LA DISOLUCION
Primer miércoles de Junio de l938, Viena, Austria, Mansión del Doctor David Levy.
Cada tanto la casa se llenaba de sonidos especiales, nos acostaban un poco más temprano. Mi hermano, cuando no podía participar en algo, hacía otra cosa, ahora dormía. Yo no, los sonidos, las voces, los ruidos, una rara sensación de malestar en el estómago y me levanté, aun sabiendo vagamente que transgredía las órdenes específicas de mamá. Subí las escaleras y me paré en el marco de la puerta blanca, sin moverme, sin hablar, sin hacer ningún ruido. Papá mirame, no me mires, mirame por favor, abrazame, hablame, no te enojes, no me veas, no me oigas, no me hables.....
Esas voces oscuras, aterciopeladas, azules y marrones de los señores, de ese señor tan esbelto, tan alto, tan ocupado en cosas tan importantes que ni siquiera se había dado cuenta que yo existía. Ahí estaba mamá deslizándose bajo la luz multiplicada por los caireles de la araña grande. Iba ofreciendo los bocadillos, esos que no me había dejado probar a la tarde cuando los estaba horneando. Estaba sirviendo con la vajilla de porcelana, que al rozarse con los cubiertos de plata desprendía sonidos puros, evanescentes y presentes. También veía los vasos de cristal, los mismos con los que en Navidad hacíamos el Glockenspiel(1), afinándolos con agua para tocar el Noche de Paz, Noche de Amor.Me hubiera gustado entrar ahí con mi muñeca azul y mostrársela a los señores para jugar con ellos o cantar algo y que me aplaudan o por lo menos que me sonrían como lo hacían con mamá mientras se servían.
Mi papá, el más bello de todos, se sentó al piano, ese piano vestido de frac con perlas en la boca. Claro, a mí no me tocaba porque no tenía perlas en la boca, tan solo unos dientes feos y vulgares. Sus dedos largos acariciaron las perlas. ¿Cómo haría para tener perlas en la boca y un frac en lugar del camisón blanco? Los sonidos envolvían mi cuerpo, me protegían, me reconocían y cómo no sabía qué día era, ni qué año, ni qué siglo, ni en qué planeta estaba, ni quién era, ni qué hacía ahí, me quedé parada, inmóvil, sin deseo, sin nada.
Un sonido estridente, nunca lo había escuchado, los señores quedaron inmóviles, el piano dejó de sonar, mamá dejó caer la bandeja, las tazas de porcelana, los cubiertos de plata y los bocadillos rodaron por el suelo. Alguien gritó: ‘al refugio!!!!, No, al sótano!!!.’’ No al refugio’!!!!. Mamá gritó ‘los chicos!!!’ y corrió arriba, papá corrió a la cocina, los señores también corrieron, me empujaron, caí, pero en ese instante pude rodar hasta la bandeja para comerme por lo menos uno de los ansiados bocadillos.
(l)Instrumento musical de percusión, campanófono