Los argumentos de Madrid para albergar los Juegos no han podido frente al imán de Lula
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Finalmente es Brasil. No ha bastado la apasionada y competente presentación por Madrid de su candidatura a los Juegos Olímpicos de 2016. Ni la emotiva intervención de Juan Antonio Samaranch, 89 años, pidiendo a sus colegas un nuevo gesto hacia España, casi un cuarto de siglo después. En las calles, al filo de las siete de la tarde, millones de personas ya creían que el milagro sería posible.
La corazonada no se ha cumplido y Madrid tiene que lamentar por segunda vez, y probablemente definitiva, no haber sido elegida. Los responsables de la candidatura han hecho un trabajo convencido y concienzudo, que se ha visto reflejado en Copenhague -Madrid fue la ciudad inicialmente más votada- y ha permitido acariciar razonablemente el sueño hasta el último minuto. Y el Gobierno y las instituciones han puesto la carne necesaria en el asador para conseguir que la capital exhibiera los aros olímpicos. No representa un desdoro, en cualquier caso, haber perdido ante una ciudad como Río, icono no sólo de una nación, sino, en parte, de todo un continente. Y ha sido finalmente el presidente brasileño el que mejor ha llegado con sus argumentos a los miembros del Comité Olímpico. Lula da Silva dijo con razón que creía llegada la hora. Ni su país ni ningún otro de América del Sur han albergado nunca unos Juegos. Una vez eliminada Chicago, los votos fueron masivamente a Río.
Editorial ElPaís