Abrir las cortinas de un cuarto obscuro disipa la obscuridad e inunda el espacio de luz. Recuerdo esto en esos momentos en que mi vida se siente obscura. Tengo el poder de vivir desde la fe, lo que me saca de mi obscuridad espiritual. Mi fe me ayuda a creer en que, aunque no la pueda ver, la luz de Dios siempre está brillando.
Poco a poco, mi conciencia de Dios se hace más brillante, hasta percibir lo Divino en todas partes. Soy un ser espiritual, inseparable de Dios. Pongo mi fe en esta verdad y disipo la oscuridad del miedo y la duda, que cohíben la plenitud de la vida.
Cuando le ofrezco mi luz al mundo, inspiro a quienes están a mi alrededor a incrementar su propio brillo por medio la fe.