En el calendario cristiano hay una fecha especial, un día en que se celebran todos los santos al mismo tiempo. Es un resumen de todo el año, una festividad que quiere rendir homenaje a todos nuestros seres queridos ya fallecidos. Los cementerios se llenan de vivos, las tumbas florencen, el colorido casi esconde la tristeza de la muerte. La muerte se engalana.
En la postales, es el mundo anglosajón el que ha detallado con mayor esplendor esa fecha. Se trata de Halloween, una tradición que viene de los celtas, de la Irlanda antigua, quienes celebraban con un vigor espectacular la fiesta de la cosecha, la más importante del año en una sociedad que por entonces vivía, o sobrevivía, al amparo de lo que extraían de la tierra.
Se producía entre los meses de octubre y noviembre. Cuenta la leyenda que los muertos regresaban a visitar a los vivos, y éstos procuraban que aquellos tuvieran un buen recibimiento para que no se enojaran y los les molestaran más de lo necesario… Para ello dejaban caramelos y otros dulces, comidas suculentas, fuera de las casas. Los muertos andaban a su antojo y los vivos permanecían en casa esperando que el mal trago pasara.