Existe una gran diferencia entre un paseo sereno río abajo y remar vigorosamente yendo en contra de la corriente. Si deseo descanso, río abajo es la elección de menos resistencia. Elegir la serenidad me ayuda a dejar de tratar de cambiar las cosas.

Me sobrepongo a cualquier situación y vivo desde mi centro crístico a medida que permito que las cosas se resuelvan apaciblemente. Sé lo que debo hacer, los cambios que debo llevar a cabo y cuándo detenerme y descansar. Si me doy cuenta de que mis hombros están tensos o que aprieto la mandíbula, lo tomo como una señal para descansar y dejar ir. Visualizo a un riachuelo, respiro profundamente y descanso por un rato en la tranquilidad.

El apóstol Pablo dice en la Segunda Carta a los Corintios: “Parecemos estar tristes, pero siempre estamos gozosos”. También les dijo a sus seguidores en Filipos: “Regocíjense en el Señor siempre”. Al reconocer y agradecer las experiencias en mi vida como positivas, hermosas y dignas de alabanza, las reclamo y las aumento. Me regocijo cuando siento y expreso el gozo del Espíritu eterno, el cual mora en mí siempre y en toda situación.

El bien infinito une a las personas en conciencia. Me uno a otros para reconocer y afirmar que, cuando tenemos fe, podemos lograr cualquier meta que nos propongamos. Mantengo mi enfoque en la energía positiva, trayéndola a mi vida para darle mayor expresión. Me regocijo en posibilidades ilimitadas.