Dos nombres y una misma persona. El cofrade malagueño José Antonio Domínguez Bandera y el actor Antonio Banderas se fusionaron anoche más que nunca en un pregón oficial de la Semana Santa que rompió moldes. El primero aportó las vivencias y los sentimientos para que el segundo los recreara en una puesta en escena perfecta que cautivó la atención del público desde la primera a la última palabra que pronunció. Banderas quiso y pudo. De forma original y sencilla, plasmó lo que para él significa la Semana Santa a través de un texto, a modo de relato, en el que la literatura y la vida caminaron juntas de la mano de varios personajes, que expresaron las emociones a las que el actor puso la voz y el corazón. Banderas, que se ganó desde el primer momento a los espectadores, dedicó el pregón a su hermano, Francisco Javier. «Porque copiar e imitar sus muchos valores me hacen mejor cofrade y ser humano».
Don Amadeo (profesor de filosofía jubilado y nazareno del Sepulcro), Gregorio (hombre de trono de las Vírgenes de Lágrimas y Favores y de la Esperanza), Pablito (un niño de doce años que toca el bombo en una banda de música), Paco y Rosa (padres de Pablito), Carmen (tía de Pablito y devota del Cautivo), Vaquerito (cantaor flamenco arrasado por su adicción al alcohol), Lola (mujer ciega hermana de Fusionadas) y Mariano (marido de Lola). Estos son los personajes principales de una historia llena de verdad y de amor a la Semana Santa. Ellos forman parte de «un cuento de lunas llenas y pasiones barrocas, de limones con sal y bocas de carmín cuyos cantos nos devuelven el corazón perdido», afirmó Banderas, que cumplió lo que había dicho antes del pregón. No habló de él. Anoche los protagonistas fueron los personajes de un relato escrito por un hombre al que la fama no le ha apartado de sus raíces. Al contrario, le ha acercado más a ellas. «Es curioso, cuánto más lejos estoy de mi casa, cuánto más diferente a mi realidad es la gente que me rodea, más siento la llamada de la tierra», confesó.
El acto se abrió con un concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga, dirigida por Edmon Colomer, y la Escolanía de Santa María de la Victoria, bajo la dirección de Narciso Pérez del Campo. Las piezas que se interpretaron fueron una selección de marchas procesionales de Perfecto Artola y 'Lágrimas de San Juan'. La actuación fue muy aplaudida por el público.
Tras un descanso, el jefe de protocolo de la Agrupación de Cofradías, Rodrigo Martín, hizo un saludo institucional y dio paso al pregonero del año pasado, Agustín del Castillo, encargado de presentar a Antonio Banderas. Del Castillo repasó la trayectoria personal y profesional del actor. «Este hombre, que he tratado de dar a conocer a todo el mundo, es el pregonero de la Semana Santa de Málaga de 2011, José Antonio Domínguez Bandera, que hoy no actúa y, para ello, ha dejado fuera su cruz, su fantástica cruz, pero al fin y al cabo cruz, que es Antonio Banderas», dijo Del Castillo. Presentador y pregonero se fundieron en un abrazo.
El pregón arranca en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy, en un avión que cubre el trayecto entre Nueva York y Los Ángeles. En ese vuelo comienza todo. El pregonero, con un bolígrafo en la mano derecha y unos folios en blanco en la izquierda, con la estampita de la Virgen de Lágrimas y Favores en el bolsillo (de la que es mayordomo de trono), empieza a desgranar con metáforas y emociones, con jirones que se desprenden de los corazones de los personajes, la historia que ronda por su cabeza. «Vuelvo a mirar por la ventana del avión y vuelvo a encontrarme con el espejo azul, un cielo casi líquido, casi espiritual. Cierro lentamente los ojos, abro poco a poco mi alma». Banderas cierra los ojos y sueña. Ese sueño, a modo de recreación literaria, fue lo que anoche contó en el abarrotado Teatro Cervantes.
Él mismo lo dijo con palabras firmes y claras. «El avión se desintegra. No lo sé, quizás esté soñando, no me importa, porque ahora logro distinguir nítidamente el olor a incienso y azahar, y a mar templado, y en la distancia oigo toques de campana, y ya no me cabe la menor duda, estoy en mi tierra, estoy en Málaga, y el corazón me palpita fuerte dentro del pecho, porque es Semana Santa». El actor rememoró su infancia, cuando sus padres lo llevaban a ver las procesiones.
Cofrade malagueño
A continuación, se presentó al público que lo escuchaba expectante. «Me llamo José Antonio Domínguez Bandera, soy un cofrade malagueño. Y aquí estoy. En un lugar que me es familiar. En un teatro». Añadió que era consciente de llevar sobre sus hombros un trono muy pesado, «un trono sobre el que descansa gran parte del patrimonio de toda una ciudad». Dijo que iba a tratar de no perder el paso, «de meter el hombro con coraje, con cariño, con humildad, pero también con la firme determinación de quien se siente orgulloso de ser parte de esta tierra».
Banderas comentó que muchas personas, antes del pregón, le recomendaron que, simplemente, fuese él mismo. «Hoy les respondo que yo, aquí y ahora, no quiero ser yo, que lo que realmente quiero es ser todos, que vengo a la Semana Santa a fundirme con mi gente, a ocultarme tras un capirote y a degustar el delicioso sabor del anonimato. A ser un átomo, una célula del pueblo al que pertenezco y quiero». Agregó que nunca se negará a nada que le pidan los directivos del mundo cofrade. «Aquí está mi mano para lo que haga falta».
El pregonero precisó que la Semana Mayor de Málaga es «tan extensa, tan poliédrica y multicolor que se podría decir que hay tantas Semanas Santas, y formas de percibirla, como cofrades». Banderas se refirió a que podría citar las facetas artísticas, devocionales y solidarias de los cofrades o la labor que realizan los artesanos («que forman una industria que da de comer a cientos de familias»), pero que lo que le pedía el cuerpo era hablar de la gente de a pie. «De los que viven la Semana Santa de forma callada, del nazareno de la vela que renuncia a su identidad personal para formar parte de la identidad colectiva. De la señora que, invisible entre la gente, en una esquina cualquiera, de una calle cualquiera, se santigua emocionada al paso de un Cristo o de una Virgen. De los que caminan detrás de un trono en busca de alivio, o de una esperanza, o una respuesta. Sí, hablar de esa gente que a veces observamos o a veces somos».
Los protagonistas
A partir de esas palabras, el pregonero empezó a mencionar a las cofradías. El hilo argumental que siguió tuvo como protagonistas a una serie de personajes. Banderas puso la voz a las sensaciones y experiencias vividas por personas anónimas que recorren las calles para ver las procesiones o participar en ellas. El primero que se asoma a la historia es don Amadeo, un profesor de Filosofía, cuya pasión es la literatura, que cada mañana de Domingo de Ramos se levanta temprano y abre todas las ventanas de su casa de la calle Strachan para darle la bienvenida a la Semana Santa.
Don Amadeo, mientras se viste, recuerda un poema de García Lorca. Luego acude a ver las salidas de la Pollinica y de Lágrimas y Favores. Don Amadeo siempre ha sido devoto de la Virgen que es conocida como la Niña de San Juan, que se procesiona en un trono al que algunos llaman «el joyero de Málaga», en el que sale Gregorio (este personaje está inspirado en Manuel Picasso, amigo de Banderas que murió en 2008 de un infarto de miocardio cuando hacía el Camino de Santiago). «Gregorio es una de esas personas que uno podría pensar que Dios trajo al mundo para hacer más grande la Semana Santa», afirmó el pregonero. Y evocó cuando Gregorio, después de encerrar un trono, mientras los demás compañeros se retiraban a dormir, se iba a trabajar, unas veces al puerto a descargar cajas de pescado y otras a subir bombonas de butano («quizás al tercer piso sin ascensor de don Amadeo»).
En las procesiones de Lágrimas y de Fusionadas participa un niño de doce años llamado Pablito. Toca el bombo en una banda de música. Desde muy pequeño sintió la llamada del tambor. Los padres de Pablito, Paco y Rosa, soportan con resignación cristiana la ruidosa afición de su retoño. («Mamá, cómprame el tambor, mamá, cómprame el tambor). Y tanto insistió, lloró y pataleó, que le compraron el tambor.
La tía preferida de Pablito se llama Carmen, devota del Cautivo, al que le pide que cure a Ramón, su marido, de una dolencia cardiaca. A la vez que la tía de Pablito se emociona en la Trinidad, Vaquerito busca al Señor de los Gitanos para cantarle una saeta. Vaquerito tiene 62 años, pero «aparenta muchos más» por culpa del alcohol. «Canta él, y no ve a nadie. Allí están el Moreno y él. Los dos solos en mitad de la calle», relató el pregonero.
El Miércoles Santo es el día grande de Lola, cofrade de Fusionadas que perdió la vista a los seis años. Lo que sus ojos no ven, lo ve su corazón. La acompaña Mariano, su marido. El titular por el que Lola siente devoción es el Cristo de Ánimas de Ciegos. Junto a su marido, está en una silla de la cuarta fila de la calle Larios cuando pasa Fusionadas. Aguanta toda la procesión de pie. «Tiene su mérito, porque es la que más se alarga en su tiempo de paso». A Lola le llega el sonido de una saeta. «¿Quién canta», pregunta Mariano. «Diana Navarro a la Virgen del Mayor Dolor», responde Lola. Ya encerrado el trono, Curro, mayordomo del Mayor Dolor, le regalará un martillo a Pablito cuando el niño se acerque a ver la cara de la Virgen tras la que ha ido tocando toda la noche.
En su recorrido por las cofradías a través de los personajes que la viven, Banderas tuvo palabras de elogio para los componentes del submarino de la Esperanza (Paquito, Chico, Manolo Medina, los hermanos Navas, Juanma, Farfán, Pepín, Víctor y Ricardo). «Si no fuera por la Virgen de la Esperanza, nosotros no seríamos amigos», dijo. Y recordó el abrazo emocionado que se da con su hermano al acabar la procesión, cuando dedican las levantadas del trono a la memoria de su padre, cuyos restos reposan en la basílica de la Esperanza.
«Tú eres todos»
Uno de los momentos más emotivos del pregón se produjo cuando por el lateral del escenario apareció un niño con una bola de cera y un nazareno con una vela, mientras sonaba la marcha 'Reina de San Román'. «Creo que ya sé dónde estoy. Creo que ya sé quién eres tú. Yo soy tú, y tú eres todos», indicó Banderas dirigiéndose al niño. Al término de la marcha, un solo de violín interpretó 'Esperanza de Triana'. «Olé, olé mi Málaga. Cada uno con su barrio, pero todos juntos bajo el palio de nuestra Andalucía», aseveró el actor malagueño.
El pregonero recitó un poema dedicado a la Virgen de Lágrimas y Favores, cuya imagen se proyectó tras el telón translúcido. Al acabar la poesía, cayó una petalada sobre la imagen y sobre el teatro. El público, sorprendido, se puso en pie y ovacionó largamente la puesta en escena. Seguidamente, comenzó a sonar la marcha 'Misericordia', interpretada con unos acordes de piano. Banderas explicó que el origen de su pregón fue una gota de cera que vio el pasado verano en la calle Larios y que nadie había logrado borrar. «Quizás sea de la vela de don Amadeo. Hoy, al verla, me recuerda la armonía en el baile de las estaciones, la alegría contagiosa de la ciudad litoral donde nací y soñé, y la enraizada pasión, el éxtasis exuberante de la Semana Santa. He dicho». El público se volvió a poner de pie y le tributó una fortísima y prolongada ovación que duró varios minutos. Banderas agradeció las muestras de cariño de los espectadores llevándose una mano al corazón.
Vídeo: Fragmento del pregón de Banderas