Según el día transcurre, tengo confianza en que las personas que conozco y amo me apoyan. Hasta las personas que nunca he conocido pueden tener un efecto directo en mi vida a medida que aportan al bien común de la humanidad. Las conveniencias y necesidades de la vida: alimento, medicinas y más, fluyen a través de muchas manos.
Tengo fe en el Espíritu divino en mí con respecto a cada faceta de mi vida. Sustento mi alma gracias a la oración y la meditación.
Dios mora en mí, apoyándome siempre y guiándome a través de todo reto. Confío en las palabras de Jesús que aparecen en el Evangelio de Marcos: “Tengan fe en Dios”. Con este recordatorio poderoso, mi mente y corazón se llenan de paz. Más importante aún, mi alma rebosa de fe imperturbable.
La vida está llena de momentos para dejar ir. Un pájaro deja ir la rama para volar. Los padres sueltan la mano del niño para que aprenda a caminar.
Dejar ir es un acto de fe en nuestro proceso divino de crecimiento. Suelto cualquier apego a éxitos o retos pasados. Cada momento me convierto en una expresión mayor de mi potencial divino. No me preocupo acerca de cómo navegaré a través del futuro. Mi naturaleza divina hace surgir las cualidades espirituales que me apoyarán en mi sendero por la vida.
La experiencia de cada día provee oportunidades para desarrollar nuevas habilidades y una comprensión más profunda de lo que soy capaz de ser y hacer. No tengo necesidad de aferrarme al pasado ni temer el futuro, porque algo mayor se desarrolla en mí ahora.
Desde el momento en que me levanto, dirijo mis pensamientos a la canción de mi alma. “Esa luz en mí, voy a hacerla resplandecer”. Esta Verdad me inspira. Comienzo mi día con gratitud por estar vivo y por la oportunidad de irradiar mi luz interna.
He heredado dones espirituales de creatividad, sabiduría, amor y gracia. La gratitud se convierte en gozo por las posibilidades infinitas que tengo para compartir mis regalos dados por Dios. Mi canto gozoso aumenta de un suave susurro a una poderosa aria operística.
Comenzar el día con esta melodía interna me inspira a tomar acción acerca de mis sueños. El gozo que canta en mí alinea mi corazón con mi espíritu interno.
Habitantes de toda la tierra, ¡aclamen a Dios con alegría! ¡Canten salmos a la gloria de su nombre! ¡Cántenle gloriosas alabanzas!—Salmo 66:1-2
El perdón es amor divino expresándose por medio de mí.
La experiencia me dice que aferrarme al resentimiento agota mi energía, así que tomo la decisión de no darle atención a palabras o acciones desagradables. Por el contrario, perdono. Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que yo también puede que me haya comportado de manera poco amable. Reconozco que ése no era mi verdadero yo, tampoco es lo que la otra persona es de corazón.
El perdón alivia mis cargas emocionales. Es una de las maneras como el amor divino se expresa como yo. Me libera para ser la persona pacífica y alegre que soy realmente. Es un regalo que me doy. Yo soy una mejor persona gracias a mi voluntad y habilidad de dejar ir el resentimiento y perdonar.
No juzguen, y no serán juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados.—Lucas 6:37