“La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”
(Albert Einstein)
¿Te acuerdas de cuando eras muy pequeño/a?, ¿recuerdas tus fantasías?, ¿todos esos personajes que habitaban en tu mundo?, ¿todos esos colores? Con el tiempo, vamos pasando de vivir en un mundo de ensoñaciones para adentrarnos cada vez más en la “realidad“.
Buscamos explicaciones lógicas a lo que nos rodea, dejamos de ver más allá de lo establecido e incluso dejamos de crear realidades alternativas. Dejamos de soñar. Atrás queda entonces lo imposible, porque el mundo adulto nos dice que ya no sirve para nada y que centrarnos en lo de fuera, en lo real, es lo único importante.
Los niños, sobre todo en edades comprendidas entre los 2 y los 6 años, pueden fantasear con tener un amigo imaginario. Y no, no hay ningún problema en ello. De hecho, se ha demostrado que les ayuda en el desarrollo de sus emociones y su creatividad, aprendiendo así a apreciar el mundo de una forma más sensible y empática.
Les ayuda a expresar sus alegrías, sus miedos, las cosas que les preocupan e incluso sus deseos más profundos.
Los amigos imaginarios pueden ser un espejo con el que poder hablar con aquellas voces que están en su mente y que aún no pueden reconocer como su propio pensamiento. Se establece así un diálogo que se exterioriza y que les permite formular ideas y desarrollarlas para ese otro personaje que han creado.
Los niños son conscientes del mundo real, pero a esas edades todavía les cuesta asimilarlo y aceptarlo tal y como es. Por tanto, los amigos imaginarios pueden representar sus valores, su lógica y su percepción del entorno. Son algo así como un ensayo de la vida cotidiana, pudiendo recrear situaciones o problemas a resolver. Es una proyección de lo ilimitado de su lógica.
Incluso madres y padres pueden sacar provecho de esta situación en ciertas ocasiones para beneficio de sus hijos, sirviéndoles para:
– Corregir las conductas preservando su autoestima: “Dile a tu amigo que no se toca la olla caliente porque se quema” o ” dile que no coja las cosas de mamá sin permiso”.
– Consolar y acompañar de forma simbólica, por lo que el pequeño aprende a hacer cosas por sí solo.
– Poner en él aspectos positivos o negativos propios y ajenos, facilitando así la comprensión y desarrollo de la inteligencia emocional.
Pero, ¿cuándo puede ser un problema?
En la gran mayoría de casos es tan sólo una etapa pasajera de pensamiento mágico, pero podemos ser observadores en su proceso de evolución, sin juzgar ni reprimir su imaginación. Tampoco podemos inventarnos un amigo imaginario para ellos, son los propios niños los que deben llevar a cabo el proceso de creación.
Puede ser un problema cuando les impida cumplir con sus tareas o compromisos de su vida cotidiana. Aunque puede haber muchos motivos detrás del hecho.
Si observamos que el niño se ha vuelto retraído y no se relaciona con los demás o si ha adquirido un comportamiento más agresivo a causa de su amigo imaginario, tenemos que estar atentos. En estos casos, buscar la ayuda de un especialista es la mejor opción para tratar la problemática.
Por lo demás, no hay ningún motivo para alarmarse. Lo mismo que vienen, los amigos imaginarios se van con el tiempo. Cada niño es un mundo y la imaginación infinita. De hecho, es una de las mejores herramientas para poder entender mejor el mundo cuando somos mayores.
Ahora y gracias a las nuevas tecnologías, podemos guardar un recuerdo de esos maravillosos amigos que crea nuestra mente infantil o la de nuestros hijos. Podemos convertir en realidad la fantasía, la imaginación y la creatividad de los niños, conservar un pedazo de ese compañero de ficción que guiaba nuestros pasos y nuestros sueños.
—¿Eso quiere decir que no somos de verdad?
—No. Solo quiere decir que pertenecemos a una realidad distinta. Una realidad que los mayores no entienden, por eso dicen que somos imaginarios.(M.Dicks)
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