Amor y cuidado de las mascotas
Dar el ejemplo
Como en tantos otros aspectos de la educación de nuestros hijos, lo importante es dar el ejemplo. Los niños incorporan el amor a los animales cuando ven que sus padres son compasivos, nobles, responsables, respetuosos y disciplinados con las mascotas.
Lo mismo sucede con el temor a los animales. Padres temerosos suelen inculcar en sus hijos el miedo a las mascotas.
Lo importante es confiar en el mensaje que damos con nuestra propia conducta.
Cuando menos lo esperemos, veremos a nuestro pequeño acariciando o cuidando a una mascota.
Transmitir el amor a los animales es una forma, también, de enseñar a respetar y cuidar a la naturaleza.
¿Cómo empezar?
Es cierto que los niños pequeños no saben cómo relacionarse con los animales
domésticos. Una de las primeras cosas que tienden a hacer es tirar de su cola o bigotes, pellizcarlos o subirse encima de ellos. Conviene, entonces, que les enseñemos a acariciar a una mascota. Podemos comenzar con un juguete de peluche, para practicar, indicando que hay que hacerlo de forma suave y lenta.
Por otro lado, hay que explicarles que los animales poseen sentimientos y sensaciones y que un tironeo o un golpe les duele. También deben saber que la mascota puede responder agresivamente para defenderse.
Tiene que quedar bien claro que ciertas bromas como agitar un hueso o simular comer del plato de una mascota pueden dar lugar a una reacción feroz.
Por último, es indispensable remarcar que nunca se acerquen a un animal que no conocen. Primero tienen que pedirle permiso al dueño y consultarle cómo relacionarse con la mascota.
¿A qué edad empezar?
Los niños pequeños deben estar bajo supervisión de un adulto cuando estén cerca de los animales porque pueden hacerles daño o provocar una reacción de defensa por parte de éstos. Lo mismo sucede con la responsabilidad del cuidado. Es importante que vayan adquiriendo el hábito y para ello pueden colaborar con sus padres. Pero todavía no deben asumir la tarea de darles de comer o sacarlos a pasear.
Recién a los 10 o 12 años, un niño es capaz de cuidar a un animal con cierta autonomía. Esta experiencia será muy enriquecedora para él porque le permitirá aprender a velar de alguien que, de no ser atendido según sus necesidades, no podría subsistir.
Establecer rutinas
El cuidado de una mascota requiere de ciertas rutinas como alimentarla, cambiar su agua, pasearla o bañarla. Es conveniente, para el animal y para el niño que está aprendiendo a cuidarla, que esto suceda siempre en el mismo horario.
Una buena idea es armar en un lugar visible una cartelera en la que establezcamos en qué momento del día y a qué integrante de la familia le corresponde ocuparse del animal doméstico. Será divertido controlar entre todos si las tareas se han cumplido.
También es importante que el pequeño comprenda que jugar o hacerle caricias a su mascota forma parte de esas rutinas. No se trata de hacerlo simplemente cuando se acuerda o tiene ganas sino, al menos, una vez al día. De lo contrario el animal sentirá que lo están abandonando. Esta sensación podrá interferir en su conducta volviéndolo más agresivo o más apático.
Cuidados importantes
Es conveniente observar el lenguaje corporal de las mascotas y enseñarle a nuestro hijo qué están comunicando con ello. Por ejemplo, si un gato está siseando o mueve la cola, significa que está enojado y que no se lo debería tocar. Evitemos estimular excesivamente a los animales domésticos. Tampoco se los debe asustar, gritarles o acercárseles sigilosamente.
Visitemos periódicamente al veterinario para controlar la presencia de algunas
enfermedades que se transmiten de los animales a los seres humanos. Tal es el caso de los parásitos, los hongos, los virus y las bacterias. Su vía de transmisión es generalmente por contacto directo o a través de las heces del animal.
Para evitar su contagio conviene vacunar y desparasitar a nuestras mascotas
periódicamente, lavarse las manos después de tocarlas, acostumbrarlas a no lamer a los niños, no permitir que los pequeños les den besos, evitar que apoyen sus patas sobre la mesa y alimentarlas con comidas preparadas o suficientemente cocidas.
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