Nuestro barrio estaba casi rodeado por diversas fincas, más que nada productoras de café combinadas con árboles de naranjas de diversas variedades o con plantaciones de plátano; mas allá, se extendían grandes extensiones de monte con árboles frutales silvestres como guayaba, jinicuil, níspero, durazno, chirimoyas y otros más, así como un precioso nacimiento del otro lado de la vía del ferrocarril donde gran parte de nuestra niñez se desarrollaba de una manera maravillosa en contacto con la naturaleza. También, a un costado de la colonia, contábamos con un espacio verde al que le llamábamos "El llanito", lugar donde se desarrollaban tremendos juegos de beisbol entre trabajadores del Servicio Urbano local, contra ellos mismos o contra novenas de otros lados, o entre los niños y jóvenes de ese tiempo. En ese lugar se desarrollaban innumerables actividades deportivas que nos mantenían distraídos para no notar la pobreza en que nos desenvolvíamos la mayoría de los habitantes de la colonia, pobreza que gradualmente desapareció con los años por el esfuerzo y trabajo de nuestros padres que nos colocó en el nivel económico de la clase media. Así, a grandes rasgos, éste fue el entorno natural y social en que me desenvolví en mi niñez.
Mis padres, Don Miguel y Doña Justina, gracias a Dios fueron muy amorosos y flexibles respetando siempre nuestro desarrollo como individuos.
El laboraba como empleado de la Cooperativa de Camioneros del Servicio Urbano de la ciudad y de la cual fue socio fundador, y laboró en ella hasta el día de su fallecimiento.
Fue un hombre luchador, incansable, trabajador, respetuoso con su familia y sin distinciones con todas las personas con las que tuvo una relación laboral, social o amistosa, y sobre todo, un hombre honesto consigo mismo y con los demás, un hombre honrado a carta cabal que se abrió paso en el mundo, superando grandes problemas individuales en su vida, como el abuso de bebidas alcohólicas que padecía y que lo agigantaron a los ojos de propios y extraños; ése era mi padre.
La casa de la que les platico, fue construida por la directiva del Servicio Urbano, presidida por Don Isolino Púmar, un español con un gran don de gentes y una persona de grandes principios según me platicaba mi padre, que hizo posible que se construyera esa gran colonia con viviendas dignas y económicas para beneficio de sus trabajadores, después de eso, permitió que la empresa pasara a manos de los trabajadores formando una cooperativa, lo que le dio el nombre que hasta la fecha conserva como Cooperativa.
Recuerdo que desde muy chico, 8 o 9 años de edad, le llevaba su desayunito a mi papá a la terminal donde llegaba el camión de pasajeros que él manejaba, y me sentía el niño más importante del mundo por ese motivo, y vieran que no hubiera cambiado esa función y ese sentimiento por nada.
Mi madre hasta la fecha es una gran mujer, una mujer excepcional, valiente, amorosa, y también con ese don de gentes que le ha valido el cariño y respeto de todos sus hijos incluyendo el de cada una de sus nueras; reservada y enemiga de chismes que pongan en peligro la estabilidad en el matrimonio de sus hijos, así como respetuosa de la intimidad familiar. Esa es mi madre.