Igual de tradicional que los conjuntos blancos que los jugadores están obligados a lucir durante las dos semanas de Wimbledon, las fresas con nata, una copa de Pimm's, la ausencia de publicidad en las pistas y la particular manera de confeccionar los cabezas de serie en el cuadro masculino, es el 'Middle Sunday'.

El torneo británico es el único de los cuatro grandes que se permite el lujo de cerrar sus puertas el primer domingo. Eso choca directamente con Roland Garros, que por ejemplo se alarga 15 días en lugar de 14 para ganar más dinero en entradas. 'Wimbledon is different'. Quizás por eso los profesionales de la raqueta le tienen un respeto especial.

Sólo en cuatro ocasiones a lo largo de los 133 años de historia se han disputado partidos el séptimo día y por culpa del retraso acumulado por la lluvia. El último precedente data de 2016. Los anteriores fueron en 1991, 1997 y 2004.

Los jerarcas del All England Club se congratulan, sin embargo, de tener ya dos pistas cubiertas por lo que volver a jugar en domingo en un futuro inmediato se presenta francamente complicado. De momento, el clima ha acompañado y el agua no ha hecho acto de presencia.

No hay competición oficial pero los jugadores sí acuden a las canchas del Aorangi Park, pegadas al complejo que organiza el tercer 'major', para prepararse para el 'Manic Monday', donde se juegan todos los octavos, tanto en hombres como en mujeres.

Rafael Nadal y Roger Federer, por ejemplo, han coincidido y no han dudado en saludarse afectuosamente. Ellos dos podrían verse las caras en unas hipotéticas semifinales el próximo viernes. Los cuidadores de la hierba de Wimbledon tienen trabajo para intentar recuperar una moqueta verde castigada por la primera semana de competición y por las altas temperaturas.

En la presente edición se ha abierto el debate de si el césped está más alto que en años ocasiones y por ello han caído pronto los gigantes como Marin Cilic, John Isner o Kevin Anderson, que tienen menos facilidad de movimientos por sus muchos centímetros.