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“Este Año Jubilar de la Misericordia no excluye a nadie”, escribió el papa Francisco. Y, en el colmo de la misericordia, autorizó a que los sacerdotes (y no solo los obispos) puedan absolver el pecado del aborto a las mujeres. La bendición papal todavía no corre. Empieza el 8 de diciembre y se extiende hasta el 20 de noviembre del 2016. Si alguna quiere ir al confesionario que espere un poquito. Pero no mucho. La fecha de vencimiento expira en diciembre del año que viene –salvo alguna renovación celestial– y es una excepción de misericordia por el Jubileo. Es una estrategia para la promoción de la Nueva Evangelización para el Año Santo Extraordinario.
El último hit gestual de Francisco tuvo repercusión internacional. Pero, en Argentina, tiene una modulación diferencial. El efecto Francisco en la política argentina es de alto impacto. Lleva el día a día local, recibe (o no) a candidatos presidenciales, pide por presxs, pueblos originarios y campesinxs –aunque la falta de marcación genérica nos corresponde– y marca agenda. ¿Este nuevo gesto papal indica que la Iglesia argentina es más papista que el Papa y está a la derecha de Francisco? ¿O la clase política argentina vuelve a tener una cruz en sus bancas por sobre su cabeza? ¿Si la Iglesia avanza el Congreso también debe avanzar? ¿O la maquillada Iglesia, con nuevo book de clemencia infinita, legitima su cara más retrógrada? ¿Es igual oponerse a una institución vetusta, conservadora, europeista encabezada por Benedicto XVI que a un Papa latinoamericano abrazado a Rafael Correa e incluso convidado con una hoz y un martillo en forma de cruz por Evo Morales? ¿El Papa flexible en el perdón pero inflexible en la legalización del aborto es más misericordioso con las creyentes o es más nocivo? ¿La culpa es del Papa o Francisco hace la renovación en el Vaticano y la clase política argentina no renueva su acción desde el Congreso de la Nación? El perdón es un gesto, pero lleno de preguntas, de polémicas, de miradas. Y, también, de efectos religiosos y políticos. Por eso, en Las 12, se abre el debate. ¿Cuál es el efecto Francisco para las mujeres?
Mujer, arrepiéntete
“El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido”, dijo Francisco. “Vale la pena destacar que muchas mujeres católicas que han abortado no se arrepienten, por lo que difícilmente soliciten su perdón a un sacerdote”, dispara Daniel Jones, investigador del Conicet y miembro del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto Gino Germani.
La idea del perdón refuerza la idea de culpa por interrumpir un embarazo y la neo estrategia conservadora de acentuar un presunto trauma post aborto en las mujeres como una de las grandes banderas para no contemplar el derecho a decidir. El perdón se ejerce solo sobre quien debe ser perdonada. No sobre quien decide la mejor manera de encarar su vida. El perdón ya es un látigo a recibir por decidir. No se permite. Se perdona.
Las católicas no esperan la palabra del Papa para abortar. El 84 por ciento de las mujeres que accedieron a un aborto legal en México DF son católicas, apenas el 11 por ciento no tiene ninguna religión, el 3 por ciento son cristianas y el 1 por ciento pertenece a otra religión.
La Iglesia no puede decidir sobre la vida o la muerte de mujeres. Pero, para algunas, la decisión vaticana puede implicar un alivio. En ese sentido, para la agrupación Católicas por el Derecho a Decidir la decisión de Francisco tiene valor. “Las declaraciones del Papa dan cuenta de un avance en la posición de la jerarquía de la Iglesia Católica frente al aborto, en tanto reconoce las situaciones complejas que llevan a las mujeres a decidir sobre su cuerpo y el dilema moral que ello supone, cuando deciden en el marco del mal menor según la doctrina católica. Como líder religioso es importante que el Papa se identifique con una postura más flexible sobre la construcción del pecado y su conexión con el aborto. Que nos saque una carga más en el marco de subordinación en el cual la religión nos ha colocado”, sostienen.
¿Cuál es el efecto del perdón en las creyentes? “Es como un bálsamo, como cerrar herida. Es tan importante la misericordia. La mujer o el hombre que se acerca es porque realmente lo necesita”, asegura el cura Juan Carlos Molina, ex titular de la Sedronar, el organismo responsable de coordinar las políticas nacionales de lucha contra las adicciones. El también señala que la carta de Francisco es más que un gesto ya que, hasta ahora, los curas normales no estaban autorizados a perdonar ese pecado en el ideario católico y que, durante el año de la misericordia, sí. “Evita un montón de burocracia en el perdón. Hasta ahora a una mujer que viene a confesar con dolor un aborto la tenes que mandar a hablar con el obispo. Ya se siente condenada por lo hecho, encima le cargamos la mochila de dar vueltas rogando el perdón”, destaca en lo que llama una misericordia en la periferia. Y aclara: “Es un cambio en la pastoral, no en la legislación de la Iglesia. Termina el año de la misericordia y volvemos a la normalidad a no ser que el Papa decida otra cosa”.
Francisco es Bergoglio
Daniel Jones es un especialista en el cruce entre religiones y aborto y autor del artículo académico: “El papa Francisco y el derecho al aborto. ¿Del pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad al puro pesimismo?”. El considera: “Más allá del registro de la fe, este acto se inscribe en una larga trayectoria de intervención política de la jerarquía católica y de Jorge Bergoglio (hoy Francisco) sobre el aborto. Como máxima autoridad de la Iglesia Católica en Argentina (presidente de la Conferencia Episcopal entre 2005 y 2011), sus acciones públicas no se diferenciaron de ningún modo de la posición vaticana de rechazo absoluto al derecho al aborto. Como analizamos en una investigación documental con Paloma Dulbecco, el cardenal Bergoglio demostró ser un fiel defensor de la posición oficial del Vaticano y se mostró proactivo en la promoción de una “cultura de la vida” (opuesta a la “cultura de la muerte” que representaría el aborto). Las recurrentes acciones de la jerarquía católica contra el derecho al aborto no tienen como único propósito evitar que las mujeres cuenten con este derecho legalmente reconocido y/o lo ejerzan. Por un lado, se trata de una proyección política de la jerarquía católica que la mantiene como un actor autorizado y con influencia en los debates sobre sexualidad y reproducción. Por otro lado, y en simultáneo, dichas acciones le permiten escenificar, testear y confirmar públicamente su influencia política sobre los poderes estatales”, señala.
¿Y dónde quedamos?
Desde el regreso de la democracia, en 1983, se tardaron veinte años para el que el Estado pueda repartir anticonceptivos gratuitamente, en clara medida, por la influencia de la Iglesia en las políticas públicas. La Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable logró sancionarse en el 2002 y ejecutarse en el 2003. A partir de ahí el Congreso de la Nación se liberó del yugo invisible de las sotanas y se aprobó la ley de Educación Sexual Integral (en el 2006), la ley de matrimonio igualitario (en el 2010) e identidad de género (en el 2012). Pero en el 2013 Bergoglio se rebautizó Francisco. Y el huracán eclesiástico volvió a soplar en el Congreso de la Nación. En la aprobación del nuevo Código Civil la Iglesia afiló de nuevo el lápiz normativo y logró quitar la maternidad subrogada y retroceder en la definición de comienzo de la vida en el nuevo Código Civil.
Por eso, un debate central es si el proyecto presentado por la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con el aval de más de 62 diputados/as de todas las fuerzas, está frenado por el efecto Francisco. “Las creencias católicas de parte de las y los legisladores; su cercanía a la jerarquía de la Iglesia Católica, la capacidad de lobby y el temor a pagar el costo político de enfrentarla públicamente; la disciplina partidaria, entre otros factores, explican que el aborto continúe siendo penalizado (a excepción de los limitados causales de no punibilidad), pese al sostenido y organizado movimiento de mujeres y aliados que demandan su legalización. A diferencia de lo sucedido con la educación sexual integral y el matrimonio para parejas del mismo sexo, dos leyes discutidas y aprobadas durante el kirchnerismo y el mandato de Bergoglio al frente de la Conferencia Episcopal, el aborto no ha supuesto para la jerarquía católica argentina una derrota política a mano de elencos gubernamentales y legislativos que tomen distancia de su posición”, remarca Jones.
El sostiene que el Papamóvil hizo dar marcha atrás el debate sobre derechos en la Argentina: “Desde la unción de Bergoglio como Papa en marzo de 2013, su creciente legitimidad parece haber colaborado en los retrocesos en el debate sobre la legalización del aborto en Argentina. El efecto Francisco más fuerte a nivel local es haber reavivado la cercanía entre buena parte de la dirigencia política y la jerarquía de la Iglesia Católica”.
Sin embargo, el perdón también abre muchas lecturas posibles: ¿Un límite o una oportunidad de ir por más? ¿Es el momento menos propicio porque Francisco no permitiría un avance sobre la legalización del aborto en su cuna geográfica y condicionaría fotos, cartas a mano y bendiciones de gobernabilidad a cambio de su credibilidad santa? ¿O, por el contrario, si el propio Pontífice hace lío en el Vaticano el Congreso Nacional tiene el deber histórico y el propio guiño papal para dejar de legislar la ruleta rusa –con posible pena de muerte– contra las mujeres que interrumpen un embarazo en la clandestinidad?
“La decisión sobre el perdón religioso a quienes se arrepientan del aborto brinda una oportunidad política. Si el propio Papa flexibiliza la condena a las mujeres que abortan ¿qué argumento les queda a las y los legisladores (tan afectos a escudarse en las creencias religiosas y las opiniones de Francisco) para evitar debatir y modificar una legislación que condena penalmente a las mujeres que abortan?”, interpela Jones.
En el mismo sentido, Marta Alanis, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir y de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto señala que la clase política le echa la culpa al Papa de las decisiones que le corresponden y que no se atreven a tomar: “Hay un autodisciplinamiento a la jerarquía católica y no hay voluntad política. Es compleja la situación pero este es el momento para avanzar y, por eso, hay que presionar”.
Juan Marco Vaggione, profesor e investigador del Conicet de la Universidad Nacional de Córdoba llama al cuerpo legislativo a dejar la sumisión afuera de sus bancas. “La violencia de considerar que una mujer que aborta es una delincuente continúa impresa en nuestra legislación. Si la misericordia y el perdón mueven al Papa para entender lo que él denomina “el drama del aborto” (lo que para muchas católicas hace tiempo ya no es ningún drama), la justicia, la libertad y la dignidad tienen que movernos como comunidad política para legalizar finalmente el aborto voluntario. Es necesario seguir horadando el autodisciplinamiento de gran parte de los políticos que parecen ofrendar al Papa un silencio sumiso respecto a la legalización del aborto”, subraya.
La deuda pendiente de la democracia
Bergoglio demonizó el casamiento entre parejas no heterosexuales. Pero era Bergoglio y manejaba la Catedral de Buenos Aires. Sus palabras no lograron hacer torcer la voluntad de aprobar el matrimonio igualitario. En cambio, Francisco despacha perdones, pero desde el Vaticano y con una gestión que entrona la tierra, el trabajo, el techo, la inclusión de presos y pueblos originarios y la ecología en un reclamo de capitalismo sosegado. Y, además, con un cordón umbilical con la política nacional que ya tiene como sub sede europea la residencia de quien ya nadie nombra como Jorge y que, menos que menos, subestiman.
Pero, hay diferentes posiciones y análisis. La presidenta de la Fundación Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), Mabel Bianco minimiza el efecto Francisco. “La despenalización del aborto no se permite discutir en el Congreso desde hace mucho, antes del efecto Francisco. No hay decisión política del Gobierno y esto quedo claro cuando se trato el matrimonio igualitario que se aprobó a pesar de la oposición de la Iglesia Católica y las nuevas iglesias pentecostales. Después se sumo el efecto Francisco y allí el gobierno continuo negando el derecho a discutirlo, no digamos ya a aprobarlo, empecemos por dar lugar a que se discuta en el Congreso”.
Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA diferencia entre pecado y delito: “El problema en nuestro país es que se aborda un tema de autonomía de las mujeres y de libertad reproductiva desde la política criminal. Esta es una gran deuda de nuestra democracia. La penalización del aborto es profundamente ineficaz e injusta, pero además es discriminatoria: está destinada a un solo sexo. En la declaración papal nada se dice de los profesionales de la salud que hacen la práctica, ni del varón que participó en la gestación. Toda la culpa recae una vez más sobre las mujeres”.
¿Iglesia, cuál iglesia
Otro dato central son las diferencias dentro de la Iglesia Católica. Francisco se enfrenta con estas posturas a los sectores más conservadores y, dentro de la Argentina, hay grupos jerárquicos de choque –más papistas que el Papa o más reaccionarios que la actual jerarquía mundial– que se expresaron en contra de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que –en el fallo FAL– convalidó los abortos legales en casos de violación, inviabilidad del embarazo o riesgo para la salud o la vida de la madre. También repudiaron el “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo”, publicado en abril de este año, por el Ministerio de Salud de la Nación, en el cual se dispone que toda mujer que sienta que un embarazo pone en riesgo su salud (física o emocional) tiene derecho a una interrupción en un hospital público.
En relación a la interna eclesiástica Vaggione destaca: “Las declaraciones del Papa ponen de manifiesto que los grupos pro-vida y los sectores más activos en impedir los derechos de las mujeres son una pequeña minoría dentro de la comunidad católica. Una minoría poderosa, sin dudas, pero que en su búsqueda por criminalizar a las mujeres y por entorpecer los casos más básicos de aborto (como violación o riegos para la vida o para la salud) dejan ver una total falta de “misericordia” –en término del Papa– o de interés por la justicia y la libertad en términos más políticos”.
Díaz enfatiza que hay un teléfono descompuesto entre el Vaticano y la jerarquía nacional: “La actitud del papa Francisco está claramente a la izquierda de la jerarquía católica local. El Papa comenzó a mirar desde otra perspectiva, incluso, el proceso político de nuestro país, por eso está tan desconcertada la derecha argentina. Creyeron tener un aliado anti gobierno y se encontraron con alguien que sintoniza con los procesos de integración regional y con nuestra Presidenta. El problema es que la iglesia local, en especial su jerarquía, se siente más legitimada como actor político y no han producido ningún proceso de reforma y revisión al estilo que propone Francisco. Por el contrario atacan, con gran virulencia en estos últimos tiempos, las políticas de salud que garantizan el aborto no punible, la fertilización asistida, la implementación de la educación sexual integral. Se comportan como la antinomia del mensaje pastoral más abierto y flexible que propone el Papa”.
A llorar al templo, a pedir al Congreso
Una posibilidad es que las sotanas hayan impedido la aprobación del aborto y otra que señalar hacía la cruz sea el atajo para quitar la responsabilidad política a la que se deben los y las representantes del pueblo y el propio pueblo (o sus sectores más acomodados) más allá de sus representaciones. La historiadora e investigadora del Conicet Karina Felitti señala: “Además de la Iglesia Católica hay que ver que para muchas mujeres que el aborto sea clandestino no genera una imposibilidad. Pagan y lo obtienen. No se ha logrado una movilización del tipo que se logró con Ni Una Menos. La construcción de una solidaridad de mujeres, de la sociedad en general, sin distinción de sexo/género, es una cuenta pendiente. Una movilización masiva que saque a la calle a todas aquellas personas que pasaron por una situación de aborto. Para eso hay que revisar las estrategias de las convocatorias, generar una conciencia en mujeres de clase media y alta que al tener las posibilidades materiales de un aborto seguro no dimensionan que lo seguro en la clandestinidad no lo es”.
Tal vez si se espera que la Iglesia permita la discusión se le pide peras al olmo o se posterga indefinidamente el debate. El periodista político Iván Schargrodsky, columnista de C5N y Nacional Rock, subraya: “El carácter pecaminoso del aborto es un principio teológico que no es esperable que la Iglesia revise en ningún futuro cercano. Las declaraciones de Francisco son lo máximo que uno puede esperar de la institución que preside. Esto sigue la mejor tradición de la iglesia: perdonar todos los pecados mientras no amenacen su autoridad política. El papado de Francisco tiene, hasta el momento, una zona gris: no ha revisado ninguna de las cuestiones dogmáticas de la Iglesia a pesar de los numerosos e importantes gestos que ha tenido. Es errático exigirle la despenalización o legalización del aborto a la Iglesia y no al Estado, que es el responsable político de tales iniciativas”.
Díaz pide no pedir a la Iglesia. Ya se consiguió la educación sexual y los anticonceptivos gratuitos. El aborto legal no puede esperar. Ni se puede rezar para que no mueran más mujeres. “El aborto seguirá siendo una opción para las mujeres frente al dilema de un embarazo no deseado, mas allá de lo que diga el Código Penal. Pedimos educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. No le pedimos nada a la Iglesia Católica, mucho menos a la jerarquía local –remarca–, que ataca las leyes que protegen la salud de las mujeres. Le pedimos al Congreso que trate un tema que la sociedad demanda debatir”.