Hace 90 años, la noche del 15 de enero de 1919, en Berlín, fue detenida Rosa Luxemburgo: una mujer indefensa con cabellos grises, demacrada y exhausta. Una mujer mayor, que aparentaba mucho más de los 48 años que tenía.
Uno de los soldados que la rodeaban, le obligó a seguir a empujones, y la multitud burlona y llena de odio que se agolpaba en el vestíbulo del Hotel Eden le saludó con insultos. Ella alzó su frente ante la multitud y miró a los soldados y a los huéspedes del hotel que se mofaban de ella con sus ojos negros y orgullosos. Y aquellos hombres en sus uniformes desiguales, soldados de la nueva unidad de las tropas de asalto, se sintieron ofendidos por la mirada desdeñosa y casi compasiva de Rosa Luxemburgo, “la rosa roja”, “la judía”.
Le insultaron: “Rosita, ahí viene la vieja puta”. Ellos odiaban todo lo que esta mujer había representado en Alemania durante dos décadas: la firme creencia en la idea del socialismo, el feminismo, el antimilitarismo y la oposición a la guerra, que ellos habían perdido en noviembre de 1918. En los días previos los soldados habían aplastado el levantamiento de trabajadores en Berlín. Ahora ellos eran los amos. Y Rosa les había desafiado en su último artículo:
«¡El orden reina en Berlín! ¡Ah! ¡Estúpidos e insensatos verdugos! No os dais cuenta de que vuestro orden está levantado sobre arena. La revolución se erguirá mañana con su victoria y el terror asomará en vuestros rostros al oírle anunciar con todas sus trompetas: ¡Yo fui, yo soy, yo seré!». La empujaron y golpearon. Rosa se levantó. Para entonces casi habían alcanzado la puerta trasera del hotel. Fuera esperaba un coche lleno de soldados, quienes, según le habían comunicado, la conducirían a la prisión. Pero uno de los soldados se fue hacia ella levantando su arma y le golpeó en la cabeza con la culata. Ella cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien.
El hombre se llamaba Runge. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. Runge obedecía órdenes cuando golpeó a Rosa Luxemburgo. Poco antes él había derribado a Karl Liebknecht con la culata de su fusil. También a él le habían arrastrado por el vestíbulo del Hotel Eden.
Los soldados levantaron el cuerpo de Rosa. La sangre brotaba de su boca y nariz. La llevaron al vehículo. Sentaron a Rosa entre los dos soldados en el asiento de atrás. Hacía poco que el coche había arrancado cuando le dispararon un tiro a quemarropa. Se pudo escuchar en el hotel.
La noche del 15 de enero de 1919 los hombres del cuerpo de asalto asesinaron a Rosa Luxemburgo. Arrojaron su cadáver desde un puente al canal. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado a todos los poderosos y que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta. Mientras se buscaba su cadáver, un Bertold Brecht de 21 años escribía:
La Rosa roja ahora también ha desaparecido. Dónde se encuentra es desconocido. Porque ella a los pobres la verdad ha dicho Los ricos del mundo la han extinguido.
Pocos meses después, el 31 de mayo, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una esclusa del canal. Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo, parte de su vestido, un pendiente de oro. Pero la cara era irreconocible, ya que el cuerpo hacía tiempo que estaba podrido. Fue identificada y se le enterró el 13 de junio.
En el año 1962, 43 años después de su muerte, el Gobierno Federal alemán declaró que su asesinato había sido una “ejecución acorde con la ley marcial”. Hace sólo diez años que una investigación oficial concluyó que las tropas de asalto, que habían recibido órdenes y dinero de los gobernantes socialdemócratas, fueron los autores materiales de su muerte y la de Karl Liebknecht.
El mes de enero suele ser una de las fechas más esperanzadoras para todos aquellos alemanes que aún creen en una alternativa izquierdista al actual sistema neoliberal. Hasta el próximo 15 enero se celebrará la ya tradicional conferencia internacional «Rosa Luxemburg» que finalizará con la manifestación que ese día recorrerá, en honor de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, las calles de Berlín camino del «cementerio de los socialistas».
Esta manifestación a la que los años pasados asistieron cien mil personas, junto con la Conferencia organizada por el diario izquierdista Junge Welt, se celebra cada año con motivo del asesinato, el 15 enero de 1919, de la luchadora social alemana, de origen polaco, Rosa Luxemburgo, figura central del socialismo internacional revolucionario y fundadora del Partido Comunista Alemán (KPD), partido político ilegalizado por el gobierno alemán y prohibido en la actualidad en ese país.
Rosa Luxemburgo fue asesinada por las tropas de asalto al servicio de la socialdemocracia. Junto a ella murió su camarada Karl Liebknecht. Nació el 5 de marzo de 1871. Mucha gente sigue la tradición de la Alemania oriental de asistir a la manifestación para recordarla, su respeto lo demuestran depositando claveles rojos en el monumento dedicado a la «Rosa Roja» y a los socialistas y comunistas que trabajaron por un mundo mejor.
“Qué extraordinario es el tiempo que vivimos”, escribía Rosa Luxemburgo en 1906. “Extraordinario tiempo que propone problemas enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo fructífero, preñado”.
Rosa Luxemburgo vivió y murió en un tiempo de transición, como el nuestro, en el que un mundo viejo se hundía y otro surgía de los escombros de la guerra. Sus compañeros intentaron construir el socialismo, sus asesinos y enemigos ayudaron a Adolf Hitler a subir al poder.
Hoy, cuando el capitalismo demuestra una vez más que la guerra no es un accidente, sino una parte irrenunciable de su estrategia. Cuando los partidos y organizaciones “tradicionales” se ven en la obligación de cuestionar sus formas de actuar ante el abandono de las masas. Cuando la izquierda transformadora aboga exclusivamente por el parlamentarismo como vía para el cambio social. Cuando nos encontramos ante una enorme crisis del modelo de democracia representativa y los argumentos políticos se reducen al “voto útil”. Hoy, decimos, Rosa Luxemburgo se convierte en referente indispensable en los grandes debates de la izquierda. No es sino su voz la que se escucha bajo el lema, aparentemente novedoso: “Otro mundo es posible”. Ella lo formuló con un poco más de urgencia: “Socialismo o barbarie”.
Su pensamiento, su compromiso y su desbordante humanidad nos sirven de referencia en nuestra lucha para que este nuevo siglo no sea también el de la barbarie.
* David Arrabalí es miembro del Consejo de Redacción de la revista Mundo Obrero y master en Materialismo Histórico y Teoría Crítica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
[Texto gentileza de Rosina Valcárcel y Cristina Castello http://www.cristinacastello.com] Fuente: Agenda de reflexion (http://www.agendadereflexion.com.ar
Es la madrugada del 15 de enero, y en Berlín el termómetro no supera los cero grados desde hace días. A pesar del frío y de lo avanzado de la noche, varios automóviles se detienen frente al número 53 de la calle Mannheimer. Los soldados que bajan de su interior entran en el edificio y sacan a rastras a dos hombres y una mujer. Los detenidos enseñan documentación falsa, pero un confidente los identifica como Karl Liebnecht, Wilham Pieck y Rosa Luxemburgo. El Gobierno, en manos del partido socialdemócrata, no se conformará con haber aplastado el levantamiento en el que los espartaquistas habían tenido un papel decisivo. En las semanas siguientes se llevarán a cabo cientos de detenciones y ejecuciones a manos del Estado. La contrarrevolución necesita sangre.
Los tres detenidos son conducidos al hotel Eden, donde les obligan a prestar declaración en medio de los golpes y las torturas que les infligen los soldados. El primero en salir es Karl Liebnecht, que es derribado a culatazos y obligado a subir a un coche. A pocos kilómetros de allí, será arrastrado fuera del automóvil y ejecutado de un tiro por la espalda. Rosa Luxemburgo será la siguiente. El coche que transporta a Liebnecht acaba de arrancar cuando la militante espartaquista es sacada por la fuerza del hotel. Delante de la puerta la espera Runge, el soldado que ha recibido la orden de ejecutarla. Golpe tras golpe, Runge destroza el cráneo de Luxemburgo con la culata de su fusil, pero ni siquiera eso consigue matarla. Cansado del espectáculo, el teniente Vogel le pega un tiro de gracia y ordena que se arroje su cuerpo al canal. El cadáver no será encontrado hasta varios meses más tarde, en mayo de ese mismo año.
Al día siguiente, el fallecimiento de Liebnecht y Luxemburgo aparecerá en toda la prensa, pero su muerte no era ninguna sorpresa. Desde el fracaso del levantamiento en noviembre, las calles de Berlín se habían llenado con carteles en los que se podía leer: “Si quieres tener pan, trabajo y paz, mata a Liebnecht y Rosa Luxemburgo”. Además, los propios dirigentes socialdemócratas no habían dudado en echar mano de voluntarios de extrema derecha –los Freikorps- para perseguir a las cabezas visibles del levantamiento. Sin embargo, Luxemburgo no se plantea abandonar el país. La última noche de su vida, con el cerco echado sobre el 53 de la calle Manheimer, la pasará escribiendo un último texto, “El orden reina en Berlín”. Consciente de que la situación es crítica, en el libelo aprovecha para hacer un alegato en favor de la revolución. Para ella, el fracaso del levantamiento de noviembre no es sino otra muestra de que la insurrección está destinada a triunfar: “La revolución es la única forma de guerra en la que la victoria final solo puede ser preparada a través de una serie de derrotas”. La insurrección debe continuar a pesar de todo. Su peor enemigo es la propia inacción de las masas, la parálisis de los que deberían llevarla a cabo: “hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad, después de haber dado un primer paso hacia delante. La mejor defensa es el ataque.”
“El orden reina en Berlín”, Piedra Papel Libros
De esta forma, con “El orden reina en Berlín” vuelve sobre lo que había sido un eje vertebrador de su pensamiento: el intento de superar la parálisis en la que caían las teorías socialistas cuando eran enfrentadas con la práctica. La propuesta de Luxemburgo parte de la necesidad de superar las discusiones teóricas acerca de si se daban o no las condiciones para que se produjese la revolución o sobre la forma en que esta debía llevarse a cabo. Lo importante es poner en marcha un movimiento que utilice la acción directa como estrategia política y que rechace la integración en las instituciones del sistema. No importa que los medios que se utilicen para ello sean legales o ilegales, porque para Rosa Luxemburgo esa distinción es solo una estrategia del poder para criminalizar a los movimientos populares. Tampoco es necesario esperar a que se den unas determinadas condiciones como que se cree una conciencia de clase o que los obreros se doten de unas estructuras organizativas propias. Para Luxemburgo, la conciencia de clase no es algo previo a la lucha, sino algo que surge en el transcurso de ella, y la distinción entre organización y espontaneidad carece de importancia: una y otra no son más que momentos diferentes de un mismo proceso revolucionario.
Esta necesidad de superar la parálisis en la que caen con frecuencia las ideologías socialistas cuando se ven enfrentadas a una movilización popular es sin duda uno de los aspectos más actuales del pensamiento de Rosa Luxemburgo. Su propuesta de un movimiento basado en la acción directa y en permanente construcción es hoy más vigente que nunca, cuando los partidos políticos y los sindicatos convencionales parecen incapaces de canalizar la protesta política y cuando son los movimientos asamblearios los encargados de generar alternativas. La necesidad de recurrir a experiencias pasadas para evitar la parálisis y la inacción en la que pueden caer estos movimientos hace que la revisión de textos como “El orden reina en Berlín” sea una tarea prioritaria. Con la reedición a muy bajo coste de textos clásicos de autores como Rosa Luxemburgo o Andreu Nin, la joven editorial de libros, libelos y fanzines Piedra Papel Libros aborda una tarea compleja y arriesgada, pero necesaria para replantear el estado actual de las cosas y generar alternativas. Al fin y al cabo, como en noviembre de 1919, los poderosos también se jactan ahora del orden impuesto en Berlín. Lo que no saben es que, como entonces, quizá también la insurrección aguarda su momento entre las sombras.
"A pesar de que los obreros crean con sus manos el sustrato social de esta cultura, sólo tienen acceso a la misma en la medida en que dicho acceso sirve a la realización satisfactoria de sus funciones en el proceso económico y social de la sociedad capitalista."
En esta erupción de la división social en el seno de la sociedad burguesa, en la profundización internacional y el enaltecimiento del antagonismo de clases radica el mérito histórico del Bolchevismo, y en esta proeza – como siempre en las grandes conexiones históricas – los errores y equivocaciones puntuales desaparecen sin dejar rastro."
En toda sociedad de clases, la cultura intelectual (arte y ciencia) es una creación de la clase dominante; y el objetivo de esta cultura es en parte asegurar la satisfacción directa de las necesidades del proceso social, y en parte satisfacer las necesidades intelectuales de la clase gobernante."
Yo sé, que también los bolcheviques tienen algunos yerros, sus rarezas, excesiva intransigencia, pero yo los comprendo plenamente y los justifico: no se puede por menos de ser firme como la roca a la vista de esa masa informe y gelatinosa que es el oportunismo menchevique."
El 15 de enero de 1919 fue asesinada en Berlín una de las grandes revolucionarias del siglo XX: Rosa Luxemburgo. A 100 años de su muerte, Sputnik recuerda su memoria contándote qué otras mujeres han marcado un hito en las luchas latinoamericanas y (por ello) algunas han sido asesinadas.
A pesar de los prejuicios que imperaban contra las mujeres en el siglo XIX y la discriminación antisemita, Rosa Luxemburgo fue una de las pocas mujeres que estudió en la universidad; gracias a su inteligencia (se dice que hablaba 11 idiomas), hizo un doctorado y fue una de las mayores exponentes y dirigentes de la socialdemocracia europea.
Hija de un comerciante de Varsovia, nació en 1871 en Zamość, Polonia. Por su militancia socialista a los 18 años abandonó el país porque era perseguida por el Estado. Se refugió en Suiza. Según la página de la Fundación Rosa Luxemburg, allí terminó sus estudios, entró en contacto con revolucionarios exiliados y se unió a la dirección del naciente Partido Socialdemócrata Polaco.
En 1895, con 24 años, contrajo matrimonio con Gustav Lübeck para adquirir la nacionalidad alemana y poder trabajar con el movimiento obrero en ese país. Luxemburgo fue redactora del periódico teórico marxista Neue Zeit y autora de varios libros. Participó directamente en la revolución de 1905 en Polonia y pasó largas temporadas en la cárcel.
En 1914, Luxemburgo fue, junto con los líderes rusos Vladímir Lenin y León Trotski, parte del reducido grupo de dirigentes socialdemócratas europeos que se opusieron a la I Guerra Mundial, lo que la llevó a romper lazos con los dirigentes del Partido Socialdemócrata.
Junto a Karl Liebknecht, Luxemburgo fundó la Liga Espartaco, que más adelante se convertiría en el Partido Comunista Alemán. La líder socialdemócrata saludó desde la cárcel la Revolución Rusa de 1917, y al salir en libertad, participó activamente de las jornadas de la revolución alemana, que estalló en 1918, al finalizar la Guerra con la derrota del país lo que llevó a la caída del Káiser Guillermo II.
El 15 de enero 1919, Luxemburgo y Liebknecht fueron asesinados en Berlín por órdenes de la derecha del partido socialdemócrata. Sus cadáveres fueron arrojados a un canal; aparecieron el 31 de mayo.
Hoy, las ideas y luchas de Luxemburgo son utilizadas como norte en la defensa de derechos en el mundo entero. En el continente americano hubo mujeres luchadoras que muy probablemente sean recordadas de forma similar.
Franco creció en una favela y estudió socióloga, pertenecía al Partido Socialismo y Libertad, y era una destacada líder en defensa de los derechos de mujeres, minorías sexuales, los negros y los habitantes de las favelas.
En 2016 se postuló por primera vez a concejal y venció con 46.502 votos, fue la quinta más votada en su ciudad. En la Cámara, fue una de las siete mujeres entre los 51 concejales y presidió la Comisión de Defensa de las Mujeres, según información publicada por Anfibia.
"Van a tener que soportar que las trans, lesbianas y negras ocupemos todos los espacios sin ser violentadas ni violadas", había dicho Franco en la Cámara Municipal, cuando un hombre se asomó a las galerías para defender la dictadura militar.
A la salida de aquel evento en la Casa das Pretas, el 14 de marzo de 2018, un auto la siguió durante cuatro kilómetros. Recibió cuatro tiros directos a la cabeza, en el centro de Río de Janeiro. Tenía 38 años. El conductor del vehículo en el que viajaba también murió.
Las investigaciones, que apenas han avanzado desde entonces, están siendo comandadas por la Policía Civil de Río de Janeiro. Esta Policía depende del Gobierno estatal, que desde enero de 2019 está en manos del gobernador Wilson Witzel, simpatizante del presidente brasileño, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Los familiares de Franco expresaron temor por la dirección que pueda tomar el caso debido a los antecedentes de Witzel: durante la campaña electoral, apareció en un acto en el que otros candidatos de ultraderecha, ahora diputados, rompían una placa en homenaje a la concejala.
El 1 de abril de 2018 fue asesinada la líder campesina María Magdalena Cruz Rojas en el municipio de Mapiripán (centro), escenario del conflicto armado colombiano y fortín de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia, protagonistas de una masacre en la que fallecieron decenas de personas.
Después de la firma del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la tasa de homicidios del país cayó al punto más bajo en décadas. Sin embargo, los asesinatos de activistas, concejales, líderes indígenas y ambientalistas se han incrementado.
Según La Defensoría del Pueblo de Colombia, en 2018 asesinaron a 172 líderes sociales. La cifra asciende a 431 si se contempla el período entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de diciembre de 2018.
Una de las víctimas fue Cruz Rojas, que encabezaba la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana, que trabajaba en la sustitución de cultivos de uso ilícito en Mapiripán.
Cruz Rojas fue asesinada frente a su esposo e hijo por personas armadas que llegaron encapuchadas a la casa de la finca donde habita la familia.
Los participantes del funeral de la dirigente popular indígena Berta Cáceres
Berta Cáceres — Honduras
La defensora indígena Lenca, fundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas Populares de Honduras (COPINH), luchó contra la instalación de la represa hidroeléctrica de la empresa Desa en la comunidad de Río Blanco, en el norteño departamento de Santa Bárbara.
Cáceres fue una de las defensoras de derechos humanos más conocidas en Honduras; a través del COPINH organizó feroces campañas contra los megaproyectos que violaban los derechos ambientales y destrozaban la tierra de las comunidades locales.
Según Front Line Defenders, Berta se enfrentó (y, a menudo derrotó) a madereros ilegales, dueños de las plantaciones, corporaciones multinacionales y proyectos de represas que cortaban los suministros de alimentos y agua a las comunidades indígenas.
El 3 de marzo de 2016 unos atacantes irrumpieron en la casa de Cáceres y la asesinaron.
El 30 de noviembre de 2018, el Tribunal Penal Nacional de Honduras condenó a siete hombres por su homicidio. El Tribunal determinó que dichos hombres habían sido contratados por ejecutivos de Desa.
No obstante, sigue pendiente el juicio de la única persona acusada como autor intelectual del asesinato (Roberto David Castillo Mejía, un exoficial de inteligencia militar y presidente de Desa).
También cabe señalar que el proceso penal contra los acusados ha estado marcado por controversias, especialmente con relación a la decisión del Tribunal de expulsar a la familia de Cáceres y sus abogados del caso, dejando la defensa a cargo del Ministerio Público, el cual ha recibido denuncias por no respetar los derechos procesales de la familia de la defensora.
La frase "ni una menos, ni una muerta más" fue acuñada en la década de 1990 por primera vez por la poetisa y escritora mexicana Susana Chávez, para denunciar los asesinatos sistemáticos de mujeres en Ciudad Juárez.
Según consigna Rtve, con esa frase Chávez salió a la calle a protestar contra el femicidio y la violencia hacia la mujer en una de las ciudades que es considera uno de los lugares más violentos del mundo.
Su participación en el movimiento por la defensa de los derechos humanos de las mujeres incluía su presencia en manifestaciones civiles donde leía su obra poética, la realización de cortos documentales.
Chávez fue encontrada asesinada en la colonia Cuauhtémoc, en Ciudad de México, el 6 de enero de 2011, aunque la identificación de sus restos no ocurrió hasta el 11 de enero de ese mismo año. Según la radio T13, esa noche Chávez iba a juntarse con unas amigas cuando se encontró con tres jóvenes menores de 18 años, alcoholizados, quienes la violaron, mutilaron y la asfixiaron con una bolsa.
El 24 de marzo de 1976 los militares dieron un golpe de Estado y destituyeron a la presidenta María Estela Martínez de Perón e instauraron un régimen dictatorial de dura represión.
El hijo de Villaflor, Néstor, y su novia, fueron secuestrados el 30 de noviembre de ese año y desde ese momento su madre se dedicó a buscarlos. En ese camino se encontró con otras madres que buscaban a sus hijos en comisarías y dependencias oficiales. El 30 de abril de 1977 juntas marcharon en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, para exigir noticias de sus hijos, y lo siguen haciendo desde entonces.
Villaflor tenía 53 años cuando fue desaparecida. El 10 de diciembre de 1977, Día Internacional de los Derechos Humanos, ella y otras madres publicaron un anuncio con los nombres de sus hijos en un periódico. Esa misma noche fue secuestrada por un grupo de tareas de la Armada en la esquina de su casa de Sarandí, Villa Dominico, en Avellaneda, Buenos Aires.
Según testimonios, fue recluida en el campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde actuó, entre otros represores, Alfredo Astiz. Fue torturada y a los pocos días, asesinada.
El 20 de diciembre de 1977 las playas de la provincia de Buenos Aires amanecieron con cadáveres. Los médicos policiales que examinaron los cuerpos dijeron que su muerte se había producido por "el choque contra objetos duros desde gran altura". Las autoridades locales dispusieron que los cuerpos fueran enterrados como NN en el cementerio de la cercana ciudad de General Lavalle.
En 2005 el cuerpo de Villaflor fue identificado como víctima de los llamados "vuelos de la muerte". Sus restos fueron incinerados y sus cenizas enterradas a los pies de la pirámide en la Plaza de Mayo.