Por LÁZARO BARREDO MEDINA
Decida lo que decida la convención del Partido Demócrata para elegir al candidato presidencial, que tendrá lugar del 13 al 16 de julio, en Milwauke, estado de Wisconsin, el “fenómeno” que ha significado la campaña electoral del senador Bernie Sanders marca claramente la polarización ante la creciente necesidad de llevar a cabo reformas básicas en el sistema político de los Estados Unidos.
A sus 78 años, Sanders atrae con mucha energía a una gran coalición multirracial y multigeneracional. “Está creando pasión entre los votantes”, coinciden diversos analistas, y lo prueba el hecho que es, además, el candidato que más donaciones individuales ha recibido.
Le han atacado con todo ante su posición política invariable. Y no es para menos. “La lucha de las personas para crear un gobierno que nos represente a todos y no solo al uno por ciento, un gobierno basado en los principios de la justicia económica, social, racial y medioambiental, esta lucha continúa”, viene repitiendo insistentemente Sanders desde la campaña de 2016 en una nación sumida en el capitalismo más descarnado, neoliberal.
Donald Trump lo califica de loco y lo presenta como un comunista peligroso, en tanto sus oponentes lo consideran una figura de polarización, más aún dentro de la élite del Partido Demócrata, pero los analistas electorales en los medios estadounidenses razonan que la veta poco convencional de su candidatura es precisamente un imán.
Craig Varoga, un estratega demócrata, comentó que “muchos votantes estadounidenses, los jóvenes especialmente, están descontentos con la política en el país y quieren un candidato que les parezca auténtico. Bernie Sanders, lo ames o lo odies, es auténtico, no esconde lo que ha creído a lo largo de toda su vida adulta. Además, muchas de sus ideas, como la sanidad garantizada o ayudar a los jóvenes a pagar su formación, tienen el apoyo de muchos demócratas, independientemente de la etiqueta política que se le quiera dar a esas posturas”.
Sanders, autoproclamado socialista democrático, ha dicho que aspira a crear un Estado de Bienestar similar al de los países escandinavos, como Dinamarca. Entre sus propuestas está aumentar los impuestos a los más ricos, hacer que las universidades sean de matrícula gratuita y que el servicio médico se convierta en universal, además de enfrentar soluciones para los problemas del medioambiente. Crítico de Wall Street, el senador reprocha los privilegios de las clases más ricas de los Estados Unidos y no acepta contribuciones de megacorporaciones o grandes donantes, de la misma manera que proyecta la idea sobre la necesidad de llevar adelante una política exterior pacífica.
En los momentos en que esta edición esté en imprenta se habrá producido lo que se conoce como el supermartes (3 de marzo), cuando los electores de 14 estados decidirán a cuál de los candidatos le ofrecen su respaldo.
Sea quien sea el candidato demócrata, necesitará provocar una profunda motivación para lograr una participación masiva en las urnas y así evitar la reelección de Donald Trump. Los estadounidenses no se caracterizan por una elevada presencia a la hora de votar. En 2016, más del 40 por ciento simplemente no lo hizo.