilla remorí para renacer...
Y ésa mujer se llama... Nadie, nadie lo sepa -Ella sí y yo-. Cuando yo muera, digas -sólo- quién amará como él amó?
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Cancioncilla 2
Tú coronas mis quince lustros con el cíngulo de tus brazos, con el cíngulo de tus muslos, con el perfume de tus labios, con el éxtasis de tu júbilo -cabrilleante por los lagos auriendrinos, hondos carbundos-.
Con la tersura de tus manos, con el ardor de tu combusto tesoro en flor, que orna melado toisón en rizos: el refugio fragante, que al híspido fauno tú le donas, -intercolumnio-: oasis tibio entre alabastros.
Tú coronas mis quince lustros con el hechizo de tus labios; con el cíngulo de tus muslos, con el cíngulo de tus brazos, con tus fulgentes ojos rútilos, con tus besos trémulos, ávidos, -ora lustrales, ora lúbricos...-
Con la tersura de tus manos, con tu voz rauca en el susurro, con tus ímpetus inexhaustos, con tus anhelos sitibundos que el corazón hinchente: heraldos de los mis goces y los tuyos, -nuestra embriaguez y nuestro gaudio-.
Con el cíngulo de tus muslos, con el cíngulo de tus brazos, con el prodigio intercolumnio con el regusto de tus labios... Tú coronas mis quince lustros con el brillo de tus ojazos, -gémulas de móvil mercurio-.
Con tu voz grave, con tu osado corazón fiero, con tu iluso férvido ensueño, con tu claro zahareño espíritu agudo. Con el oreo de tu cálido sexual exhálito y efluvio, y prístino efluvio y exhálito.
con tu severo rictus duro, con tu sonrisa en sobresalto, con tu silencio o tu murmurio, -tu pasional mezzo-soprano que se asordina en el connubio...- Con el cíngulo de tus brazos, con el cíngulo de tus muslos...
con la caricia de tus manos, con el éxtasis de tu júbilo, con el éxtasis de mi gaudio, con nuestros éxtasis en uno, con el embrujo de tus labios, coronaste mis quince lustros y continúas coronándolos...
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Divagación nocturna
Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar...
En el silencio de mis noches oigo tu voz aletear, tu voz que me dice muy paso que no me quieres olvidar...
En el silencio de mis noches, -como la luna sobre el mar- riela en mi alma tu recuerdo...
Veo el undívago vibrar de las estrellas, en tus ojos...
Me embriaga el cálido aromar de tu melena tenebrosa... Tu frente, -un milagro lunar- trasluce los puros anhelos de tu querer, de tu ensoñar.
Se van mis horas solitarias tras tu recuerdo, en un girar de sueño y sueños ilusos... (No los podremos realizar?...)
Melancólico ensueño ilusorio que justifica el vegetar del ánima mía soberbia, de mi espíritu singular... Melancólico ensueño ilusorio... (no lo podremos realizar...?)
Riela en mi alma tu recuerdo... Siento en mi boca palpitar el beso trémulo y perenne con que nos hemos de besar... miro en tus ojos de misterio -como si fueran a llorar...- todo el poema de la vida que no pudimos realizar... En tu nocturna cabellera -nardos y lirios y azahar- aspiro todos los perfumes con que quisiera aletargar mi quimérica pantomima de soñar y soñar y soñar! Está en tu grácil cuerpo fino toda la euritmia del rimar... Son tus manos palidecidad -parece que fuera a nevar...-, tus manos, lánguidas y breves, pareja de lirios sin par! Tus manos, que bendijeron con su perdón, mi divagar por arduos caminos oscuros y muelles sendas del pescar...
Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar... En el silencio de mis noches oigo tu voz aletear..., tu voz, que me dice muy paso que no me quieren olvidar!
Siento en mi frente ensombrecida tus manos cándidas posar... Siento en mi ardida frente gélida el balsámico palpitar de tus labios, que borran culpas y que me quieren perdonar...
¡Melancólico ensueño ilusorio de mi incoherente divagar! Fantasía disparatada de mi espíritu singular! Delirio ingenuo que se trueca -irónico y duro- en pesar... ¡Melancólico ensueño ilusorio que no podremos realizar...!
Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar...!
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Rimas
Tímida, la palabra de tus labios caía, y en mi pálida frente dolorosa y macabra, toda melancolía se regó, evanescente, blanda, como un arrullo...
Oh tu voz adorable... ¡Voz única entre tantas! (Bajo el influjo suyo fue placer inefable mi dolor...) -Hoy no encantas este fúnebre yermo...
( No sé dónde se riega -toda melancolía- tu voz... ) -Y estoy enfermo porque tu voz no llega a bañar de alegría mi sufrir... en mi vida dolorosa y macabra, tal vez hubieran sido para curar la herida, tu voz y tu palabra que yo jamás olvido...!
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Ritmos
A Rafael Maya
Atardecer. Temor crepuscular... Inquietudes que el véspero insinúa... Luces violadas. Nombre de mujer que escucho musitar cuando el silencio se acentúa...
Angustia tremulenta. Indeciso dolor que no se nombra... Indeciso dolor que se aposenta -frío y taimado- en lo interior de nuestra sombra!
Parpadear lento, undívago, ingrávido, en la penumbra... y el mismo musitar yel mismo acento del nombre y de la voz que mi cansancio / apesadumbra! Atardecer. Campanas augurales. Tristeza insomne, múltiple, que en su gris me / circuye: y un rostro de mujer tras los cristales, que me mira y me nombra... y que me huye!
Abulia; anhelos de languidez, de sueño..., ¡no sentir! Escancio tu licor, oh crepúsculo!, en los hielos del cansancio... tu licor en los hielos del morir!
Atardecer. Temor crepuscular. Inquietudes que el véspero insinúa. Luces violadas. Nombre de mujer que escucho musitar cuando el silencio se acentúa!
Atardecer... |
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4 de feb. de 2012 - Subido por haylibros www.haylibros.com La voz del poeta. León de Greiff lee su Relato de Sergio Stepansky. |
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De: LuchoG |
Enviado: 26/11/2014 22:42 |
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