“¡Donde quiera que estoy, está Dios!” Esas palabras de la Oración de Protección son un recordatorio constante de que nunca estoy solo. Ya sea en el trabajo o en la escuela, en actividades recreativas o sencillamente cuando descanso en mi lugar favorito, nunca puedo estar lejos de Dios.
Vivo consciente de Su poder y presencia en mí y a mi alrededor. No temo a lo que el mañana traiga. Al comenzar mi día afirmo: Dondequiera que estoy, está Dios. Tengo fe en que todo lo que haga y adondequiera que vaya, estaré en un círculo de sabiduría y amor divinos.
Al final del día, cuando cuento mis bendiciones, nuevamente afirmo: Dondequiera que estoy, está Dios. Doy gracias por esta verdad que me acompaña de día y de noche.