Más de tres mil 800 hombres, mujeres y niños perdieron la vida en lo que va de año, tratando de alcanzar las costas europeas hacinados en frágiles embarcaciones, cifra superior a los tres mil 771 reportada en todo el 2015 y a los tres mil 219 de 2014.
Este es, como expresó el vocero de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, William Spindler, el 'balance más alto registrado hasta ahora'.
Para tener una idea del incremento sostenido de los fallecidos intentando la peligrosa travesía, baste señalar que en los 13 años comprendidos entre 2000 y 2013, fueron 23 mil, para unos mil 700 como promedio anual.
El 86 por ciento de las víctimas correspondió a la ruta del Mediterráneo Central, con destino final Italia, a donde llegaron, en el mismo período, más de 153 mil sobrevivientes rescatados en las operaciones de socorro coordinadas por la Guardia Costera, en las cuales participan también medios de otros países de la Unión Europea y organizaciones humanitarias.
A pesar de los riesgos del trayecto, el número de personas, procedentes principalmente de África y el Medio Oriente, sigue en ascenso y de mantenerse el ritmo actual de arribos, la cifra de inmigrantes que llegará este año a la península superará la más alta histórica de 170 mil en 2014.
De las tres rutas identificadas por la Agencia Europea de Guardia Fronteriza y Costera (Frontex) para el ingreso de inmigrantes a Europa a través del Mediterráneo, la más activa es la Central utilizada por los traficantes hacia Italia desde Libia, donde tienen bases bien establecidas y en las cuales concentran los viajeros antes de emprender la travesía.
De acuerdo con la información publicada por Frontex en su sitio web 'los contrabandistas colocan a los migrantes en viejos e inseguros barcos de pesca o en pequeñas balsas de goma más sobrecargadas y proclives a naufragar', a lo cual se añaden motores de poca potencia, ausencia de sistemas adecuados de navegación y combustible insuficiente para arribar a Europa.
Para llegar a su destino final, los migrantes africanos procedentes principalmente de países como Somalia, Eritrea y Nigeria, deben recorrer un largo y tortuoso camino que puede tomar meses o años y a lo largo del cual son maltratados, vejados y explotados en diferentes formas.
Las primeras bajas se producen precisamente en el desplazamiento por tierra desde los países de origen hasta Libia, donde caen en manos de los contrabandistas.
Según un estudio realizado por un grupo de periodistas fundadores del sitio web The Migrants Files, otros potenciales migrantes desde Libia son trabajadores de distintas nacionalidades quienes laboraban en proyectos petroleros y gasíferos, y comenzaron a abandonar el país dada la violencia y el caos generalizados, tras el derrocamiento y posterior asesinato del coronel Muammar el Gadafi.
Esa ausencia virtual de gobierno en Libia, desde la caída de Gadafi en 2011 -señala el informe- parece haber creado las condiciones casi perfectas para las organizaciones criminales.
Mientras esto sucede, Europa sigue adelante con un enfoque prohibicionista y represivo del fenómeno migratorio, sin una estrategia a largo plazo encaminada a contribuir a mejorar las condiciones de vida y trabajo en los países emisores, más que amurallar sus fronteras.
Para Italia, receptora del mayor número de inmigrantes después del acuerdo entre Turquía y la Unión Europea, en marzo último, la gestión del flujo migratorio se hace insostenible sin una mayor cooperación de esa organización regional, tanto desde el punto de vista económico como en lo que respecta a la reubicación.
La idea que circula en Europa -dijo el canciller Paolo Gentilone en entrevista con el diario La Repubblica- es que hubo una emergencia en julio de 2015, pero concluyó en marzo de 2016 con el acuerdo con Turquía, como si todo hubiera finalizado.
Al margen de la elemental solidaridad reclamada por Italia en la gestión de un asunto de importancia estratégica para la propia existencia de la UE como proyecto de integración regional, a los países europeos les corresponde asumir con mucho sentido ético su responsabilidad histórica con los inmigrantes de sus ex colonias.
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