Mi casa es pequeña y lo que una vez se ha ido de ella, no vuelve a encontrarse. Pero tu casa, Señor, es infinita. Y buscándola he llegado a tu puerta.
Mírame bajo el doncel dorado del cielo de tu anochecer, mírame como levanto mis ojos ansiosos a tu cara. He venido a la playa de la eternidad donde nada se pierde, ninguna esperanza, ninguna felicidad, ninguna visión de rostros vistos a travez de las lágrimas.
¡ Ahoga mi vida vacía en ese mar ! ¡ Húndela en la más profunda plenitud ! ¡Haz que sienta, una vez sola,la dulce caricia perdida en la totalidad del universo !
Callen mis palabras bulliciosas, callen mis gritos, que así lo quiere mi Señor. Desde hoy, hablaré en susurro y una suave melodía llevará la palabra de mi corazón.
Todos van presurosos, al mercado de Él. Allí están ya los tratantes. Pero yo tengo mi descanso inoportuno en lo mejor del día, cuando es mayor el trabajo.
¡ Que broten, pues, las flores de mi jardín a destiempo, que las abejas del mediodía venga a zumbar perezosas ! ¡ Qué de horas perdidas en esta lucha del bien y del mal !.
Pero mi compañero de juego de los días ociosos se deleita ahora cogiéndome el corazón; y no sé qué es esta llamada repentina, ni por qué inútil volubilidad. A. Tagore. _Casimirocordobes_