Vivimos a la defensiva. Lamentablemente múltiples razones nos impulsan a tener a mano el ataque como respuesta. Pero también es cierto que si observamos con detenimiento nuestra conducta y la de quienes nos rodean, encontraremos que hay muchas muestras de hostilidad gratuitas.
Una cosa es proteger nuestros derechos e integridad y otra es caer en la negativa espiral que comienza con la falta de cortesía, se alimenta con la ironía, el sarcasmo, la indiferencia, la falta de empatía y desafortunadamente muchas veces termina en violencia, ya sea verbal o física.
Tal vez no te consideres así, pero hay que recordar que somos hostiles cuando:
-No saludamos al llegar a un lugar.
-No contestamos el saludo de otros.
-Nos olvidamos de mirar a los ojos, sonreír y escuchar atentamente a quien nos habla.
-No tenemos paciencia y creemos que el único tiempo valioso es el nuestro.
-Somos prejuiciosas.
-Hacemos críticas destructivas.
-Caemos en el chisme y la calumnia.
-Actuamos con prepotencia.
-Somos indiferentes ante las necesidades o dificultades de otros.
-Iniciamos o alentamos conversaciones negativas y poco productivas.
-Ponemos en práctica la “viveza criolla” y no respetamos las reglas de convivencia en la comunidad, la ciudad, el tráfico: nos coleamos, hacemos ruidos molestos, usamos el hombrillo como canal, tocamos corneta indiscriminadamente….
¿En cuántas de estas –y otras tantas- cosas no caemos todas alguna vez? Muchas veces promovemos eso que tanto rechazamos sin darnos cuenta. La buena noticia es que si te fijas bien, la mayoría de estas manifestaciones son evitables. Es cuestión de recordarlo y ponerlo en práctica. Y hacerlo a menudo, ya que es muy fácil caer provocaciones, que tristemente en la actualidad son constantes.
También es lógico preguntarse qué hacer cuando son otros los que no evitan la hostilidad. Pues la respuesta de quienes saben de construir paz es contundente: siempre que no esté en peligro tu integridad física, la hostilidad se combate con más empatía y con más amabilidad.
Cada quien está librando sus propias batallas, hay que preguntarse si tal vez esa persona que es agresiva en el trato no estará librando alguna más dura que la nuestra. Todas hemos pasado por una situación difícil y es bastante probable que quienes nos rodean se hayan visto afectados por nuestra reacción. Seamos empáticas y compasivas, no contribuyamos a que la espiral crezca más.
Si hacemos nuestra parte ya es mucho, pues lo mínimo que hagamos a favor de una vida más positiva, siempre sumará a nuestro bienestar y al de nuestro entorno.
Del diario El Pais de Uruguay