Me hice adicta del sabor de sus besos, de la fuerza de sus brazos rodeando mi cintura para no perderme, de la ternura que se asilaba en sus ojos, que cuando lo perdí me apagué como se apaga un cirio lentamente diluyéndose en humo imperceptible.
Un sabor amargo y seco desbordó mis labios hasta convertirse en un grito mudo y desesperado en el fondo oscuro de mi garganta.
Apreté su nombre entre mis labios estrujé mis manos frías y vacías, en la sal de mis lágrimas la soledad hizo su nido para acompañarme en mis noches de insomnio y añoranzas