Venías de tan lejos como de algún recuerdo.
Nada dijiste. Nada. Me miraste los ojos.
Y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.
Desde una azul distancia me caminó las venas
Una antigua memoria de palabras y besos,
Y del fondo de un vago país entre la niebla
Retornaron canciones oídas en el sueño.
Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.
La tarde reclinaba su frente pensativa
En las trémulas manos de los lirios abiertos,
Y a través de las nubes los pájaros errantes
Abrían sobre el campo la página del vuelo.
Con los hombros cargados de frutas y palomas
Interminablemente pasaba el mismo viento,
Y en el instante claro de los bronces mi alma,
Llena de ángelus, era como un sitio en el cielo.
Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
En la noche de estrellas, o en el alba de un verso.
Una vez. No sé dónde... Y el amor fue, tan sólo,
Encontrarte de nuevo.