“Yo te ofrezco, Señor, la vejez de mi cuerpo,
Mis músculos sin fuerza, que sé que voy perdiendo,
Mi agilidad apagada, que quedó en el recuerdo,
Mis ojos ya sin brillo, mis torpes movimientos,
Mis piernas tan cansadas, buscando siempre asiento,
Mis manos tan gastadas, de tanto que sirvieron,
En ayuda y caricias a cuantos acudieron,
Yo te ofrezco, Señor, la nada de este cuerpo
Que fue ágil y fuerte, que fue joven y esbelto…
Que pasó por la vida con ruidos y silencios.
Hoy, en este lugar en el que Tú me has puesto
Y que sabes, Señor, que es mi mundo y mi tiempo,
Te ofrezco con amor, la vejez de mi cuerpo…”
d/a
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