En su artículo para MarketWatch el columnista analiza el discurso del Sumo Pontífice en Bolivia del pasado 9 de julio.
"El reciente viaje de Francisco a América del Sur reveló un obvio mensaje socialista y anticapitalista que insta a un cambio estructural de la economía global que atenta contra el proyecto de Jesús", escribe Farrel.
Dicha conclusión del periodista se basa en los argumentos del papa presentados a continuación.
Tierra, techo y trabajo son "derechos sagrados"
Todas las personas tienen el derecho otorgado por Dios a un trabajo, a la posesión de tierra y a una vivienda, según la probablemente más audaz declaración del papa Francisco.
Por supuesto, no son promesas ni objetivos de los sistemas económicos actuales de EE.UU. y otras partes del mundo.
Tampoco están dentro de la enseñanza tradicional de la Iglesia católica, que aunque aboga por un trabajo digno, no lo declara un derecho otorgado por Dios, señala el periodista.
La gente, y no el beneficio, debe ser el foco de la economía global
Tildando el capitalismo no controlado como "dictadura sutil" y "estiércol del diablo", Francisco sostiene que cuando gobierna "la ambición desenfrenada de dinero", el "servicio para el bien común queda relegado".
"Digamos '¡No!' a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye a la Madre Tierra", insta el papa Francisco.
Miles de millones ya no pueden esperar más los cambios
Refiriéndose a las injusticias económicas el papa dijo que "el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa".
El papa moviliza a la gente: "digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras".
El cambio empieza desde abajo
El papa subraya que los cambios estructurales no llegan "porque se impuso tal o cual opción política".
Los cambios desde abajo funcionan, dijo, porque vivir "cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana" conmueve y mueve.
Obligación moral, un mandamiento
"La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece", recuerda Francisco.