En un crucero de placer, se encuentran entre otras muchas personas,
Pepe, el protagonista de nuestra historia, y esa delicia de
mujer (o al
menos, esa aparente delicia de mujer) que se llama Claudia Schifer (perdon si
la ortografia es incorrecta).
Tras una tormenta impresionante, el barco naufraga y tan solo Pepe y
Claudia (si estas leyendo esto, perdona la confianza
se salvan, yendo a
parar a una isla desierta. Con el paso del tiempo, solos y abandonados a su
suerte, deciden dedicar su tiempo a la aventura del saber, en su vertiente
“conocimiento carnal” (eufemismo lo bastante explicito como no necesitar de
mas explicaciones).
Tras muchos meses de intensas relaciones (la falta de TV se hace
notar en estos casos), Pepe se decide a hablar con Claudia:
- Claudia, he de hablar contigo. Necesito pedirte tres deseos. Crees
que podras concedermelos?
- No lo se, Pepe. Prueba a ver…
- Bien. El primero es que… Me gustaria llamarte Mariano. Te importa?
- Pues… Pues, no. Este es facil. Que mas?
- Bien. El segundo es… Te importaria sacar uno de los trajes de
hombre que hay en ese viejo baul que salvamos del naufragio y vestirte con el?
- Bueno, este es algo mas extraño, Pepe, pero tampoco me importa. De
acuerdo. Cual es el tercero?
- Pues el tercero es que quisiera hablar seriamente contigo paseando
por la playa. Vamos?
- De acuerdo.
Y aqui estan, Pepe y Claudia (perdon, Mariano), paseando por la playa
al atardecer. De repente, Pepe se detiene, se gira, pone una mano sobre el
hombro de Claudia y le dice:
- Mariano, se que no vas a creerme, pero… Llevo meses tirandome a la
Claudia Schifer.