El punto negro
Cierto día un profesor entró en el aula de clase y le dijo a los
alumnos que se prepararan para una prueba inesperada. Todos se sentaron en sus
pupitres aguardando temerosos el examen que venía. Entonces, el profesor fue
entregando las pruebas con el texto boca abajo, como era su costumbre.
Después de que todos recibieran la hoja, pidió que le dieran la
vuelta. Sorprendentemente para todos, no había ninguna pregunta o texto escrito;
tan solo un punto negro en el centro de la hoja. El profesor, viendo la
expresión de sorpresa que todos tenían, dijo lo siguiente: ahora vosotros váis a
escribir un comentario sobre lo que estáis viendo. Todos los alumnos,
confundidos, comenzaron entonces la curiosa y extraña tarea.
Terminado el tiempo, el maestro recogió las hojas, se puso
delante de la clase y comenzó a leer las redacciones, una a una, en voz
alta.
Todas las pruebas, sin excepción, definían el punto negro,
intentando dar explicaciones de su presencia al centro de la hoja. Terminada la
lectura, con el aula en silencio, el profesor comenzó a explicar: esta prueba no
cuenta para nota; solo sirve de lección para todos. Nadie en la sala ha escrito
sobre la hoja en blanco. Todos habéis centrado vuestra atención en el punto
negro.
Esto es lo que nos ocurre en nuestras vidas: en la vida de cada
uno, en la vida de pareja y de familia, como también en la sociedad. El
evangelio de San Mateo (7,1-5) exhorta a quitarnos la viga que tenemos en la
vista antes de quitar la mota del ojo del hermano; nos da a entender que debemos
mirar primero los propios defectos antes de criticar los defectos del
prójimo.
Un mito griego quiso explicar por qué somos más propensos a ver
los errores del hermano antes que los propias: la divinidad pagana había
colocado sobre los hombros de los hombres unas alforjas que debían llevar sobre
el pecho y a la espalda; en la alforja delantera llevaban los defectos ajenos y
a la espalda los propios; por esta razón, ven más fácilmente los errores ajenos.
De esta forma, entendemos por qué aquellos niños del relato centraron su
reflexión sobre ‘el punto negro’ y no sobre ‘la hoja en blanco’.
Aquel profesor hizo tomar conciencia del hecho frecuente de
centrar la atención en la mota que tienen en los ojos los demás mientras
olvidamos la viga que tenemos delante, que nos impide ver lo mucho que hay de
bueno en la creación, en las personas. Hemos llegado al punto que la buena
noticia en la radio, en la prensa, en la pequeña pantalla, no nos llama la
atención; estamos a la expectativa, a la caza de la mala noticia y es ésta la
que impacta.
Esta actitud de centrarnos en ‘el punto negro’ es muy frecuente:
los esposos se reprochan sus defectos el uno al otro, olvidando las cualidades y
virtudes del cónyuge; los padres de familia advierten a sus hijos de su mala
conducta, pero pasan por alto lo bueno que hacen. E. Villagrán resalta que
“muchas veces los padres de familia se dirigen a los hijos para mandarlos,
para castigarlos, para llamarles la atención, para corregirlos, pero muy pocas
veces o ninguna para alabarlos, felicitarlos, motivarlos, aplaudirlos, reconocer
sus cualidades, aciertos, éxitos y progresos”.
Y añade: “se debe felicitar, incentivar, agradecer, alentar,
motivar a los hijos para que se sientan contentos y dispuestos a seguir luchando
por su propio provecho y perfeccionamiento. A los hijos les agrada mucho
escuchar de sus padres palabras de cariño y de entusiasmo; esto les ayuda a
valorar lo que hacen y a valorarse como personas”. ¿A quién no le agrada
recibir un elogio, unas palabras de estímulo?. Reconocer lo mucho que hay de
bueno en las personas es, en última instancia, un reconocimiento al Creador que
ha distribuido sus perfecciones y talentos entre los hombres.
Todas las personas somos una página en blanco en la que debemos
escribir nuestra propia historia, construida a base del desarrollo de los muchos
talentos que Dios nos ha dado. Esta es nuestra gran responsabilidad, pero
también nuestra mejor honra y satisfacción: hacer de la página en blanco un
testimonio de la bondad que hay en nuestro ser
.