No creo en la felicidad. Bueno, la realidad es que en nada creo, pues ahora solo me baso en la realidad. Una realidad, para mí desagradable, pero realidad. Ya no tengo esperanza, ni sé qué significa pues en ella mucho tiempo basé mi vida y, desafortunadamente, sus pilares se derrumbaron.
Confianza, esperanza, ilusión, deseo, necesidad, ...,algo tan necesario para seguir luchando!
Al carecer de todo ello, ¿se puede pensar en vivir, en luchar, o únicamente existir y dejar pasar los días?
¿Qué hace al ser humano tomar la decisión de dejar la vida si es que tiene el valor suficiente? ¿Qué causa a la persona la angustia diaria de despertar sin sensación alguna, excepto la de sobreexistir?
A veces, es cierto que existen motivos reales que llevan a ello, como la pérdida de un ser querido, el trabajo, la vivienda, la pobreza, ... ; sin embargo, en muchas otras, no existe razón alguna aparente para ese desasosiego, esa falta de vitalidad. Bueno, la verdad es que hay una razón de peso que algunos (y creo que muchísimas personas) sienten: la terrible y poderosa soledad.
La soledad que no se elige, la que se aferra sin voluntad, la que convierte la ilusión, el deseo, en algo tan lejano que ya nada sentido ha lugar.
Las personas somos seres sociales, necesitan comunicarse, amar, sentir; y, en soledad duradera, permanente, nada de ello se puede percibir.
Para quien nada desea, ni siente, ni percibe, ..., para quien el día a día es una constante agonía, no hay peor enemigo que la vida.
La felicidad es algo abstracto y ambiguo, pero el bienestar y el placer no lo son; si hay algo que el ser humano necesita es precisamente eso. Y, cuando se lleva largos años sin hallarlos, ¿qué sentido tiene vivir?
Las palabras, sobran; pues no dejan de ser eso ... palabras. La mejor medicina para sanar y sentir (si es que existe) la belleza de la vida es que la persona se sienta querida, valorada; en definitiva, se sienta parte de esta vida.
Quien no halla el deseo, ni la ilusión, ni el placer; quien no puede facilitar cariño ni recibirlo; quien su único destino es levantarse para realizar un trabajo sin ningún sentido y acostarse sin hallar el calor de una sociedad en la que vive; quien su único sentimiento es la angustia y la tristeza; a nadie puede responsabilizar ni presionar; pero, las horas y momentos, pasan sin sentido dar lugar.
Nunca he sentido la necesidad de vivir, arrastrando cada instante el profundo deseo de este mundo dejar. Y es que, sin deseo, ¿a dónde llegar?
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester