La muerte es una realidad que debemos conocer, ya que es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, y en el que se tiene la posibilidad de seguir progresando espiritualmente, por lo que nuestra tarea es transmitir a los hombres que la muerte no existe, que la muerte no es el término de la existencia, sino una puerta que se abre en dirección a una realidad en el más allá.
El hombre de hoy, tecnológico y cibernético, delante de la muerte siente que es el fin de la vida y que después no hay nada…Cada cual es libre de aceptar o rechazar aquello que su uso de razón o sentido común le aconseje. Sin embargo, pensamos que está demás meditar sobre un hecho tan cierto como es el de la muerte. Si en realidad no hay nada después, nada pasará, ni para bien o para mal. Ahora bien, si es verdad que la vida continúa después de abandonar el cuerpo físico, el haber meditado al respecto, el habernos informado sobre el particular, nos ayudará sin ninguna duda a resituarnos en esta nueva ubicación…
Decía Sócrates “…es pues un hecho, que los verdaderos filósofos se preparan para morir y que ellos son, entre todos los hombres, aquellos que menos miedo le tienen a la muerte”.
Las aportaciones a esta realidad son muy variadas, desde los casos observados por pacientes en estado pre-agónico, los cuales eventualmente declaraban estar presenciando visiones de parientes ya fallecidos que venían a buscarles para conducirlos a un plano de existencia diferente, así como la de paisajes y seres desconocidos. Nos referimos, por lo tanto, a la transición de la vida para la muerte.
Decía la Dra. Elizabeth Kublrer Ross, que “la muerte puede ser dolorosa; morir, propiamente, no lo es. Es común escuchar que los que se van no vuelven para contar como es el otro lado de la vida. Esto no es tan cierto, pues hay numerosos registros de casos de personas que sufrieron muerte clínica o fueron dadas por muertas y retornaron a la vida nuevamente, trayendo en la memoria el recuerdo de ese momento último. Sin contar, naturalmente, con la manifestación de aquellos espíritus que a través de una mediumnidad seria, aportaron sus datos personales, verificados posteriormente tras las comprobaciones oportunas. Por eso es tan importante aprender a morir.
Nos preparan ansiosamente para las demás situaciones de la vida y sin embargo, nos descuidamos tanto en las cosas de la muerte y del morir. ¿Acaso no sería mucho más importante para el hombre una adecuada preparación para la muerte?
Ha habido un creciente número de personas que han venido poniendo un especial cuidado al problema de la muerte y del morir. Los dos más destacados han sido la Dra. Elizabeth Kubler-Ros, ya fallecida,y el Dr. Raimundo Moody Jr. En sus trabajos ellos relatan varios casos de experiencias reales de personas declaradas clínicamente muertas o de otras que, después de un violento trauma, quedaron en un profundo estado de choque y fueron dadas por muertas. Estos pacientes fueron reanimados y pudieron describir lo que vieron o sintieron durante el periodo en que estuvieron inanimados.
Aprendemos que extinguido el cuerpo, por el fenómeno de la muerte, el alma sobrevive. Y nos preguntamos ¿Cómo será esa vida y para dónde irá el alma? Esto constituye un punto de interrogación para la mayoría. Arraigados como estamos a los problemas de cada día, no encontramos tiempo suficiente ni disposición para estudiar y pensar sobre el asunto, como si se tratase de algo de menor importancia. Encontramos más cómodo apoyarnos en las lecciones aprendidas en la infancia o en los credos que heredamos de nuestros antepasados.
Usamos la inteligencia que tenemos para discernir y esclarecer todo lo que se relaciona con la vida material, y no nos interesamos por el mayor de los problemas del ser humano: “la muerte”, la única cosa que tenemos la seguridad de que nos acontecerá, por más que tratemos de impedirlo, puesto que desde que nacemos estamos empezando a morir.
Juan Miguel Fernández Muñoz
Revista “El Ángel del bien”