Los únicos responsables de un acto tan atroz, vil y cínico somos nosotros. Figuramos en el mundo hace 70 mil años y comenzamos una lenta destrucción de todo a nuestro alrededor.
Aunque tomamos conciencia de nuestros actos, la avaricia, el poder y el dinero nublaron nuestra mente y desaparecieron cualquier indicio de equilibrio con la naturaleza; aquella que nos vio nacer, encumbró y brindó todo para nuestra evolución, quien nos regaló el Paraíso en la Tierra. Éramos libres, fuertes, teníamos todo al alcance de la mano y decidimos destruirlo.
Talamos los bosques que nos brindaban aire fresco y puro, arrasando con el hábitat de cientos de miles de especies. Cazamos a todo ser vivo que pudiera servirnos como alimento, establecimos tortura y barbarie disfrazada de cultura, y adoramos la colección de partes del cuerpo animal. La estupidez no quedó ahí, pues como si fuera un instinto, saqueamos a nuestros pueblos vecinos, nos asesinamos bajo el nombre de diferentes banderas y establecimos sociedades basadas en modelos de explotación.
Era inevitable, podrías pensar, nuestro desarrollo como especie dependía de la dominación sobre el resto de especies y de una explotación desmedida de los recursos. ¿Existía algún otro camino? ¿Uno que no supusiera un círculo vicioso que concluyera en nuestra auto-destrucción? Ya es demasiado tarde para pensar en el pasado, sólo nos resta detener nuestra destrucción, remediar el daño y prepararnos para lo que depare el futuro. Si es que queremos sobrevivir.
¿Hasta dónde llegaremos como especie si seguimos haciendo lo que tanto nos ha caracterizado?
Cazamos, pescamos y matamos más rápido de lo que la propia naturaleza puede regenerarse. ¿Hasta cuándo podremos mantener este sistema de explotación natural?