Es tan cruel el encierro para un animal, que cuando un día se ve libre, en algunos casos ni siquiera es capaz de afrontar la libertad. Y llega hasta a morir.
Así, trágico, fue el destino de Karla, Abetsarí, Deyanira o Karina, una de las cuatro tigresas que el pasado mes de noviembre fue entregada por un circo al zooparque Los Caimanes, en Buenavista (Córdoba), donde les reservaron un lugar ideal para que de nuevo supieran lo que era pisar tierra, agua, hierba, arbustos... y correr o al menos caminar con ese sigilo propio de las fieras.
Paula Andrea Raigosa, directora ejecutiva del zooparque, dice que no sabe cuál de las cuatro murió, pues aunque sabía sus nombres cuando las entregaron, no identificó cuál correspondía a cada animal.
“Era de las de mayor edad, no quiso recibir alimento, no estaba bien alimentada, entró en depresión y nuestros veterinarios trataron de darle todas las ayudas posibles, pero finalmente murió”, relata con tristeza, pues su sueño era mantener a las cuatro juntas, tranquilas, sin sobresaltos ni el estrés de ser sacadas cada día a ofrecer un espectáculo manipulado por humanos.
Las tres que siguen vivas, radiantes y con esa mirada fina, fija, de animal noble y feroz, le dan la tranquilidad de que llevarlas allí fue la mejor decisión del circo que las entregó en cumplimiento de la ley que obliga, a partir de junio, a que ningún circo en Colombia tenga animales.