Algo de esto ya subí a mi blog hace un tiempo. Vean ahora la muy interesante nota de Emiliano Guido en Miradas al Sur sobre el proceso de selección de los “blancos” a atacar, supuestamente terroristas, por los drones de los Estados Unidos. Proceso que se lleva a cabo, semanalmente, en la Casa Blanca. Como se verá en una de las imágenes que acompaña esta nota y que les pido que no se la pierdan, porque al ser interactiva es de una extraordinaria elocuencia: (ver: http://drones.pitchinteractive.com/)
tan sólo en el caso de los ataques perpetrados en Paquistán hubo entre 2004 y 2013 3.213 víctimas fatales. SOLO 50 fueron lo que en la jerga del Pentágono se llama “de perfil alto”, es decir, gente sobre la cual existía una evidencia irrefutable que pertenecía a organizaciones terroristas (siempre según la definición norteamericana del término). El RESTO está formado por “otros”, “civiles” y “niños”. Esto sólo en Paquistán. Pero los drones también se utilizan en Afganistán, Yemen, Sudán y, por parte de Israel, en Gaza.
Ver, en esa misma edición de Miradas al Sur, la nota de Alejandro Ávila, “Apuntas y matas. Eso es todo”, la escalofriante confesión de un ex piloto de drones de la CIA sobre sus crímenes.
Así se ven a las víctimas en la pantalla de la computadora que maneja el dron: "apuntas, click, ¡muerto! |
“LOS MARTES SANGRIENTOS DE BARACK OBAMA”
Emiliano Guido
Miradas al Sur (Buenos Aires) 28 de Diciembre de 2014
Todos los martes, luego de desayunar, podemos suponer, su religioso tazón de cereales con rodajas crocantes de tocino, el Premio Nobel de la Paz Barack Obama reúne en su despacho de la Casa Blanca a su círculo áulico de asesores en materia de seguridad internacional para determinar cuáles deben ser los líderes terroristas a exterminar esa semana desde el cielo con las bombas de los drones norteamericanos –aviones teledirigidos, el fetiche militar indiscutido de la era Obama– que sobrevuelan varios países de Medio Oriente. Roberto Montoya, columnista de Miradas al Sur en España, cuenta con muchos detalles ese ritual que sintetiza el espíritu líquido de las guerras limpias e inteligentes desplegadas por Washington en su reciente libro publicado Drones, los sicarios robóticos de Barack Obama: “La mecánica de esas reuniones consiste en que los principales responsables de Inteligencia de Estados Unidos aportan a esa reunión su ‘kill list’, una serie de dossiers con la ficha individual de distintos personajes considerados de los más peligrosos para la seguridad nacional. Y con esos datos, el presidente emite su veredicto. Se da luz verde a su ejecución o se posterga o se descarta. Una rutina que ya lleva años”. Pero, muchas veces, como documentó la organización WikiLeaks en sus primeras grandes filtraciones (lo que valió el exilio forzado del activista Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres), la guerra limpia de Obama se ensucia las manos. Las bombas, o el fuego de ametralladora abierto desde un helicóptero de asalto, caen en el lado equivocado y terminan bañando de sangre un casamiento en el interior de Afganistán, pulverizan un taller de autos en las calles céntricas de Bagdad o liquidan a un niño sirio que no pudo correr lo suficientemente rápido. Daños colaterales, como le llaman.