Respetar significa, en primer lugar, reconocer.
Respetar a alguien quiere decir que reconozco que está ahí,
que es como es y que es justo que sea como es.
Eso implica que me respeto a mí mismo de igual modo:
respeto que estoy aquí, que soy como soy y que es justo el hecho de ser como soy.
Si me respeto a mí mismo y respeto al otro en este sentido,
renuncio a formarme una imagen de cómo deberíamos ser,
tanto yo como el otro.
Sin esa imagen previa no existe juicio sobre lo que sería mejor.
Ninguna imagen preconcebida se interpone
entre mí mismo y la realidad, tal como ésta se manifiesta.
De esta manera, se facilita un segundo elemento,
que también forma parte del respeto: amo lo real,
en tanto es precisamente real.
Esto significa sobre todo: me amo a mí mismo tal como soy;
amo al otro tal como es; y amo la manera en que somos diferentes.
Luego también es posible otro elemento,
quizá el más bello, que también forma parte del respeto:
me alegro de lo real tal como se manifiesta.
Me alegro de mí mismo tal como soy; me alegro del otro tal como es;
y me alegro de las diferencias que existen entre los dos.