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General: LA PALABRA DIARIA MES DE JULIO
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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 07/07/2020 04:42 |
MANTENGO UNA VISIÓN ESPIRITUAL.
Cómo elijo ver al mundo determina mi experiencia. Me miro en el espejo y veo a mi vida y mis esfuerzos con una visión espiritual perfecta, y celebro mis bendiciones.
Si enfrento desafíos, puede que me sienta tentado a ver a todos y a todo en mi entorno con criticismo. De ser así, me propongo hacer una pausa y respirar profundamente. Recuerdo que soy un viajero en el sendero de la vida y tengo mucho por aprender. Mantengo mi mente abierta y mi corazón afable. Desisto de juzgar a mis congéneres. Me aquieto y exploro lo que existe en la profundidad de mi ser: creencias, emociones y comportamientos.
Yo soy bendecido con el regalo de una visión clara y centrada en la Verdad.
Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.—Mateo 7:5
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Aferrarme a un daño puede intensificar mi dolor y mantenerme estancado en recuerdos tristes. Rencores, resentimientos y emociones negativas me mantienen atado a las mismísimas experiencias que deseo superar. Si no perdono, no puedo avanzar, lo que impide mi crecimiento espiritual y emocional.
El perdón me sana desde adentro. Si me cuesta ofrecer perdón, todavía puedo orar por paz para mí y por perdón para otro. Mientras busco perdonar, tengo presente que el amor perdonador de Dios es para todo el mundo.
Me centro en una nueva dimensión del amor y paz. Estoy listo para comenzar de nuevo, para avanzar renovado y lleno de libertad y alegría. El perdón me ha renovado.
Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus ofensas.—Marcos 11:25
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MI POTENCIAL PARA CRECER ES ILIMITADO.
En cada etapa de mi vida y desarrollo, crezco y expreso más y más de mi naturaleza divina. A medida que lo hago, aprendo a demostrar y dar vida más plenamente a mis cualidades espirituales de amor, paz, gozo y compasión.
Al ponderar acerca de mis decisiones pasadas, puede que dude de mi potencial, mas mi naturaleza y patrón divinos me dicen una verdad diferente. Tal como una bellota, llevo en mi la posibilidad de llegar a ser un majestuoso árbol. Para crecer, me abro a la luz de Dios y oro. Recibo sustento a través de la educación, el crecimiento espiritual y las relaciones personales sanas. Cuido de mí con amor. Al nutrir mi potencial, crezco y florezco.
Los justos florecerán como las palmeras; crecerán como los cedros del Líbano. Serán plantados en la casa del Señor, y florecerán.—Salmo 92:12-13
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Estoy unido a Dios. Este conocimiento me da poder para dejar ir pensamientos e ideas que puedan perjudicarme y enfocarme en aquello que me edifica. Confío en el Poder superior que obra siempre en mi vida. Mi fe crece y mi conciencia de las bendiciones de Dios se profundiza. Contemplo las bendiciones en mis relaciones con familiares y amigos y en la belleza de la naturaleza. Celebro mi esencia divina como creación de Dios.
Centrarme en mi conexión con Dios me ayuda a profundizar mi fe y comprensión. Tomo responsabilidad de este enfoque, haciéndolo parte de mi vida cotidiana. Acojo cada nuevo día con fe en que la presencia de Dios mora en mí siempre y en toda experiencia.
Nosotros hemos llegado a participar de Cristo, siempre y cuando retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio.—Hebreos 3:14
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MI ALEGRÍA FLUYE MEDIANTE SONRISAS Y RISAS.
La risa tiene propiedades sanadoras. Fortifica el sistema inmune, reduce la hormona del estrés e incluso puede aminorar el dolor. Mi cuerpo se serena y mi estado de ánimo se torna positivo cuando río, añadiendo ánimo y gozo a mi vida. Cuando recuerdo cómo los niños disfrutan de la vida, sus expresiones inocentes y felices me hacen sonreír.
Existen pocas experiencias mejores que estar plenamente en el gozo que me brinda cada momento. La risa es contagiosa. Cuando ofrezco una actitud positiva a mis interacciones, ayudo a crear un ambiente de armonía y unidad. Encuentro maneras de añadir más gozo a mi vida. Aprecio lo bueno en todo y en todos. Sonrío cuando me miro en el espejo. Doy gracias. Me relaciono con personas a quienes les gusta reír.
Sara dijo entonces: Dios me ha hecho reír, y todo el que lo sepa se reirá conmigo.—Génesis 21:6
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AL HONRAR LA PRESENCIA ESPIRITUAL QUE MORA EN MÍ, EXPERIMENTO LA PAZ.
A veces, puedo sentir como si el mundo girara a mi alrededor, moviéndose tan rápidamente que es difícil para mí permanecer centrado. Cuando me siento así, pareciera que la paz de Dios se encuentra lejos. Mas sé exactamente qué hacer.
Comienzo respirando lenta y profundamente. Enfoco mi atención en mi aliento y suscito mi quietud interior. Apaciblemente voy a mi interior para alinear mi conciencia con el Espíritu divino en el centro de mi ser.
Mi alma se serena según comulgo conscientemente con Dios. Cuando me siento listo, dirijo mi atención al mundo externo. La experiencia abrumadora se ha disipado. Ofrezco la maravillosa quietud de la paz de Dios a mi entorno, y me siento bendecido.
Pero el Señor le dijo: La paz sea contigo. No tengas miedo, que no vas a morir.—Jueces 6:23
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EXPRESO SALUD Y PLENITUD.
La inteligencia divina impregna todas las partes de mi cuerpo y mente. Esta inteligencia hace que mis células se regeneren, que pueda respirar y digerir sin ningún esfuerzo consciente de mi parte. El orden natural de la vida es expresar salud y plenitud.
Reconozco que cualquier dolor y molestia es una señal de que una parte de mi cuerpo requiere atención y soy guiado hacia la solución perfecta. Alineo mis pensamientos y sentimientos con Dios y tengo fe en que todas mis células, tejido y órganos están funcionando juntos en perfecta armonía. Determino mantener mi atención en las muchas maneras cómo mi cuerpo continúa bendiciéndome. Yo soy una expresión vibrante de salud y plenitud.
Pero Jesús se volvió a mirarla y le dijo: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado”. Y a partir de ese momento la mujer quedó sana.—Mateo 9:22
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ESTOY PROTEGIDO DIVINAMENTE DESDE ADENTRO.
Si me siento solo y temeroso, hago una pausa, me centro y experimento cómo la poderosa presencia de Dios emana de mí hacia el mundo desde el centro de lo que yo soy y quien soy. Si siento que me cuesta manejar lo que está sucediendo en mi vida o en el mundo, afirmo mi atención en la totalidad de Dios.
Respiro profundamente y recuerdo que no existe ninguna circunstancia que pueda ser mayor que Dios. Yo he sido creado a imagen y semejanza de Dios. Afianzado en esta Verdad, afirmo: "Cualquiera que sea la experiencia que la vida me ofrezca, tengo fe en que yo soy fuerte, apto, dispuesto y capaz de superar cualquier reto". Al dirigir mis pensamientos y sentimientos hacia la presencia divina en mí, me siento protegido en la eterna realidad de la presencia y el poder de Dios.
El Padre y yo somos uno.—Juan 10:30
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CUENTO CON LA SABIDURÍA DE DIOS.
Cuando necesito evaluar mis próximos pasos, si confío solamente en mi intelecto puedo ser guiado a una multitud de opciones. Evalúo cuál es la mejor manera de alcanzar mi meta o qué oportunidad es la más beneficiosa para mí. Recuerdo que la mente humana puede usar la lógica, comparar los pro y los contra, hacer investigaciones o confiar en el consejo de un amigo. Pero mi razonamiento intelectual puede llevarme solo hasta un punto.
Voy a mi interior y hago uso de mi poder divino de sabiduría para elegir el mejor camino. Me centro en la presencia y el poder de Dios, respiro profundamente y siento que Su sabiduría llena mi mente y mi corazón. Una certeza serena llena mi ser. Un saber divino informa mi mente y dirige mis pasos.
¡Enséñanos a contar bien nuestros días, para que en el corazón acumulemos sabiduría!—Salmo 90:12
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COMPARTO LA GRACIA DE DIOS CON OTROS.
A lo largo de mi vida, he sido sanado, prosperado, protegido y bendecido por la gracia de Dios. Hoy determino expresar la gracia de Dios. En vez de ser arrastrado a la discordia, me elevo por encima de ella. No tengo necesidad de probar mi punto de vista. En su lugar, elijo el perdón y la comprensión.
Presto atención a las personas a mi alrededor. Si percibo que están teniendo un mal día, ofrezco ayuda: comparto una palabra afable y edificante o realizo un acto amable y anónimo sencillo, tal como poner monedas en un parquímetro a punto de caducar. La gracia de Dios es una bendición que vive en mí. Yo la mantengo viva al ayudar a los demás. Comparto la gracia de Dios con todos los que necesitan sentir el toque tranquilizador de Su gentil benevolencia.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con su espíritu. Amén.—Filemón 1:25
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TODO LO QUE DESEO PARA SER FELIZ ESTÁ EN MÍ.
Si el estado del mundo está afectando mi estado mental, recuerdo que la felicidad comienza en mí. Tengo poder para elevarme por encima de las influencias externas y mantener una actitud de gratitud y felicidad. Puedo desarrollar esa actitud gracias a mi conciencia de unidad con Dios.
Al tener presente que Dios siempre está conmigo, elijo ver las situaciones del mundo externo como temporales, no como una realidad eterna. Ser feliz es mi verdad porque voy por la vida en sociedad con Dios.
Tengo poder sobre mis pensamientos y actitudes, y hago uso de ese poder hoy. Comprometido con la felicidad, siento que toda tensión se disipa y experimento que la actividad de Dios obra en mi vida. ¡Yo soy alegre, feliz y libre!
Señor de los ejércitos, ¡cuán dichoso es el que en ti confía!—Salmo 84:12
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AFIRMO LA VERDAD PARA TODAS LAS PERSONAS QUE MANTENGO EN ORACIÓN.
Me siento honrado por la confianza que las personas ponen en mí cuando me piden que las apoye en oración. Al orar por otros, reconozco que cada uno de ellos es una expresión viviente de Dios. Cuando oro, mi enfoque no está en los detalles de la situación, sino en mantener una visión elevada.
Según me centro para orar, mantengo la imagen de que toda circunstancia retadora se mueve ahora hacia la resolución perfecta y correcta. Suelto todo pensamiento acerca de la situación y me enfoco en la actividad de Dios.
Al orar, puedo percibir que la vida, el amor, la sabiduría y el poder de Dios están en acción: sanando, fortaleciendo, guiando y estableciendo paz en todas las personas por quienes oro.
Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones siempre ruego con gozo por todos ustedes.—Filipenses 1:3-4
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