Aqui en la isla el mar y cuánto mar se sale de sí mismo a cada rato, dice que sí, que no, que no, que no, que no, dice que si, en azul, en espuma, en galope, dice que no, que no. No puede estarse quieto, me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla, entonces con siete lenguas verdes de siete perros verdes, de siete tigres verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece y se golpea el pecho repitiendo su nombre. Oh mar, así te llamas, oh camarada océano, no pierdas tiempo y agua, no te sacudas tanto, ayúdanos, somos los pequeñitos pescadores, los hombres de la orilla, tenemos frío y hambre eres nuestro enemigo, no golpees tan fuerte, no grites de ese modo, abre tu caja verde y déjanos a todos en las manos tu regalo de plata: el pez de cada día.
Aquí en cada casa lo queremos y aunque sea de plata, de cristal o de luna, nació para las pobres cocinas de la tierra. No lo guardes, avaro, corriendo frío como relámpago mojado debajo de tus olas. Ven, ahora, ábrete y déjalo cerca de nuestras manos, ayúdanos, océano, padre verde y profundo, a terminar un día la pobreza terrestre. Déjanos cosechar la infinita plantación de tus vidas, tus trigos y tus uvas, tus bueyes, tus metales, el esplendor mojado y el fruto sumergido.
Padre mar, ya sabemos cómo te llamas, todas las gaviotas reparten tu nombre en las arenas: ahora, pórtate bien, no sacudas tus crines, no amenaces a nadie, no rompas contra el cielo tu bella dentadura, déjate por un rato de gloriosas historias, danos a cada hombre, a cada mujer y a cada niño, un pez grande o pequeño cada día. Sal por todas las calles del mundo a repartir pescado y entonces grita, grita para que te oigan todos los pobres que trabajan y digan, asomando a la boca de la mina: "Ahí viene el viejo mar repartiendo pescado". Y volverán abajo, a las tinieblas, sonriendo, y por las calles y los bosques sonreirán los hombres y la tierra con sonrisa marina. Pero si no lo quieres, si no te da la gana, espérate, espéranos, lo vamos a pensar, vamos en primer término a arreglar los asuntos humanos, los más grandes primero, todos los otros después, y entonces entraremos en ti, cortaremos las olas con cuchillo de fuego, en un caballo eléctrico saltaremos la espuma, cantando nos hundiremos hasta tocar el fondo de tus entrañas, un hilo atómico guardará tu cintura, plantaremos en tu jardín profundo plantas de cemento y acero, te amarraremos pies y manos, los hombres por tu piel pasearán escupiendo, sacándote racimos, construyéndote arneses, montándote y domándote dominándote el alma. Pero eso será cuando los hombres hayamos arreglado nuestro problema, el grande, el gran problema. Todo lo arreglaremos poco a poco: te obligaremos, mar, te obligaremos, tierra, a hacer milagros, porque en nosotros mismos, en la lucha, está el pez, está el pan, está el milagro.