La Tierra acoge cada semilla y la envuelve con amor. Le provee un lugar para que las raíces crezcan y los retoños verdes que surgen hacia el sol se nutran.
Hoy doy gracias por mi madre. Si no puedo hablar o estar con ella, le envío mis pensamientos amorosos. Doy gracias por sus abrazos; por el sustento que les brindó a mi cuerpo y mi alma; y por las palabras de apoyo que me alentaron a aspirar más alto.
También pienso en las maneras en que puedo reconfortar y apoyar a otros. No importa qué edad tenga ni lo que haga, puedo compartir amor. El espíritu de Dios es mi fuente siempre presente de apoyo y aliento. Doy gracias por el amor dado y recibido.
Apacentará su rebaño. … Y pastoreará con ternura las recién paridas. —Isaías 40:11