La predicción coincide con las decepcionantes noticias que llegaron esta semana de Estados Unidos. Allí el número de infectados ya es superior a 1,5 millones de personas, es decir, casi un 0,5% de los 331 millones de habitantes están enfermos. Y la cifra crece rápido. Otro indicio angustiante es el número de muertos, que recientemente alcanzó los 90.000.
Según la información publicada por el IHME el 12 de mayo, el número de muertes diarias se cifra actualmente en más de 1.563. A medida que Estados Unidos está dejando atrás el pico de la pandemia, el número de muertes diarias también irá disminuyendo y para principios de agosto el número de muertes diarias se desplomará hasta 125. Sin embargo, la caída de la curva durará dos meses durante los cuales pueden morir 60.000 personas.
En su reciente entrevista con la CNN, el director del IHME, Christopher Murray, declaró que el número real de infectados puede seguir creciendo porque una parte considerable de la población estadounidense no acata las reglas del distanciamiento social y ya sale a las calles sin protección: algunos ni siquiera llevan mascarillas.
Si las cosas siguen así, los cálculos el número del número de infectados y de muertos pueden revisarse al alza.
Además, ahora se habla solo de los casos registrados de las infecciones. En realidad, la cantidad de enfermos de COVID-19 en Estados Unidos es mayor y, según las proyecciones, puede aumentar considerablemente. Según las estimaciones del IHME, el número de infecciones diarias en EEUU es enorme: por ejemplo, el 6 de mayo el número de casos registrados fue de 25.991, mientras el número real de infecciones diarias aquel día probablemente fue de 179.508.
Todas estas cifras preocupantes son el resultado de la política miope de la Administración Trump y de los gobiernos de los estados. Además, la actitud irresponsable de muchos ciudadanos ha hecho que el sistema sanitario del país norteamericano funcione al límite de su capacidad.
Las posibles pérdidas de EEUU por el brote del nuevo coronavirus parecen inadmisibles para muchos, pero no tanto para la Administración Trump. El presidente declaró el pasado 30 de marzo que, si su Gobierno logra mantener el número de muertos a razón de 100.000, este será un "muy buen trabajo". No obstante, ya hay más de 90.000 muertos en EEUU y para principios de agosto, según el IHME, habrá muchos más.
¿Qué significan los posibles 147.000 muertos para el país?
Si comparamos esta cifra con las bajas estadounidenses en combate durante toda la Segunda Guerra Mundial, que se cifran en 291.000 muertos, veremos que EEUU puede perder la mitad de esta última cifra solo en cuestión de varios meses, mientras la IIGM ocasionó todas las bajas mencionadas arriba en cuestión de varios años.
En otras palabras, llegamos a la conclusión de que Washington está viviendo la peor crisis del último siglo de su historia.
Callejón sin salida
A la vez que los estados de EEUU salen paulatinamente del régimen de cuarentena, la situación epidemiológica no mejora como debería. Para que lo haga, el país tendría que seguir en cuarentena durante unas semanas más. Pero la Administración actual y una parte significativa de la población del país norteamericano están más preocupados por la situación económica.
Ellos están decididos a sacrificar decenas de miles de vidas en aras de estabilizar la economía nacional.
Hay que admitir que la situación a la que se enfrenta Washington es muy difícil. La tasa de desempleo alcanzó el 15% el pasado mes de abril y ahora el número de personas que no tienen trabajo en EEUU es superior a 36 millones de personas. Las turbulencias por las que pasa el país son comparables a los tiempos de la Gran Depresión de 1930.
El daño a la economía estadounidense que fue ocasionado por el brote del COVID-19 es gigantesco, y muchos en Estados Unidos ven las medidas restrictivas como el principal culpable de la crisis actual. Abogan ahora por su cancelación instantánea.
En estas condiciones surge la pregunta: ¿qué vale más? ¿La vida o el bienestar social? Muchos estadounidenses se encuentran en una situación económica muy complicada y están hartos de las restricciones. Están dispuestos a arriesgar sus propias vidas y optan por levantar las restricciones.
Sin embargo, el Estado que debería ejercer el estricto control sobre el cumplimiento de la cuarentena en condiciones de pandemia no hace nada más que cumplir con los deseos de los ciudadanos. Es posible que la Administración Trump no quiera enojar a los votantes porque su actitud en tiempos de crisis puede determinar el desenlace de las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre.
El problema radica en el hecho de que muchos estados de EEUU actuaran sin coordinación ninguna y ahora tengan que lidiar con las consecuencias.
Si bien hay estados que decidieron levantar las restricciones, hay también voces sensatas que abogan por no sacrificar vidas. Una de esas voces es la del gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, quien el 7 de mayo abogó por no truncar las vidas de los ciudadanos por la reapertura de la economía del estado.
Entretanto, el COVID-19 afecta, sobre todo, a las personas más pobres y a los menos protegidos. Entre ellos, la población afroamericana y las personas de la tercera edad. Hasta ahora el Gobierno estadounidense ha fracasado a la hora de protegerlos y no parece que la situación vaya a mejorar en las próximas semanas. Se puede deducir que esta población seguirá sufriendo los efectos perjudiciales del brote de coronavirus más que los demás.
Cada vez se hace más evidente que Estados Unidos simplemente no estaba preparado para la pandemia a gran escala. Pero en vez de hacer frente a una verdadera catástrofe a nivel nacional, hoy la gestión política del país recurre a las acusaciones contra China. Washington acusa a Pekín de estar detrás de la pandemia en vez de reconocer que sus medidas contra ella resultaron ser poco efectivas.
Para poder lidiar con el virus, en Estados Unidos a un ritmo más acelerado las autoridades deberían haber convencido a la población de que hay que dejar de actuar de manera irracional y obedecer las reglas impuestas pese a todas las adversidades, pero han fracasado. Por tanto, es de esperar que la realidad supere las estimaciones promedio del IHME y que el país se sumerja en el caos sanitario.