Frente al mar, frente a Dios empapada de noche y de pena mi voz se estremece en el último adiós... Frente al mar, frente a Dios, yo te ruego que, al menos, me digas por qué me castigas... Frente a Dios, frente al mar, yo pregunto si acaso el delito fue dar, siempre dar, sin pedir más que amar...
Ya no sé, qué pasó, yo no sé por qué fue que la luz del amor se apagó... Sólo sé que te vas y que el viento, en tu nombre, parece gritar: ¡Nunca más!