El refugio de piedra conocido como la Casita de Piedra. (Foto: Eduardo Bejerano)
A principios de la década de 1970, Anthony Ranere, de la Universidad Temple en Filadelfia (Estados Unidos), identificó cerca del pueblo de Boquete, en Panamá occidental, unas ruinas de lo que se dio en llamar “La Casita de Piedra” y realizó excavaciones arqueológicas en ella. Concretamente, descubrió un pequeño refugio de piedra que había estado repetidamente ocupado durante miles de años y que había sido usado para una amplia gama de actividades domésticas como procesar y cocinar alimentos, fabricar y modificar herramientas de piedra, y posiblemente trabajar la madera.
Cuatro décadas después, el equipo de Ruth Dickau, de la Universidad de Exeter en Inglaterra, visitó el mismo yacimiento arqueológico para expandir las excavaciones. Fue entonces cuando se encontró, en la parte trasera del refugio de piedra, un escondite con un enigmático conjunto de 12 piedras, que ha hecho correr ríos de tinta. Las piedras son muy atípicas, resultando imposible que el azar las reuniera en ese montón. Por lo tanto, todo apunta a que alguien, cuatro milenios atrás, las recolectó con algún propósito. Pero ¿cuál?
El hecho de que las piedras fueran encontradas en un montón compacto sugiere que probablemente estuvieron depositadas dentro de una bolsa o cesto que se deshizo como consecuencia del tiempo.
Mediante datación por radiocarbono, se determinó que la antigüedad de un pedazo de carbón vegetal encontrado directamente debajo del escondite de las piedras es de unos 4.800 años. La datación estableció que la antigüedad de un segundo fragmento de carbón vegetal en un nivel por encima del escondite es de unos 4.000 años.
No se encontró ninguna evidencia de perforación u otra perturbación que pudiera sugerir que se había excavado un agujero y enterrado las piedras en una fecha más tardía.
Dickau y sus colegas fecharon por radiocarbono los restos de carbón vegetal de los niveles más bajos del refugio de piedra y descubrieron que ya estaba ocupado hace 9.000 años, mucho más temprano que lo teorizado originalmente por Ranere.
Richard Cooke, del Instituto Smithsoniano de Investigación Tropical, con sede en Panamá, se basó en la colocación y la composición inusuales de las piedras del escondite, y con la ayuda del geólogo Stewart Redwood y de Ruth Dickau, planteó la hipótesis de que las piedras fueron utilizadas con fines rituales por algún chamán o curandero.
Indagaciones posteriores respaldan esta hipótesis. Parece, por tanto, que el escondite en el refugio de piedra representa la evidencia material más temprana de la práctica del chamanismo en la Baja Centroamérica.
Las indagaciones de Dickau sugieren que los lugareños que recurrían a los servicios del chamán se dedicaban al cultivo a pequeña escala de maíz, mandioca (yuca) y arrurruz (maranta), y a recolectar fruta de árboles y otros productos vegetales. Probablemente también cazaban y pescaban en las colinas y arroyos cercanos, pero la humedad del suelo del refugio de piedra destruyó cualquier evidencia de huesos animales.
Entre los grupos indígenas que vivieron cerca de este sitio figuran los Ngäbe, Buglé, Bribri y Cabécar, así como los Dorasque, una cultura ahora extinta. Se sabe que los chamanes de esas culturas solían incluir piedras inusuales entre los objetos que usaban para sus rituales. (Fuente: NCYT Amazings)