Al dirigir mis pensamientos a Dios, mi vida se convierte en una oración.
Oración
No necesito alejarme a la cima de una montaña o enclaustrarme en un lugar sagrado para pasar tiempo en oración. Sólo necesito dirigir mis pensamientos a mi interior y abrir mi mente y corazón a Dios. De esta manera, convierto cualquier cosa que haga en una oración.
Al preparar una comida, siento agradecimiento por cada alimento y al limpiar la casa doy gracias por el refugio que ésta me proporciona.
Durante mi día de trabajo decido ser un instrumento del bien de Dios en el mundo. Mientras más dirijo mis pensamientos a Dios, más mi vida se convierte en una oración.
“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.”—Tesalonicenses 5:16-18
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