Maestro,
tú que andas por encima de las ilusiones y que conoces los
recodos más ocultos y secretos del corazón de la Vida, dinos:
¿Qué será de nosotros cuando tú no estés aquí y no podamos verte con
los ojos de la cara, ni oírte con los oídos?
Y El miró al horizonte y después miró al cielo y señalándolo, les
dijo:
Deben saber que mientras tengan estrellas que aviven sus noches,
yo estaré con ustedes.
Y mientras las miren, me estarán mirando, y cuando aprendan a oírlas, me oirán.
¿Ven como reposa la noche y cómo los invita a meditar? Vendrán noches
en que ya no vean mi presencia, más esasà€ noches huyan de la mentira
de los ojos, porque yo estaré más cerca aún de ustedes.
Y llevando ambas manos al corazón apretó con fuerza su pecho y continuó diciendo:
Búsquenme aquí y déjenmelo por asiento
y yo haré de cada pecho un altar y haré de cada boca mi boca
y de cada ãño paso mis pasos, y de
cada sufrimiento mi sufrimiento.
Y allí donde yo esté en el Uno
Santo, ustedes estarán en mí.
Entonces un niño se soltó de los brazos
de su madre y se vino a sentar a los pies de Quetzacóatl.
Y El,
tomándolo en brazos, así hablaba:
Deben saber que los niños son la esperanza de la Raza que asciende
buscando la Sabiduría.
En ellos se pueden remediar viejos errores y
se puede renovar la esperanza de un mundo mejor.
Lleven con mimo su educación y velen sus sueños para que no sean pesadillas.
Miren cómo los pajarillos al salir de una nidada, cada uno vuela en
una dirección y a su aire, y cada uno habla con la vida de una forma.
Piensen, pues, que del nido de la familia, cada uno trae un camino y
una meta. No hagan daño imponiendo su camino y su meta a todos sus
hijos, sino mas bien ayúdenlos para que el fin que traen lo puedan
realizar con holgura, y puedan componer con su trabajo un canto de
Armonía en el Uno Santo.
Tengan presente que el deseo ahoga y que el
cariño puede matar, únicamente el Amor siempre libera.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACÓATL