Tras una faena en la plaza de toros de La Macarena de Medellín y ganar la Feria de la Candelaria, Múnera, que ya había sido apodado «El Pilarico» en la ciudad colombiana, consiguió un contrato para torear en España. Llegó el 6 de marzo de 1984 y allí completó veintidós corridas. Sin embargo, el 22 de septiembre del mismo año, en la plaza de toros de Munera (Albacete), el toro «Terciopelo» de la ganadería del Marqués de Villagodio lo enganchó por la pierna izquierda y lo levantó, causándole la fractura de la quinta vértebra cervical con lesión medular irreversible acompañada de trauma craneoencefálico. Quedó parapléjico.
Permaneció hospitalizado en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo durante cuatro meses, tras lo cual, al no haber conseguido recuperar la movilidad, fue trasladado al Jackson Memorial Hospital de Miami (Estados Unidos). Allí permaneció hospitalizado cuatro años y medio más, y en ese tiempo recuperó la movilidad de sus manos y pudo empezar a desplazarse en silla de ruedas. También aprovechó para estudiar Teosofía. Finalmente, fue trasladado de nuevo a Medellín para continuar su recuperación.
Durante su estancia en Miami, Múnera se convirtió en antitaurino. Posteriormente, diría que aquella cornada que lo apartó de la vida en el ruedo fue un aviso de Dios.
“La mejor cornada que haya podido recibir un torero en la historia ha sido la mía. No me partió ni la arteria femoral, ni la carótida, ni me sacó un ojo!! Me partió el alma en dos, dejando con vida sòlo el lado humano!!”