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CORDOBA: Un paseo por Cordoba
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De: AURA (Mensaje original) |
Enviado: 15/06/2009 21:52 |
Entre sus calles y patios recoletos se aprecia el silencio que alabó Séneca, la desnuda claridad que iluminó a Averroes y las sombras que inspiraron a Julio Romero de Torres. Pero, sobre todo, en Córdoba se revive el esplendor califal a través de la soberbia mezquita.
Por Manuel Mateo Pérez En Córdoba, muy próxima a la mezquita, se encuentra la plaza más pequeña del mundo. La llaman plaza de los Rincones de Oro, porque, según cuentan, los rayos del sol bañan con su luz las aristas de sus viejos rincones. A la plaza se entra por el callejón del Pañuelo, que tiene la anchura de aquella tela desplegada. Una vez dentro, el caminante tiene la sensación de haber violado un lugar íntimo, el patio privado de una familia, el zaguán de una casona recogida y apartada.
Una plaza de esencia Cordobesa Dos naranjos cierran con sus copas la techumbre de la plaza; de una fuente mural cae un hilo de agua a un brocal de origen árabe. Las paredes están encaladas y, a la caída de la noche, cuando no hay vehículos que conspiren con sus ruidos por las calles aledañas, la plaza se convierte en un lugar mágico, poseído por las bondades que le otorga la luz del farol, el olor de la arboleda y el sonido líquido cayendo sobre el estanque. En su soledad y modestia, la plaza de los Rincones de Oro tiene la virtud de resumir las sensaciones que hacen de Córdoba una ciudad muy distinta a cualquier otra. Aquí reina el silencio que tanto alabó Séneca, la desnuda claridad que iluminó a Averroes y las trémulas sombras que inspiraron a Julio Romero de Torres. Córdoba tiene una asombrosa facilidad para desdoblarse en muchas ciudades a la vez. De la humildad y el recato de sus patios claros y recogidos es capaz de pasar al deslumbramiento y la fascinación de la mezquita sin que entre ambos lugares diste más de media docena de esquinas. Distancia suficiente para apreciar el íntimo orgullo que tiene Córdoba al saberse única. En el siglo I d.C., Córdoba competía con la capital del Imperio romano en esplendor. El teatro que hoy se desentierra en las inmediaciones de la plaza Jerónimo Páez fue el más espectacular coliseo construido en Hispania, apenas seis metros más pequeño que el teatro Marcello de Roma. Pero fue enépoca árabe, bajo el gobierno del califato, cuando la ciudad de Córdoba callaba a toda Europa. En el año 1000, cuando sus capitales eran infectas aldeas comidas por la suciedad y la podredumbre, Córdoba pavimentaba sus calles, iluminaba sus plazas y mantenía a una población superior a los doscientos mil ciudadanos. León, la capital de la cristiandad peninsular, difícilmente superaba los quince mil habitantes. Entrar al patio de la mezquita de Córdoba es volver a aquellos tiempos en que los cadíes impartían justicia a las puertas del templo, los sabios dictaban lecciones de álgebra y geometría, los mercaderes pujaban por obras de arte traídas de remotos países y las esclavas del harén adormecían con el laúd y las rimas el descanso de sus dueños. Hoy no hay palmeras como las hubo en época omeya, sino naranjos y olivos que perfuman las suntuosas puertas del oratorio. Por dentro, la luz se vuelve sombra y la claridad, palidez. El caminante escucha sus pasos entre el frío mármol mientras, sin saber muy bien por qué, su cabeza se mantiene erguida, observando con ansia las arcadas que se levantan a su vista. Las dovelas rojas y blancas remarcan la profundidad del templo, mientras las mil columnas que lo sostienen parecen marcar el itinerario de un laberin-to que no tiene fin. La disposición geométrica de la mezquita, el monumento más solemne del mundo islámico en Occidente, despertó la imaginación de los viajeros románticos del XIX, que creían ver en ella la metáfora de un bosque de palmeras orientales. Seguramente, eso pretendió Abderramán I al edificar el primer oratorio a mediados del siglo VIII. Su descendiente, el gran ca-lifa Abderramán III, ordenó erigir el alminar. Su hijo, al-Hakam II, amplió la mezquita doce tramos más sin saber que, pocos siglos después, los enemigos cristianos plantarían en mitad de su lugar más sagrado una catedral que incluso mereció el repudio del emperador Carlos V. Todo cambia en la Judería. El barrio es un abra-zo de calles y plazoletas que separan las orillas del Guadalquivir de la ciudad moderna. Protegida murallas adentro, sus estrechas y umbrías travesías descienden hacia el Campo Santo de los Mártires. Así se llega hasta las almenas y torreones del alcázar de los Reyes Cristianos. El alcázar lo fundó el rey Alfonso XI en 1328 como hospedería real. En ella descansaron, gobernaron y conspiraron los monarcas de Castilla. Como ejemplos, se sabe que en sus aposentos Enrique II mantuvo amores con la bella dama portuguesa Juana de Sousa y que, en sus despachos, Pedro I, apellidado el Cruel, tuvo noticias de que había perdido la batalla de los piconeros.
Historia en las salas del Alcázar Las regias salas del alcázar también vieron cómo los Reyes Católicos recibían en audiencia a Cristóbal Colón para aprobar su «alocada» empresa en busca de las Indias. Incluso se cuenta que en el alcázar, una fría noche, la reina Isabel mandó desmontar el molino de la Albolafia porque le impedía conciliar el sueño. Más recientemente, el edificio fue sede de la Inquisición, cárcel militar, atarazana y almacén del concejo. El siglo xx le restituyó su dignidad. Volvieron a cobrar su esplendor los jardines aterrazados y los estanques. En sus salones se exponen hoy sarcófagos y mosaicos de tiempos de Roma. Pero la memoria de la Corduba imperial no reside sólo allí. Está soterrada en cualquier lugar, en cualquier esquina. En la plaza de Jerónimo Páez, próximo a las cáveas del desenterrado teatro y de los mosaicos de teselas que atesora el Museo Arqueológico, hay un busto en bronce que representa la esfinge del poeta Lucano, condenado a suicidarse en tiempos de Roma. La estatua está próxima a la puerta de la Casa del Judío, donde están talladas sobre la madera noble las imágenes de los reyes Fernando III y Pedro I. En una de las esquinas de la plaza hay una taberna que en los días buenos saca sus veladores al exterior. En su carta nunca falta el salmorejo, el flamenquín y el rabo de toro, quintaesencia de la cocina de la ciudad. Entre sabores y aromas a vino montillano, Córdoba desdobla sus muchos rostros en sus plazas. Una de ellas lleva por nombre el Potro. Tiene una ligera pendiente hasta el paseo de la Ribera del Guadalquivir. A espaldas de San Rafael Arcángel la plaza se prolonga entre una dulce alameda de naranjos en flor. Miguel de Cervantes recreó su vida en uno de los capítulos de El Quijote; escribió de su aire desmesurado, luminoso y casquivano, del curioso cenáculo de truhanes, pícaros y caballeros venidos a menos que la frecuentaban. Aquellas inspiraciones del Siglo de Oro desaparecieron. Conserva, eso sí, su acento populoso en las balconadas de madera, en los arriates y macetas que las perfuman y en los hierros oxidados que sirvieron para amarrar las bestias. La plaza del Potro es renacentista, vivaracha, andaluza. Tiene una fuente octogonal de cuatro caños sobre la que se erige un caballo labrado en piedra. Los paredones de los edificios que la rodean están salpicados de inscripciones que narran acontecimientos históricos de mucha enjundia. El edificio principal fue un primitivo hospital donde era atendida una legión de menesterosos y mendigos famélicos. Hoy es sede del Museo de Bellas Artes y del de Julio Romero de Torres. En él, en los lienzos que cuelgan entre sus galerías, reside otra parte de la esencia de esta ciudad, una mística envuelta en la dulce letanía de la piel canela y los ojos negros, cualidades que –aseguran– alumbran a la mujer cordobesa, heredera de Roma y al-Andalus. |
Que puedo decirles de mi amada Cordoba..
paseenla y disfrutenla....besi ....Aura
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De: AURA |
Enviado: 15/06/2009 21:53 |
La ciudad de Córdoba es la capital de una provincia que combina un paisaje de cortijos, olivares y campos de trigo, con los espectaculares parajes del Parque Natural de las Sierras Subbéticas, uno de los sitios más bonitos de Andalucía. La ciudad, asomada al río Guadalquivir, fue la mayor colonia de la Hispania romana y, durante tres siglos, la capital del al-Andalus. Hoy tiene 350.000 habitantes.
Cuándo ir La ciudad disfruta de un clima mediterráneo, con inviernos suaves y veranos calurosos, sobre todo en el mes de agosto, cuando el termómetro alcanza cifras de vértigo y llega a superar los 40 grados. Por ello, la mejor época para viajar a la ciudad andaluza es en primavera, cuando las temperaturas son agradables y los patios y calles se llenan de colorido.
Cómo llegar Aunque Córdoba no dispone de aeropuerto, está bien conectada por tren con otras capitales. Desde Madrid se puede llegar con el AVE de Renfe (Tel. 902 240 202) en menos de dos horas.
Paseos por la ciudad El centro monumental de Córdoba se puede visitar con facilidad callejeando a pie. El Consorcio de Turismo ha puesto en marcha la iniciativa «Paseos por Córdoba», unos recorridos nocturnos por el casco histórico, acompañados por un guía y unos actores que escenifican historias; el paseo finaliza en una típica taberna. El palacio de Medina Azahara, aunque está ubicado fuera de la ciudad, es una visita habitual en Córdoba; el autobús turístico Medina Azahara sale de la estación de la Noria de la Albolacea y realiza varias paradas hasta llegar al palacio nazarí.
Las principales visitas Mezquita-catedral. Es el principal monumento árabe de Córdoba y una obra de arte de la arquitectura mundial. Destacan las salas de las columnas y del Mihrab. En el siglo XVI pasó a ser catedral. Judería. El antiguo barrio judío es uno de los más bonitos de España. Sus estrechas calles dan paso a casas con patios y fachadas adornadas con flores, como la Calleja de las Flores. Se entra al barrio por la Puerta de Almodóvar y, siguiendo la muralla, se llega a la sinagoga, de 1315. Museo Arqueológico. En un palacio renacentista, expone piezas iberas, romanas, visigodas e islámicas. Alcázar de los reyes cristianos. Este edificio del siglo XIV cuenta con unos elegantes jardines y patios, ysalas y caballerizas de gran interés. Destacan los azulejos romanos de la sala de los Mosaicos. Puente romano. Construido en tiempos de Augusto, salva el Guadalquivir entre la Puerta del Puente y la Torre de la Calahorra, fortaleza árabe que alberga un museo dedicado a la ciudad y a las tres culturas que forjaron su idiosincrasia. Medina Azahara. Sus restos son una importante muestra de arquitectura civil hispano musulmana. La ciudad la mandó construir Abderramán III en 936, pero fue destruida en 1013 por los bereberes.
Gastronomía En las tabernas y mesones de Córdoba se pueden degustar las tapas y platos cordobeses más típicos, como el salmorejo, el rabo de toro, las alcachofas «al moriles», el gazpacho blanco y los ricos flamenquines de jamón serrano. Turismo de Córdoba dispone en sus oficinas del folleto «Ruta de las tabernas de Córdoba», donde se ubican las más conocidas.
Compras Alrededor de la mezquita y en las callejuelas de la Judería hay numerosos talleres de artesanos. Está muy extendida la tradición de los cordobanes, que son los objetos realizados en cuero repujado; también destacan las bellas filigranas en joyas de oro y plata. En la ciudad y fuera de ella se recomiendan otroas compras de índole gastronómico, como vinos y aceites de gran calidad.
Citas de interés En mayo se celebra en las calles de la Judería cordobesa el colorista concurso de «Patios y Cruces», en el que los vecinos engalanan sus patios y organizan actuaciones de cantaores y bailaores locales. Otra cita importante es la Semana Santa en la que se vuelca toda la ciudad.
Libros útiles En el libro Córdoba de los omeyas. (Ed. Planeta, 1998) el escritor Antonio Muñoz Molina revive la Córdoba califal del siglo VIII.
Más información Información Turística de Córdoba, Tel. 902 201 774. Oficina de Turismo Andaluz en Córdoba, en c/ Torrijos, 10. Tel. 957 471 235. Patronato Provincial de Turismo de Córdoba, en la plaza de Las Tendillas, 5. Tel. 957 491 677. En Internet: www.andalucia.org y www.turismodecordoba.org.
Guías útiles
Córdoba (Ed. Turimagen). Esta cómoda guía, con mapa independiente de la ciudad, repasa exhaustivamente las grandes visitas urbanas.
Córdoba (Ed. Gaesa). De la colección «Guía Azul», es una buena guía para recorrer la ciudad.
Andalucía (Ed. Anaya). Incluye un buen capítulo sobre Córdoba, con mapa desplegable de la mezquita.
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