“Si ustedes estuviesen enfermos con solo unos meses de vida, ¿querrían saberlo?”, fue la pregunta que en medio de un asado nos planteó un amigo doctor y que abrió una gran discusión frente al tema.
Su razón era el que él se había tenido que enfrentar a la no grata tarea de informar a los pacientes la condición en que estaban y sentía algo de incomodidad aun con el tema, después de todo, la muerte es algo de lo que poco hablamos en la sociedad occidental de hoy.
La respuesta de la mayoría fue que nos gustaría que nos informaran, para así poder usar el tiempo en ordenar los asuntos pendientes y aprovechar lo que nos quedara de vida antes de partir, una respuesta que según el resto de los doctores en el grupo era algo bastante común y algo que la mayoría de los enfermos realmente terminaba haciendo.
Imagen: Francisco Olea
La muerte es algo que todos, sin excepción en algún momento enfrentaremos.
Es casi seguro que si hiciéramos una encuesta, más del 95 por ciento de las personas dirían que no quieren morir, al menos no ahora, algo a lo que incluso adherirían los más religiosos que creen en una vida eterna. Sin embargo la muerte es algo que todos, sin excepción en algún momento enfrentaremos.
Destino inevitable
Entonces me parece extraño que casi no lo hablemos, y que prácticamente no hagamos nada para prepararnos ante este inevitable destino de nuestra existencia física, porque más allá de nuestra creencia en una vida eterna, reencarnaciones, karma o algún tipo de proceso en el que nuestra esencia siga viva, nuestra existencia como seres humanos nos lleva a aferrarnos incansablemente a la vida.
Buscamos de todas formas evitar a la muerte.
Sin embargo, un artículo sobre un reciente estudio de la Universidad de Missouri en una rama de la psicología que busca conocer cómo reaccionan y se adaptan las personas ante el miedo a la mortalidad, encontró que pensar y tener en el subconsciente la idea de la muerte, es beneficio para el comportamiento social de las personas y saludable en la toma de decisiones para entregar prioridades a nuestros actos día a día, en contraste con lo que los primeros estudios no integrativos decían años atrás.
Así como podríamos decir que como seres humanos estamos programados para aferrarnos a la vida, también lo estamos para ayudarnos, ser sociales y compartir, mal que mal, así es como hemos llegado a vivir en familias y sociedades.
Para mí esto hace mucho sentido, pero la pregunta que me viene a la cabeza entonces es por qué esperar hasta saber que tenemos los días contados. ¿Por qué solo buscar poner en orden nuestras prioridades cuando sabemos el límite de nuestra existencia física y nuestra consciencia actual? ¿Por qué no comenzar a darle prioridad a las cosas que realmente sentimos que son importantes ahora?
Comprendo el miedo a siquiera pensar que podemos dejar este mundo, y todo lo que eso podría conllevar para nuestros seres queridos, pero lo que yo he logrado comprender es que la muerte es un camino propio, único y personal. Un viaje que debemos aprender a enfrentar solos con nuestro interior y nuestras creencias.