Crucero sobre el hielo
Soldados alemanes en Helsingfors
Dominio público
Organizar y motivar a marinos con la moral baja no era una tarea fácil, pero el capitán Schastni logró lo imposible, convenciendo a sus oficiales para que actuaran con rapidez y sin problemas a pesar de que tenían poco tiempo.
El capitán se dio cuenta de que no podía mover todos sus barcos a la vez, por lo que decidió llevar a cabo la evacuación en tres etapas, la primera de ellas a principios de marzo, cuando el golfo de Finlandia aún estaba congelado.
El primer destacamento salió de Helsingfors el 12 de marzo. Con gran esfuerzo, los rompehielos trituraron el hielo para crear un camino estrecho que permitiese la salida de docenas de otras embarcaciones.
Como los seis acorazados rusos que allí se encontraban eran de gran valor, fueron los primeros en abandonar la capital finlandesa.
Un mecánico conocido en la historia sólo como G. Trúsov servía en el submarino Tur, y recordó lo difícil que fue para el rompehielos Yermak despejar el camino para los demás: “El grueso hielo, con dificultad, sucumbió a la embestida del gigante naval. De vez en cuando el buque se detenía, para luego volver a aplastar las crestas de presión”.
Si en verano un viaje de este tipo duraba siete horas, a principios de la primavera se tardaba casi una semana. El 17 de marzo, los primeros barcos entraron en Kronstadt.
El segundo destacamento de barcos partió de Helsingfors el 4 de abril, y sólo tres días después el tercer grupo tuvo que zarpar con premura porque las tropas y los buques de guerra alemanes estaban ya peligrosamente cerca de la ciudad.
Rompehielos Yermak
Dominio público
El capitán Schastni dejó Helsingfors en uno de los últimos barcos el 11 de abril, la víspera de la captura de la ciudad por los germanos. Los oficiales del Kaiser, sin embargo, observaron impotentes cómo los rusos se escabullían delante de sus mismas narices.
Un escuadrón de submarinos británicos, que luchó en el Báltico junto a los rusos durante la Gran Guerra, también se encontraba estacionado en Helsingfors. No podía dirigirse hacia Inglaterra, ni ir a la Rusia bolchevique. No dispuestos a rendirse ante el enemigo, los británicos hundieron los submarinos en el golfo y llegaron a Londres de todas las formas posibles.
La ‘gratitud’ de Trotski
El 20 de abril, los últimos navíos de la Flota báltica llegaron a Kronstadt. El Capitán Schastni no perdió ni un solo buque de guerra y regresó a casa con los 236 barcos, incluyendo seis acorazados, cinco cruceros, 59 destructores y 12 submarinos. Sólo varios barcos sin importancia se habían quedado atrás.
El capitán Schastni fue honrado como “almirante rojo” y “salvador de la Marina”. Ciertamente era un héroe, pero no para todos.
El prestigio del capitán era tan grande que despertó la envidia de Lev Trotski, que entonces estaba a cargo del ejército y la marina soviéticos. Además, el capitán Schastni y Trotski no fueron capaces de encontrar puntos en común, discutiendo continuamente. Como resultado, Trotski decidió destruir al famoso capitán, a quien calificó como “un criminal de importancia significativa”.
Gracias a las intrigas de Trotski, el capitán Schastni fue acusado de contrarrevolucionario. “Schastni, al hacer un acto heroico, se creó a sí mismo una popularidad que iba a usar más tarde contra el poder soviético”, argumentó la declaración acusatoria.
A pesar de lo absurdo de la acusación, el poder de Trotski jugó un papel decisivo, y el comandante de la Flota báltica fue ejecutado el 22 de junio de 1918. Su papel protagonista en el “Crucero del Hielo” fue totalmente eliminado de la historiografía soviética.
Poco antes de su muerte, el capitán Schastni dijo: “Trotski me ejecuta por dos cosas: primero, por haber salvado a la flota en circunstancias imposibles; y segundo, porque conoce mi popularidad entre los marineros y esta le da miedo”.