LA INMEMORIA
Julio, 1940, Villa Guillermina, Sta. Fe.
Sólo mira los números, nada más que los números, los números. Roberto Link, cuarenta años, nariz aguileña, ojos negros, frente alta y cabello negro, estaba sentado trabajando, estaba llevando la contaduría, algo a lo que estaba acostumbrado, era su trabajo desde siempre...Una rata le rozó el pantalón, la miró; a esa rata ya no había que cazarla, ahora ya tenía comida. Tenía comida, trabajo, sólo había que mirar los números, no a las ratas, no a las bolsas de papa que estaban en ese galpón, su oficina desde hacía unos días, no a los recuerdos, no, no, sólo los números, limpios, sobre la hoja blanca.
Era ayer no más cuando , como todos los miércoles, había reunión en casa. Estaban el Dr. Kris, el Dr. Carnap, el Dr. Schuster, el Dr. Semmelweiss, en fin , conversaban sobre lingüística, filosofía, arte, música. luego él se sentaría al piano de cola y tocaría una sonata de Beethoven y tal vez algo del Clavecín Bien Atemperado de Bach. Margarita, su mujer, servía los bocadillos sobre la vajilla de porcelana, con los cubiertos de plata que llevaban su monograma y que había preparado con esmero al atardecer. Las luces eran cálidas, los caireles de la gran araña daban un brillo festivo e imponente a la vez.
Su hija menor atisbaba por la puerta sin decir nada, sólo miraba con ojos curiosos. Siempre hacía lo mismo, en cambio Peter dormía plácidamente, no le interesaban estas reuniones donde no podía participar.
Los números, no pienses, no recuerdes, no nada, ahora. Las ratas, ¿qué pasaba con las ratas? Eran grises, grandes, gordas, qué ricas le habían sabido antes en Austria. Había vendido sus cubiertos de plata, las tazas de porcelana, el piano, pero no había comida. La gente no compraba estas cosas, la gente quería ratas, se habría hecho rico con tantas ratas gordas. Casi agarra una, la costumbre, ¿vio?. Los números, dos doctorados en las doctas universidades de Viena y había que atenerse a los números. Ya no era el mismo.
Ni su nombre, ni su apellido eran los de antes. Debía acordarse cómo se llamaba ahora, no vaya a ser que lo llamaran y no se diera cuenta. Los números, los números, son blancos, son negros, son iguales en todo el mundo, en toda situación, no sienten, no hablan, no piensan, son justos, sobre todo justos, que no hubiera injusticia en ellos, él sería el guardián de la justicia de los números.
Dónde estaban los amigh..., ah no, no, los números, ¿que amigos?, ¿qué gente?, ¿qué piano? ¿qué mujer?, ¿qué niños?. Sólo los números. BIENAVENTURADOS LOS NUMEROS PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LA INMEMORIA
IKHANNA
|